En el contexto de un México basado en la seguridad y calma de la llamada "paz porfiriana”, una serie de asesinatos, cometidos en contra mujeres, conmocionaron a los habitantes de la Ciudad de México entre los años 1880 a 1888.
El responsable de estos crímenes fue Francisco Guerrero, El Chalequero, quien empleaba un modus operandi muy particular para privar de la vida a trabajadoras sexuales en los lugares más recónditos de la capital del país. Te contamos todo sobre este feminicida serial y por qué lo comparaban con Jack el Destripador.
Durante los años 80, el mundo estaba impactado con la noticia de un asesino serial que se hacía llamar Jack el Destripador, quien operaba en Londres, Inglaterra; sin embargo, en tierras aztecas otro hombre actuaba con un modus operandi muy similar, se trataba de Francisco Guerrero, El Chalequero, indica el libro The Sausage Rebellion.
Aunque probablemente no se trata del primer asesino serial mexicano, sí es el primero del que se tiene registro en el país; por ello, su caso ha trascendido como uno de los más impactantes y despiadados; además, suscitado en una época en la que ni siquiera el término “asesino serial” era conocido.
Aquí te contamos cómo El Chalequero operaba durante aquellos años, cuyos actos le valieron dos sentencias de muerte; una de ellas revocada por el entonces presidente Porfirio Díaz. Entérate por qué lo hizo.
¿Quién era 'El Chalequero'? Otros apodos
El Libro Rojo, del autor Gerardo Villadelángel Viñas, señala que Francisco provenía de una familia pobre en Guadalajara; siendo el decimoprimer hijo. Durante sus primeros años sufrió los abusos de su madre y la ausencia de su padre.
Fue en su adolescencia cuando aprendió el oficio de zapatero, del que laboró en la Ciudad de México, cuando emigró a la edad de 22 años.
De acuerdo con testimonios de personas cercanas a El Chalequero, éste era misógino y tenía constantes ataques de ira y una autoestima muy alta. Resaltaba mucho por su elegancia para vestir: usaba fajas, chalecos con agujetas y pantalones ajustados al cuerpo.
"Guapo, elegante, galán y pendenciero", dice un informe sobre él de 1888.
El Chalequero fue padre de cuatro hijos que crio con su esposa, a la cual engañaba con sexoservidoras, a pesar de asegurar ser un fiel creyente de la religión católica y de la Virgen de Guadalupe.
Otros reportes señalan que la relación entre Francisco Guerrero con prostitutas se debía a su trabajo como proxeneta. Era bien sabido que sostenía relaciones extramaritales con mujeres que lo consideraban un "buen amante", y que de manera constante se implicaba en delitos menores como riñas, robos y amagos.
En tanto, sobre los crímenes que cometía por esos años, se dice que Guerrero no tenía reservas para hablar abiertamente de ellos, pero por miedo a represalias, nunca existió una denuncia en su contra.
Debido a su modus operante y las coincidencias con otros asesinos de la época a El Chalequero también se le conocía como: El Barbazul mexicano y El Destripador o Degollador del Río Consulado.
En el libro Hábitos, normas y escándalo. Prensa, criminalidad y drogas durante el porfiriato tardío, explican que el apodo con el que más se le conoce a este asesino serial se lo ganó porque siempre vestía con chalecos; además que obligaba a tener relaciones sexuales a las mujeres, lo que en esa época se le decía "a chaleco" para referirse a una violación.
¿Cuál era el modus operandi de 'El Chalequero'?
Francisco Guerrero recogía a sexoservidoras en las calles de Santa Ana y Peralvillo y las llevaba a una especie de cueva ubicada cerca del canal Río Consulado, donde después de obligarlas a tener relaciones sexuales, las mataba con un cuchillo —que solía utilizar en su taller de zapatos y que guardaba en su característica faja—apuñalándolas en la garganta; a otras víctimas las estrangulaba con sus propias manos o las llegaba a decapitar, se lee en el libro Sin clemencia de Norma Lazo.
