Personajes como Joaquín El Chapo Guzmán o Ismael El Mayo Zambada han pasado a la historia de México como dos líderes criminales que lograron establecer redes transnacionales del tráfico de drogas.
Si bien tanto su nombre como su rostro ha sido difundido por autoridades mexicanas y estadunidenses bajo el eslogan de “los más buscados”, para que el Cártel de Sinaloa se ubicara en la cúpula del narcotráfico en México se valieron de múltiples socios que, aunque no han acaparado la misma atención mediática que grandes capos, figuraron como pieza clave para sus actividades delictivas.
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Uno de sus principales colaboradores en Baja California fueron -y continúan siendo- el clan familiar conocido como Los Garibay, cuya historia no solo se ha escrito entre violencia y tragedias, sino también a través de uniones prohibidas.
Doña Blanca y Don Manuel
A mediados de la década de los 80’s, una mujer identificada como Blanca Félix Ochoa salió de Culiacán, Sinaloa -su ciudad natal- con el objetivo de alcanzar una mejor calidad de vida en Estados Unidos y, de este modo, regresar por su pequeña hija Brenda que parió en 1982 con un hombre que fue asesinado poco tiempo después en la capital sinaloense, según da cuenta un relato reconstruido por la periodista Anabel Hernández.
Blanca nunca imaginó que su destino daría un giro radical al encontrarse con Manuel Garibay Espinoza, un joven michoacano que también se encontraba en calidad de indocumentado en el país vecino.
Fue cuestión de tiempo para que la pareja se enamorara perdidamente y prueba de ello fue el hijo que procrearon en 1984 y al cual registraron como Manuel Garibay Félix, aunque tiempo después sería mejor conocido como Manuelón o El Gordo.
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Según información plasmada por Anabel Hernández en su libro Emma y las otras señoras del narco, Blanca era familiar lejana de los Arellano Félix, una organización delictiva situada en Baja California que coordinó el envío de droga a Estados Unidos en la ciudad de Tijuana. Por ello, se presume que fue ella quien introdujo a Manuel en el mundo delictivo.
La pareja dio sus primeros pasos en el mundo criminal con una flota de autos que contaban con compartimientos secretos en los cuales ocultaban los cargamentos de droga para traficarlos al país de las barras y las estrellas.
“La misma Blanca manejaba algunos de los vehículos y pasaba los cargamentos al otro lado con papeles falsos”, apunta Anabel Hernández en su libro Emma y las otras señoras del narco.
En un inicio Doña Blanca y Don Manuel prestaban sus servicios para los Arellano Félix, sin embargo, tiempo después dejaron de trabajar para el también llamado Cártel de Tijuana y se aliaron con un importante capo del Cártel de Sinaloa: Ismael El Mayo Zambada.
El clan familiar
Al ver las acaudaladas ganancias que el tráfico de drogas dejaba para la pareja, José Luis y Gerardo Garibay Espinoza -hermanos de Don Manuel- se sumaron al lucrativo negocio. Poco a poco, el clan familiar comenzó a escalar importantes peldaños en el mundo del narcotráfico.
El negocio prosperaba y los millonarios ingresos comenzaron a llamar la atención de autoridades estadunidenses, quienes comenzaron a seguir de cerca la pista de la célula delictiva. Fue así como en 1995 fue aprehendido Manuel Garibay Espinoza, acusado en el Distrito Sur de California de traficar cocaína y marihuana.
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Tras firmar un acuerdo de culpabilidad y convertirse en un fiel testigo colaborador para el Departamento de Justicia, Don Manuel fue liberado en el año 2000, sin embargo, durante el tiempo que estuvo preso sus hermanos asediaron con brutales episodios violentos el valle de Mexicali.
“Asesinaban sin razón ni piedad. Según medios de comunicación de esa región, organizaron una gavilla uniformada con trajes negros y armas de alto poder que comenzó a secuestrar empresarios y profesionistas de la zona”, apunta el relato de Anabel Hernández.
Manuel Garibay Espinoza saboreó durante muy poco tiempo la libertad y, decidido a regresar al negocio delictivo, violó las condiciones impuestas por autoridades estadunidenses y se giró una nueva orden de aprehensión en su contra.
Las uniones prohibidas
Pese a asumir el liderazgo y reconocimiento de importantes capos del hampa del país, Doña Blanca tenía una cuenta pendiente con su hija Brenda, a quien abandonó para irse a Estados Unidos. La joven creció sin ninguna carencia económica pero también con la ausencia de su madre, un hecho que le generó un rencor que tiempo después se transformaría en tragedia.
En su afán de redimir sus errores, Blanca Félix Ochoa se llevó a su hija adolescente a vivir con ella y su nueva familia en una propiedad de Yuma, Arizona. Aquella decisión marcaría para siempre el rumbo de Los Garibay.
En el año 2000, Don Manuel había vuelto a encabezar el clan familiar, Brenda tenía 18 años y Manuel Garibay tan solo 16.
