Una llamada entró a su celular cerca de las 18:30 horas. Era su esposa. Sacó su teléfono, miró la pantalla y apenas colocó el celular en su oído derecho, delante del policía Felipe—a quien llamaremos así por seguridad del oficial de la Ciudad de México—dos automóviles que estaban estacionados le cerraron el paso a la camioneta de paquetería que venía custodiando en el municipio de Naucalpan, Estado de México.
En aquellos vehículos había cerca de seis hombres armados y abrieron fuego contra el elemento de la Policía Bancaria e Industrial (PBI) y el conductor de la camioneta de una empresa privada. Los ladrones iban con todo y por todo.
Felipe apenas había cortado cartucho de su arma de cargo, cuando los delincuentes dispararon y él se tiró al suelo de la camioneta asomando su pistola para repeler la agresión y salvar la vida del chofer como la de él.
Durante unos diez segundos, el oficial y los asaltantes se agarraron a balazos, según registraron las cámaras de seguridad de la camioneta, pero uno de los agresores quedó en el suelo metros más adelante y murió en el lugar.
Cuando el elemento de la PBI y el chofer creyeron que el peligro había terminado, los asaltantes—que habían avanzado unos cuantos metros—volvieron a disparar en repetidas ocasiones, pero en ese momento la pistola del policía Felipe se encasquilló dejándolo en desventaja ante los asaltantes quienes optaron por huir y abandonaron en la calle a su cómplice.
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Los hechos ocurrieron el 10 de octubre pasado sobre avenida Venustiano Carranza y calle 16 de Septiembre, colonia Lázaro Cárdenas, cuando el policía Felipe y un empleado de una empresa privada estaban a unos minutos de acabar el turno e ir a guardar la unidad.
Una vez que los asaltantes se fueron, el policía se percató que tenía sangre en el oído derecho y el conductor estaba herido en el brazo derecho. De inmediato comenzó a pedir ayuda a su base reportando lo que había pasado.
“¡A la hora, a la hora, nos estaban atacando!, ¡ya tengo un muerto jefe, nos estaban disparando!, ¡rápido, rápido!”, gritó pidiendo una ambulancia diciendo que lo habían herido; “¡Rápido, me estoy desangrando!”, insistió desesperadamente y después optaron por resguardarse en la parte trasera de la camioneta, mientras llegaba el apoyo y los servicios de emergencia para valorar la salud de ambos.
En entrevista con MILENIO, el policía recuerda que los delincuentes no dejaban de disparar pese a que se alejaron unos metros de la camioneta y él repelió el ataque, pero durante la primera agresión se acabó un cargador de balas. Cuando los asaltantes notaron que él ya no disparaba, ellos se echaron de reversa y abrieron fuego de nuevo.
“En cuestión de segundos agarré mi otro cargador, volví a agarrar el arma que traía a mi cargo y vuelvo a repeler la agresión y se dan a la fuga. El operador me dijo ‘¡Me acaban de dar, me acaban de dar!’ y yo sentí sangre también en el oído, la verdad sentí que me habían dado en la cabeza. Dije voy a perder aquí el conocimiento y ya fue, y así, uno piensa en esos momentos que ya se iba a morir uno y eso fue lo que logré sentir y de volada me volví a activar y volví a reaccionar para que no nos hicieran nada”.
Tras la balacera Felipe volteó a los lados de la calle para confirmar que los delincuentes no estuvieran. Abrió la mampara de la camioneta y pasó para atrás primero al chofer, mientras él revisaba su arma y se dio cuenta que sólo le quedaban cuatro balas. Mientras la ambulancia llegaba, vecinos que pasaban por ahí se acercaron a ver el cuerpo del ladrón y la camioneta baleada, pero el oficial de la PBI les pedía que se alejaran para preservar la escena donde ocurrieron los hechos y no se perdiera alguna evidencia.
El policía de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), quien dice creer en Dios, siente que la llamada de su esposa fue una señal de alerta que le hizo voltear al frente y ver aquellos dos automóviles sobre la calle y así lograr reaccionar a tiempo.
“Después de que pasó todo me volvió a llamar mi esposa y me preguntó por qué no le contesté. Yo tranquilamente, para que no se exaltara, le dije ‘tranquilízate, mira, estoy bien dentro de lo que cabe, no te me vayas a espantar, pero acabo de frustrar un robo y nos agarramos a balazos’ (…) se espantó, pero se tranquilizó”.
En la balacera, describe, la adrenalina estaba por encima del miedo en él. Haciendo un análisis de cómo fueron sorprendidos, consideró que los delincuentes ya los habían estudiado, es decir, sabían la ruta de la camioneta que asaltarían y la hora por la que pasaría antes de llegar al domicilio donde sería guardada.
“Recuerdo que cuando hice mi segundo cambio de cargador se me encasquilla mi arma y tuve que volver a reaccionar rápido y otra vez a detonar (…) la verdad todo te pasa, tanto el miedo de que no vayas a salir de ahí. El operador gritándome ‘¡me acaban de herir!’ y luego yo sintiendo la sangre que me salía, la adrenalina hace que reacciones. Vi la vida en segundos, no se lo desearía a nadie ni al enemigo, es algo que no quisiera volver a pasar”, dice conmocionado y reflexivo.
"El miedo es algo que no se te quita"
Cerca de 15 minutos después del enfrentamiento llegaron policías municipales de Naucalpan y de la Ciudad de México para brindar apoyo, no obstante, el tráfico en la zona impidió que pudieran estar ahí antes.
“Siento que fue tardado, se me hizo una eternidad y hubiera sido un poco mejor sin tráfico, pero es una zona muy frecuentada”. El chofer, recuerda, “se veía con miedo, estaba temeroso de que el impacto (de bala) lo fuera a dañar y hasta uno piensa que fuera a perder la vida”, pero logró calmarlo mientras llegaban los paramédicos.
Felipe reconoce que pese a que ya había más policías en el lugar, creía que los ladrones regresarían pues, dice, “el miedo es algo que no se te quita” y hasta ahora aún se siente temeroso al creer que los delincuentes “anden caminando y puedan disparar”.
“Es difícil la verdad lo que me pasó. Uno nunca sabe lo que puede pasarte y el contarlo ahorita (…) sí está uno con miedo todavía”, expresa, pero “uno trata de salir adelante” y se encomienda a Dios. Al contar su historia a su familia, "la verdad es triste" pensar y sentir que tal vez ya no regresaría a casa. "Estuve pensando muchas cosas, qué hubiera pasado si no hubiera reaccionado, ya no estaría aquí, ya estuviera en otro lado, no sé. Ya no estuviera viendo a mi familia".
Luego de ver el video del ataque se dice impactado por la forma en cómo actuó, se sincera y pese a ello sintió tristeza ver todo lo que pasó, pero al final del día reconoce que como policía es parte de su trabajo. "Si me volvieran a decir que si seguiría haciendo lo mismo por cuidar la vida de los demás y la mía, pues yo creo que lo volvería a hacer".
Con siete años como policía de la Ciudad de México, el elemento de la PBI es la primera vez le toca una agresión así, pero su valentía y arrojo le valió que el Pablo Vázquez, secretario de Seguridad Ciudadana lo felicitara y ascendiera de cargo, situación que le emociona tanto. "Sientes alegría porque al final de cuentas de todo lo malo hay algo bueno".
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