Según los reportes, las prendas de las víctimas, principalmente rebozos, las conservaba como insignias o las vendía para comprar bebidas alcohólicas.
Este modus operandi, de inmediato fue relacionado con el de Jack el Destripador, cuando en 1888, la noticia del asesino serial de Londres llegó a oídos de la prensa mexicana, quien inclusive publicó un artículo titulado: "Hay un Chalequero inglés".
Primera detención de 'El Chalequero'
El Chalequero logró ser aprehendido tras la declaración de algunos de sus vecinos, sin embargo, ante las autoridades negó los delitos por lo que lo acusaban. No obstante, las víctimas sobrevivientes, e incluso su esposa, acudieron a declarar en su contra, ésta última afirmando que su marido desaparecía ciertas noches y luego volvía ebrio y sucio a su domicilio.
Con dichos testimonios, a Francisco Guerrero se le condenó no sólo por los delitos de homicidio, sino por robos y violaciones, pues dos mujeres declararon haber sido agredidas sexualmente.
Una de ellas, Emilia González, dijo que no era trabajadora sexual, sino lavandera y que después de la violación fue acuchillada y abandonada por El Chalequero cerca del Río Consulado, sitio donde solía efectuar sus crímenes, indica El Libro Rojo.
Posteriormente, tras relacionarle con más de 20 asesinatos, fue sentenciado a pena de muerte. No obstante, el presidente en turno, Porfirio Díaz, redujo su castigo a 20 años de prisión bajo el argumento de que Guerrero no contaba con antecedentes penales del mismo delito por el que se le había condenado.
Nueva oportunidad para matar: la última víctima de El Chalequero
El "criminal nato", como fue catalogado por el criminólogo Cesare Lombroso, quien aseguró que El Chalequero nunca se mostró arrepentido de sus actos, obtuvo su libertad en 1906 después de haber pasado dieciocho años en prisión, esto debido a su buena conducta; sin embargo, nunca se redimió.
Poco después, optó por cambiarse el nombre a José de la Luz Prida para evitar ser relacionado con su pasado. Sin embargo, su historial criminal lo alcanzó dos años más tarde cuando se informó sobre el hallazgo de un cadáver con los mismos signos de violencia que habían definido los crímenes de El Chalequero, el cual había sido abandonado en los rumbos del Consulado.
La víctima se trataba de una anciana con pasado en la prostitución, pero que según se supo la asesinó luego de que hiciera enojar a Francisco Guerrero.
Con testimonios y contradicciones, El Chalequero no tuvo más remedio que aceptar su responsabilidad en el crimen, por lo que fue trasladado a Lecumberri y sentenciado a muerte por un juez de primera instancia.
En entrevista para uno de los periódicos de la época, El Imparcial, Guerrero expresó la crudeza de sus asesinatos sin mostrar arrepentimiento por ellos.
"Dice que la "fatalidad" lo atraía al lugar de sus hazañas... ¿Es inconsciente en el crimen?", se leía en la edición del 18 de junio de 1908.
"Es que toda mujer me inspira invencible deseo de delinquir", expresó Guerrero ante los periodistas.
En la misma plana también se mencionaba que el hombre lloraba como "un niño enfermo" y que su aspecto estaba descuidado, con ropa vieja y manchada de la sangre de su última víctima.
"Era miserable su vestimenta: unos pantaloncillos rotos por las rodillas, raídos en sus extremidades, manchados con algo que se adivina fue lodo y sangre, la sangre de su último crimen; rosada camisa, a la que sirve de cuello una especie de bufanda...", describía.
¿Cómo murió El Chalequero?
La pena de muerte no se cumplió, pues poco tiempo después un derrame cerebral lo postró en una cama del Hospital Juárez, lugar donde falleció 15 días antes del inicio de la Revolución Mexicana.
La historia de El Chalequero ha resonado en la cultura popular mexicana, tal es el caso de los grabados que el caricaturista José Guadalupe Posada realizó sobre el suceso.
ksh