Los agentes antidrogas en Estados Unidos tienen un nombre para un tipo de autobuses sospechosos que cruzan la frontera desde México. Les llaman “ghost buses”, camiones fantasma, porque circulan con los asientos vacíos. El hallazgo de este mecanismo de tráfico de drogas y la mano de hierro con la que actuó la entonces fiscal de California, Kamala Harris, debió causarle más de un sobresalto a Joaquín 'El Chapo' Guzmán.
Aquel vehículo blanco, turístico y de 44 plazas cumplía con esas características: entre enero y mayo de 2016 hizo un viaje sin pasajeros cada dos semanas, desde Baja California hasta California, siempre de madrugada. Esa rutina llamó la atención del equipo especial antidrogas de Los Ángeles, mejor conocido por las siglas en inglés LA IMPACT, y pidió a las autoridades fronterizas avisar si se le veía de nuevo por suelo estadounidense.
Definitivamente, algo no estaba bien. Las sospechas se avivaron el 31 de mayo de 2016, a las 4 de la mañana, cuando recibieron la alerta de que, de nuevo, el “ghost bus” cruzaba la garita de San Ysidro desde Tijuana y sin pasajero alguno.
De inmediato, los agentes siguieron discretamente el camión hasta un taller mecánico rotulado como Jimenez Auto Electric, en el barrio de Wilmington, al sur de Los Ángeles. Ahí, creyendo que nadie los observaba, tres hombres descendieron y comenzaron a descargar paquetes envueltos en cinta metálica que sacaban de un compartimento secreto. Había que detenerlos e interrogarlos, pero tenían un problema: los agentes no llevaban un permiso oficial para entrar a una propiedad privada. Sin la orden de un juez, no serviría de nada.
Apenas amaneció, el equipo LA IMPACT buscó ante la justicia una orden de cateo extraordinaria. Cada minuto daba a los sospechosos la oportunidad de fugarse. Luego de tres horas de una tensa espera, a las 9 de la mañana, los agentes antinarcóticos por fin obtuvieron luz verde para irrumpir legalmente en el inmueble 545 del bulevar North Avalon. Los paquetes metálicos resultaron ser ladrillos de cocaína. En total, 83 kilos. Los tres traficantes aseguraron tener 50, 48 y 33 años, ser mexicanos y trabajar para una célula del Cártel de Sinaloa que había hecho del estado de California su centro de distribución.
Aquel martes por la noche la Fiscalía General de California presumió el decomiso en un boletín de prensa. El título festejaba el operativo: esa droga tenía un valor de 10 millones de dólares. Un golpe seco contra la organización de Joaquín Guzmán Loera. El mensaje estaba firmado por la fiscal, conocida por su mano dura y risa escandalosa. Futura vicepresidenta y quien está ahora por conseguir la nominación presidencial demócrata para intentar vencer al republicano Donald Trump: Kamala Harris.
Kamala Harris: de 'fiscal de hierro' a la posible primer presidenta de EU
Quitarle 10 millones de dólares al Cártel de Sinaloa no es poca cosa, pero hacerlo en mayo de 2016 era aún más trascendental. El Chapo necesitaba desesperadamente recursos para financiar otro escape de una cárcel mexicana o armar un costoso equipo legal que evitara su extradición a Estados Unidos, pues cuatro meses antes, el 8 de enero, había sido detenido por última vez, tras 181 días como prófugo.
En aquellos meses, cada peso conseguido por el cártel estaba destinado al blindaje de su fundador. Tanto en México como en Estados Unidos, quien interfiriera con el dinero corría el riesgo de ser asesinado. Probablemente, la fiscal Kamala Harris lo sabía y, aún así, decidió arrebatarle unos 200 millones de pesos al narcotraficante más famoso del mundo cuando más necesitaba fondos para volver a ser un hombre libre.
“Las organizaciones criminales transnacionales aterrorizan nuestras comunidades, trafican grandes cantidades de drogas y armas ilegales en nuestros vecindarios, y socavan la seguridad pública”, dijo la entonces fiscal Kamala Harris con una pose triunfalista. “Y sepan que no lo vamos a permitir”.
No era la primera vez que la abogada afroamericana y asiáticoamericana, de entonces 52 años, metía la mano al bolsillo del Chapo Guzmán: solo nueve meses después de jurar como fiscal general de California, el 5 de octubre de 2011, Kamala Harris ya había anunciado con orgullo que le había quitado 5 millones de dólares al Cártel de Sinaloa con un operativo en Long Beach. Eran los años en que Guzmán Loera necesitaba grandes cantidades de dinero para expandir su imperio criminal por Europa y Asia, obsesionado con volver al escaño 701 en la lista de los millonarios del mundo de la revista Forbes.
Ese arrojo se volvió clave en la transformación de Kamala Harris: hija de una científica de nacionalidad india y de un profesor de Economía de origen jamaiquino, que con 39 años se lanzó a su primera elección en 2003 y se ganó el puesto de fiscal de distrito en San Francisco, California, motivada por la historia de una compañera de preparatoria a quien la justicia le falló cuando dejó en libertad a su abusador sexual.
Aquella campaña se centró en la promesa de ser implacable contra los criminales en la tierra de asesinos célebres como Charles Manson, William Bonin, el Asesino del Zodíaco y Richard Ramírez, alias “El Acosador Nocturno”. Empezó en el tercer lugar de tres candidatos, pero su estilo bronco para debatir la llevó a un triunfo inesperado. Le tomó un año perfeccionar su estilo: demostrar su efectividad acumulando sentencias contra criminales, especialmente vendedores de droga y acusados de delitos no violentos que, a cambio de reducir su tiempo en prisión, se declararon culpables y se comprometieron a conseguir empleo.
