“Mi familia fue testigo de mi difícil profesión, con tiempos laborales extenuantes y esfuerzos sobrehumanos para luchar contra el crimen y violencia que vive mi país… cuando tuve la oportunidad de combatir al narcotráfico fue implacable en contra de los criminales … soy el mexicano más condecorado por los servicios de seguridad de los Estados Unidos … comparto los valores de democracia, justicia y desarrollo humano…”.
Las anteriores son algunas de las líneas de una carta escrita a mano por Genaro García Luna. A través de ellas describe pasajes de su perfil y pasado, pero la ocasión no es la redacción de sus memorias o un discurso de presentación. Las palabras, amontonadas en hojas de raya, forman parte de una apresurada misiva en la que pide clemencia, a horas de ser sentenciado por sus nexos con el crimen organizado.
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Es una estampa que retrata el ascenso y caída de un personaje que, en la primera década del actual siglo fue considerado por autoridades mexicanas y también por las de Estados Unidos como un aliado clave en la lucha contra la delincuencia trasnacional. El “super policía” o “The Mexican Hoover” lo llamaban sus colegas del otro lado de la frontera.
Pero a partir de 2019 todo eso quedó atrás. Luego de su detención a manos de aquellas agencias que consideraba sus aliadas fue trasladado a Nueva York donde una y otra vez los fiscales lo han acusado ante la Corte de “traidor”. De ser un integrante más del Cártel de Sinaloa y de haber sido cómplice de su meteórica expansión.
¿Policía? ¿criminal? O todo al mismo tiempo como aquel famoso “Dos caras”, el conocido villano de la serie de Batman.
Su carrera a la cima
Genaro García Luna se graduó como ingeniero mecánico en la Universidad Autónoma Metropolitana en 1994. Para ese momento su carrera en los servicios de seguridad mexicanos ya había comenzado, y concretamente en los de inteligencia. A finales de los 80 se había incorporado al naciente Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).
La atención al detalle, disciplina y constancia de García Luna llamaron la atención de sus superiores que, paulatinamente, lo fueron considerando en mayores funciones de mando. Su habilidad para colocarse en sitios clave en el nacimiento de nuevas agencias fue el sello que distinguió su carrera.
Así en 1999 llegó a la refundada Policía Federal Preventiva, una evolución de la antigua Policía de Caminos, pero con un área nueva de inteligencia en la que García Luna encontró su plataforma de crecimiento. De ahí saltó a la entonces Policía Judicial Federal con la misión de emprender una depuración de los malos elementos ordenada por el entonces procurador Rafael Macedo.
Siempre de bajo perfil su constancia no pasó desapercibida y, nuevamente, fue el elegido en 2001 para refundar dicha corporación policial en el naciente sexenio del presidente Vicente Fox. Así se convirtió en jefe de la Agencia Federal de Investigación, una corporación que no solo apostaba por la investigación del delito sino por proyectar una imagen renovada. Una especie de FBI a la mexicana: nuevos uniformes, nuevas instalaciones y mucha más tecnología.
Fue en ese periodo cuando los agentes de los Estados Unidos, y concretamente de la Agencia Antidrogas DEA comenzaron a referirse a García Luna con el mote de “The Mexican Hoover”, el “Hoover mexicano” en referencia al legendario e implacable ex director del FBI, J. Edgar Hoover.
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Jefe máximo y punto de inflexión
El sexenio del presidente Felipe Calderón en 2006 se tradujo en el encumbramiento de García Luna en la cima del poder. El presidente panista decidió nombrarlo como secretario de Seguridad Pública Federal y encomendarle la creación de una nueva y super poderosa policía federal, con múltiples tareas no solo de prevención del delito, sino de investigación e inteligencia.
Potenciado con los millones de dólares del “Plan Mérida”, García Luna fue implacable en el empoderamiento de su policía a costa incluso de los recursos de otras instituciones del propio Estado como su ex corporación, la AFI, que perdió recursos humanos e instalaciones, situación que incluso derivó en un enfrentamiento entre agencias y el distanciamiento definitivo de Genaro con el entonces procurador Eduardo Medina Mora.
Las presentaciones de posibles delincuentes en llamativas conferencias de prensa, la realización de una serie de televisión y los constantes recorridos con medios incluyendo operativos videograbados siguieron siendo parte de la estrategia de mediatización de la justicia de Genaro y sus colaboradores cercanos.
Sin embargo, fue justo esa estrategia lo que propició el primer golpe y punto de inflexión de su carrera, cuando se documentó que la Policía Federal había recreado la detención de una banda de secuestradores y el rescate de unas víctimas. Una de las detenidas resultó ser una ciudadana de origen francés, Florence Cassez, quien denunció que su caso era un “montaje” situación que incluso generó una crisis diplomática entre México y Francia.
A partir de dicho incidente la frecuencia y perfil de las detenciones de la Policía Federal comenzaron a bajar ostensiblemente. Aunque García Luna se mantuvo hasta el último día del gobierno de Calderón en el puesto sus apariciones se volvieron casi inexistentes y para 2013 preparó, junto con su familia, su mudanza hacia los Estados Unidos.
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Autoexilio y caída
Reconvertido en contratista y aludiendo razones de seguridad García Luna se mudó a los Estados Unidos donde radicó entre Florida y Texas. De acuerdo con información difundida por el mismo, por investigaciones periodísticas y por datos del gobierno de México, el ex funcionario fundó varias firmas de seguridad junto con socios privados, entre ellos Alexis Weinberg, y obtuvo contratos públicos en nuestro país.
Aunque García Luna defendió la licitud de dichos negocios, para el gobierno federal estos contratos, que comprendían supuestos servicios de videovigilancia y espionaje, representaron un daño al erario de varios miles de millones de pesos.
En 2019, con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México, comenzaron las revisiones por supuestos sobrecostos para construir penales federales cuando fue funcionario. De forma paralela el muy mediático juicio de Joaquín, El Chapo, Guzmán en Nueva York arrojó las primeras versiones sobre una presunta protección del connotado ex funcionario de seguridad hacia el Cártel de Sinaloa.
El 9 de diciembre de 2019 agentes federales de los Estados Unidos detuvieron en la ciudad de Dallas, Texas a Genaro García Luna. El caso tomó por sorpresa al propio ex secretario que aun con las versiones sobre supuestas ligas con criminales se sentía protegido por las autoridades estadounidenses que antes fueron sus aliadas.
El resto es historia reciente y conocida. Los fiscales acusaron a García Luna de recibir desde los tiempos de la AFI millones de dólares de parte del Cártel de Sinaloa para permitirle que este se empoderada en su misión de traficar drogas a los Estados Unidos. Lo hizo, dijeron los fiscales ante la Corte, traicionando la confianza que el gobierno de ese país y sus colegas en México depositaron en él.
El caso se sostuvo coyunturalmente en testigos, la mayoría de ellos ex integrantes del cártel, que de forma directa y otros de oídas hablaron sobre la protección de García Luna. En febrero de 2023 un jurado consideró la evidencia suficiente para declarar culpable de todos los cargos al ex secretario de Seguridad Pública en México.
En nuestro país, en tanto, la Fiscalía General de la República (FG) ha impulsado y obtenido órdenes de aprehensión en contra de García Luna, su esposa y sus ex socios por casos de corrupción y enriquecimiento ilícito.
El ex super policía, el “Hoover mexicano”, terminó siendo acusado penalmente en ambos lados de la frontera.
aag