El nuevo criminal mexicano más buscado por el gobierno del presidente Joe Biden, Sergio Valenzuela Valenzuela, alias El Gigio, está a sólo tres grados de separación del Ejército de Estados Unidos, de acuerdo con una ficha elaborada por el Departamento de Justicia (DOJ) a la que MILENIO tuvo acceso.
Se trata de quien se convirtió en el objetivo número uno de la recién estrenada Operación Plaza Spike, una inédita iniciativa policiaca y militar de la Unión Americana que busca debilitar a los cárteles en sus principales “plazas” mexicanas. Nogales, Sonora, es el primer experimento y campo de batalla.
Pese a ser casi un desconocido para los mexicanos, El Gigio ha sido ubicado desde este miércoles por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos como uno de los más poderosos aliados de Ismael El Mayo Zambada, fundador del Cártel de Sinaloa. Su otra faceta desconocida es que su destreza criminal está ligada a los United States Armed Forces de Arizona.
Inicios de El Gigio con el crimen
Su ficha arranca en 2004, cuando El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán ordenaron a los hermanos Beltrán Leyva recuperar el norte de Sonora tras una serie de jefes de plaza fugaces que no consiguieron la permanencia que logró Emilio Quintero, tío de Rafael Caro Quintero, El Narco de Narcos.
La estrategia de los hermanos Arturo y Alfredo marcaría la región hasta nuestros días: cada municipio –Agua Prieta, Ciudad Obregón, Navojoa, Nogales y más– tendría un brazo armado aliado, pero independiente, para evitar que, si caía uno, cayeran todos. Así nacieron, entre otros, Los Números, Los Paredes, Los Rayos, Los Jabalís.
Estos últimos estaban liderados por José Vázquez Villagrán o Villagrana, alias El Jabalí, quien coordinaba el arribo de cocaína a Nogales, Sonora, desde Colombia y Nicaragua. Su apodo venía de las características de ese mamífero: salvaje, duro y asesino cuando defendía a sus crías.
Uno de sus engendros era el novato Sergio Valenzuela Valenzuela, tan joven que aún le apodaban El Gigio, porque cuando era niño se le dificultaba pronunciar su nombre.
Desde adolescente se unió al crimen organizado en Sonora siguiendo el linaje de Los Valenzuela, famosos traficantes de alcohol y marihuana desde mediados del siglo XX.
Hecho en el US Army
El Jabalí era respetado en el hampa por su pasado: gracias a que también tiene nacionalidad estadunidense, en 1990 se enroló en la base militar Fort Huachuca, al sur de Arizona, y ahí conoció las mejores estrategias contra los cárteles mexicanos, lo que le permitió resaltar entre otros jefes, según los documentos del DOJ.
El Jabalí desertó poco después para unirse al crimen e inculcó en varias crías lo aprendido en Estados Unidos: emboscadas, entrenamientos y uso de armas largas.
Cuando supo que los Beltrán Leyva se aliaron con Los Zetas para declarar la guerra al Mayo y al Chapo, decidió usar a su mejor aprendiz para vengar esa traición: El Gigio, quien ya se había hecho de su propia reputación como un criminal despiadado.
Así, sin enrolarse en el Ejército de Estados Unidos, El Gigio tuvo acceso directo al conocimiento de la milicia estadunidense y lo aplicó en diciembre de 2009, cuando irrumpió en las casas de seguridad de los Beltrán Leyva y Los Zetas en Nogales, Sonora.
Su sadismo y su capacidad para replicar operativos militares para aniquilar a los traidores del Cártel de Sinaloa lo hicieron, de inmediato, amo y señor de la frontera con Arizona.
Un año más tarde, en 2010, El Jabalí fue detenido en Santa Ana, Sonora, a una hora de Nogales y Gigio se encumbró como nuevo jefe de esta ciudad –a la que suelen llamar “La Nogalera”–, una de las mayores puertas de drogas hacia Estados Unidos y hoy objetivo de la Operación Plaza Spike.
El inesperado novato superaría al maestro al asumir el rol de la mano derecha del Mayo Zambada con apenas 41 años.