“El rencor hacía su madre y su familia había crecido a tal punto que viviendo bajo el mismo techo, en la residencia de Yuma, antes de que Doña Blanca perdiera la casa, sedujo a su propio hermano por venganza. Comenzaron a tener una relación sentimental y carnal. Incestuosa y tortuosa”, se lee en una parte del libro Emma y las otras señoras del narco de Anabel Hernández.
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Aquel romance prohibido comenzó a generar tensiones entre la familia, mismas que se acrecentaron luego de que en 2001 Brenda fuera arrestada y deportada a México desde Arizona. Dicha situación generó en El Gordo una gran frustración, no obstante, buscó los medios para seguir su amorío con su media hermana al mismo tiempo que escalaba posiciones de liderazgo en la organización delictiva de sus padres.
Los años transcurrieron y el nombre de Manuel Garibay Félix comenzó a resonar en Mexicali, Baja California y en San Río Luis Colorado, Sonora por seguir los pasos de su padre y tíos.
“Dicen que El Gordo tenía al diablo en los ojos y la maldad de su padre tatuada en el alma, incluso afirman que era peor. Porque al menos su padre aprendió a ser diplomático, mientras que su hijo era déspota y prepotente. Quienes lo conocieron afirman que era un hombre que inspiraba miedo”, describió Anabel Hernández al heredero de Los Garibay.
Las investigaciones realizadas por la reconocida periodista indican que Brenda quedó embarazada de su hermano y, para disimular el incesto, se casó con otro muchacho. Poco pudieron hacer para ocultar su relación amorosa cuando nació su hija, pues su parecido físico con El Gordo era innegable.
Aunque Manuel Garibay Félix era un residente legal de Estados Unidos, cuando estaba por cumplir 25 años fue detenido en California luego de que oficiales se percataron de que contaba con una orden de aprehensión girada por la entonces Procuraduría General de la República (PGR).
La dependencia mexicana lo acusaba de de formar parte de la célula delictiva de Los Garibay junto a su padre y tíos lo que se tradujo en cargos por delincuencia organizada, delitos contra la salud, acopio de armas, homicidio calificado, secuestro y robo con violencia, por lo que fue extraditado a México en 2009.
Una vez en el país azteca, Manuel Garibay Félix ingresó al penal de Puente Grande en Jalisco, el cual a lo largo de los años se consolidó como uno de los más fáciles de corromper en cuestión de funcionarios penitenciarios y altos mandos de la Secretaría de Seguridad de Jalisco.
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El Gordo terminó por adueñarse de la prisión, controlaba desde su interior el envío de drogas y la venta dentro del mismo penal. Recibía las visitas que quería, ordenaba comida de los mejores restaurantes e, incluso, amenizaba sus fiestas con bebidas alcohólicas y los grupos musicales de su preferencia como fue el caso de la Banda Cuisillos o la MS, según refiere Anabel Hernández.
Con las autoridades compradas y sin nada más que temer, El Gordo y su hermana Brenda se casaron al interior del penal en una celebración poco discreta pero sumamente controversial tanto para la opinión pública como para Doña Blanca, madre de ambos novios.
En junio de 2012, tras una serie de amparos fue liberado Manuel Garibay Félix una decisión que también presagió su final pues tan solo un año después fue encontrado sin vida en un paraje de una carretera a Zapopan.
Supuestamente, miembros del Cártel de Sinaloa habrían mandado a asesinar a El Gordo al pensar que había traicionado a El Mayo luego de que se le viera en una fiesta de un líder criminal de un grupo rival de la organización en San Luis Río Colorado, Sonora.
No obstante, de acuerdo con el relato de Anabel Hernández, en aquella ocasión el primogénito de Doña Blanca y Don Manuel había acudido a buscar a su hermana y esposa Brenda luego de una discusión. No traicionó a la organización pero sí cayó en una trampa.
El deceso de El Gordo y los múltiples encarcelamientos de Don Manuel dejaron a la deriva el liderazgo de Los Garibay, hasta que otro miembro del clan familiar tomó el mando.
Se trató de Luis Alfredo Garibay Félix -sobrino de Manuel-, quien se alió con otra célula delictiva que opera en Sonora para el Cártel de Sinaloa: Los Salazar.
Tiempo después en Baja California comenzó a cobrar relevancia un nuevo brazo armado conocido como Los Rusos, los cuales habrían sido enviados por El Mayo Zambada para “renovación” en las operaciones. Aquella decisión no fue bien recibida por Los Salazar y Los Garibay por lo que buscaron aliarse con otra facción del Cártel de Sinaloa que le disputaba el control del territorio al capo sinaloense: Los Chapitos.
Fue así como, en una nueva alianza con los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, Los Garibay y Los Salazar continúan encabezando una sanguinaria guerra que permea hasta la actualidad por el control de plazas y rutas en Baja California y Sonora.
ATJ