Su reputación la hizo ganar su reelección en 2007 y, por su fama de “peleadora dura”, vino el halago en 2008 de la periodista Kate Zernike, del diario The New York Times, quien la incluyó en una lista con posibles nombres para ser la primera presidenta de Estados Unidos: “She Just Might Be President Someday”, se tituló el artículo.
Un año después, Kamala Harris publicó su primer libro, Smart on Crime, en el que se describió así misma como “dura contra el crimen siendo inteligente con el crimen”. Esa sería su carta de presentación y bajo ese perfil compitió y ganó en 2011 el cargo de fiscal general de California, haciendo historia como la primera mujer en el puesto y, tan pronto comenzó a trabajar, desató una ola de investigaciones contra cárteles dedicados al tráfico de drogas y de migrantes indocumentados. El Chapo y sus aliados, sin saberlo, se volvieron su objetivo.
Kamala Harris apenas tenía un año en el nuevo encargo cuando pidió una cita con la entonces procuradora general de México, Marisela Morales, con quien firmó un acuerdo de cooperación para combatir al crimen organizado a ambos lados de la frontera. Ese trato dio un mazazo al Cártel de Sinaloa en 2013: la fiscal les abrió expedientes criminales a Ismael 'El Mayo' Zambada, compadre del Chapo, y a dos de sus hijos, y ese mismo año ordenó reabrir las investigaciones estatales, que habían iniciado en 1996 por tráfico de cocaína.
Tenía tan estudiado al líder del Cártel de Sinaloa que incluso escribió un reporte titulado Pandillas más allá de las fronteras en el que daba recomendaciones a México sobre cómo acabarlo de una vez por todas aprovechando que, para 2014, el capo ya había sido detenido por segunda vez… aunque luego volvería a escaparse.
“Las fuerzas del orden en países extranjeros también han hecho avances constantes, como lo demuestra el reciente arresto en febrero de 2014 de Joaquín 'El Chapo' Guzmán Loera, el reputado líder del notorio cartel de Sinaloa en México. Este informe describe las estrategias que están funcionando y establece recomendaciones para combatir el crimen organizado transnacional”, escribió y firmó Kamala Harris en marzo de aquel año.
Pero dar sugerencias no era suficiente para la fiscal. Y siete meses después de publicar su reporte volvió a golpear con fuerza al capo más famoso del mundo.
Kamala Harris vs. El “Chapo” Guzmán
La fiscal Kamala Harris llamó a la estrategia Operation Road Trip. El nombre estaba inspirado en los objetivos de los agentes antinarcóticos bajo su mando: habían descubierto una pandilla llamada Los Nitro en el sur de California que transportaba vía terrestre varios paquetes con metanfetaminas provenientes de México —compradas al Cártel de Sinaloa— hasta el condado de Contra Costa en la Bahía de San Francisco.
En ese condado repleto de parques, ríos y largos, Los Nitro entregaban la droga a otra célula que operaba para El Chapo en el estado californiano, eran Los Urtiz, quienes llevaban metanfetaminas al norte con otros socios hasta cubrir todo el país. Una compleja logística criminal que pasaba por el territorio de la militante del Partido Demócrata.
Kamala Harris echó mano del veterano equipo LA IMPACT y le dio un seguimiento paulatino a los sospechosos hasta que la paciencia se agotó el 20 de octubre de 2014, cuando desató una tormenta de órdenes de aprehensión contra los miembros de las pandillas. Para evitar fugas, todos los arrestos se hicieron al mismo tiempo con una coordinación milimétrica. Uno a uno cayeron durante el operativo.
El resultado fue anunciado por una oronda Harris en una conferencia de prensa: 22 personas habían sido detenidas y se les incautaron 226 kilogramos de metanfetaminas junto con 700 mil dólares en efectivo. Solo las drogas tenían un valor callejero de entre 2 y 3 millones, es decir, lo mismo que un año después, en 2015, gastó Emma Coronel en sobornos para concretar el escape de su esposo El Chapo de la prisión de máxima seguridad “El Altiplano”, en el Estado de México. Pero las sorpresas no acabaron ahí.
Sin dar una fecha exacta, Kamala Harris reveló que la operación Road Trip ya había dado golpes secretos al Cártel: llevaba 67 arrestados, 1.82 millones de dólares asegurados y el decomiso de decenas de kilos de metanfetaminas. En total, poco más de 40 millones de dólares incautados a la organización del Chapo Guzmán. Un resultado histórico.
"Haremos lo que sea necesario con nuestros socios federales y locales para desmantelar a estas organizaciones violentas e insidiosas”, presumió Kamala Harris, quien desde entonces se perfilaba como una nueva estrella de la política estadounidense.
Aquel porrazo —sumado al del “camión fantasma” al año siguiente— le sirvió para afianzar su imagen de mano dura y llegar en 2017 al Senado con el respaldo del presidente Barack Obama y el vicepresidente Joe Biden; quien en 2019 la invitó a ser su compañera de fórmula en su campaña para negarle el paso a Trump a un segundo mandato consecutivo. Un año más tarde, la hija predilecta de Oakland, California, comenzó a trabajar en la segunda oficina política más poderosa junto al Despacho Oval.
Hoy está cerca de hacer otra vez historia: convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos ganándole, de nuevo, a Donald Trump. Lo hará con la narrativa de que ella es una veterana y dura fiscal con experiencia en poner en su lugar a los más despiadados delincuentes, aprovechando –dicho sea de paso– que el expresidente republicano ha sido encontrado culpable de 34 cargos criminales. Y si alguien duda de su historial que le pregunten al Chapo Guzmán.
Kamala Harris puede presumir que alguna vez le quitó al capo más poderoso del mundo, en un solo día, 10 millones de dólares.
ATJ/GSC