En los años siguientes, Sergio Valenzuela Valenzuela probó ser un elemento crucial para El Mayo. No sólo consolidó la plaza de Nogales como una de las rutas narcóticas más rentables del país, sino que se posicionó como el señor de las guerras: el encargado de anunciar a enemigos de Ismael Zambada que el viejo capo les declaraba un conflicto armado por meterse en sus territorios.
Según la ficha del DOJ, hay tanta confianza entre El Mayo y El Gigio que en noviembre de 2013 el primero encargó al segundo que realizara los arreglos necesarios para que su hijo Serafín Zambada Ortiz cruzara hacia Nogales, Arizona, para entregarse voluntariamente a autoridades de Estados Unidos con el objetivo de negociar la exoneración de sus delitos a cambio de colaboración con la justicia.
El Gigio orquestó esa rendición y Serafín Zambada se volvió hombre libre tras sólo 66 meses en prisión, evitando una cadena perpetua. Aquello selló la amistad entre el jefe de plaza y la leyenda del narcotráfico.
Para entonces, El Gigio ya sabía más por viejo que por diablo. Y entre 2015 y 2016 se alió con distintos criminales del norte del país para emular con éxito lo que fallidamente intentaron los Beltrán Leyva a principios de siglo: tener varios brazos armados independientes para un mayor control territorial de Sonora.
Así, en silencio, nacieron células armadas a su servicio como Las Malas Mañas y Los Soldados de Plomo, con líderes subalternos como Jorge Damián Román Figueroa y Joel Alexandro Salazar Ballesteros, pero una célula resaltaría por su violencia y su leyenda asociada a la brujería: sicarios y traficantes autonombrados Los Siete Demonios.
Ellos fueron los que hace ocho años ayudaron al Gigio a encumbrarse como “rey del fentanilo” en Nogales. Y también los que lo llevaron a ser hoy etiquetado como el criminal most wanted (más buscado) de Estados Unidos en México.
Los “demoniacos”
Los militares que desde el sexenio pasado están asignados al norte de Sonora cuentan que El Gigio probablemente aprobó el nombre de “Los Siete Demonios” por su afición a leer la Biblia, y se habría inspirado en el pasaje de Los Siete Hombres de Fe elegidos para servir a Dios con incondicionalidad.
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En el Antiguo Testamento se llaman David, Gedeon, Sansón, Jeremías, Nehemías, Josué y Samuel, pero en Nogales tienen alias como El Loco, El 63 o El 20, quienes tendrían entre sus tareas intensificar el paso de migrantes indocumentados, el tráfico de armas y desde 2016 el envío de fentanilo hacia Estados Unidos, un negocio entonces nuevo y fuera del radar de autoridades y medios de comunicación.
Los Siete Demonios son el pilar del poder de Sergio Valenzuela Valenzuela y de Ismael El Mayo Zambada en Nogales. Sus ojos, manos y piernas. Leales hasta la muerte, cada uno de esos siete tiene un pelotón que atraviesa diariamente los desiertos de Sonora y Arizona y que está formado por jóvenes de entre 18 y 25 años.
“La revelación del alcance de Los Demonios en Estados Unidos (...) indica que el Cártel de Sinaloa sigue dependiendo de células específicas a cargo de territorios o economías criminales, que responden a un comando central”, publicó en 2019 el think tank de crimen organizado Insight Crime.
La última tarea del Gigio como señor de las guerras del Mayo, fue declarar la guerra a Los Chapitos en Nogales. A través de él, el compadre del Chapo Guzmán anunció a sus sobrinos que ya no son bienvenidos en el desierto, un lugar que requiere quietud y sigilo, no fiestas y escándalos hasta la madrugada.
Como respuesta, Los Menores crearon un brazo armado especial para responder al agravio: La Gente Nueva del Cazador, encargados de dar muerte a todo lo que huela a la vieja guardia del Cártel de Sinaloa.
Su objetivo prioritario es El Gigio, los demonios que lo cuidan y otros tres brazos armados que lo protegen entre dunas, yermos y peñascos.
Ahora El Gigio, de hoy 54 años, deberá sumar a sus perseguidores al gobierno de Estados Unidos, el que formó en sus filas al hombre que le enseñó mucho de lo que sabe del crimen organizado.
EHR