Victor Lustig, el hombre que "vendió" la Torre Eiffel dos veces

El también conocido como conde Lustig llegó a estafar hasta a Al Capone. Te contamos sus aventuras.

Las estafas de Victor Lustig. (Diseño: Rafael Mejia).
Francia /

Uno de los monumentos turísticos más importantes en el mundo es la Torre Eiffel, el cual ha cobrado relevancia debido a los Juegos Olímpicos de París 2024; sin embargo, no siempre fue muy bien recibido por los parisinos, quienes consideraban que su estilo arquitectónico rompía con el de la ciudad del amor.

La Torre Eiffel tardó dos años en construirse; la intención fue que estuviera lista para la Exposición Universal de 1889 en París —en el marco de la conmemoración de la Revolución Francesa— por lo que los parisinos tenían la esperanza de que fuera removida tras la celebración.

Sin embargo, el monumento ha perdurado a lo largo de los años, ocasionando, en su momento, serios problemas que fueron aprovechados por Victor Lustig, un estafador que logró "vender" la Torre Eiffel dos veces al mejor postor. Te decimos cómo lo logró.

¿Quién era Victor Lustig?

Victor Lusting, como se hacía llamar en el mundo de la opulencia, nació en la ciudad de Hostinné, en República Checa, el 4 de enero de 1890. Según registros de la época, su nombre era Robert V. Mille, pero él sabía que para mezclarse entre la clase alta y llevar a cabo sus fechorías tenía que crear un personaje.

De ahí que en los libros de historia a este hombre se le conoce como el conde Lustig, quien solía actuar de manera refinada, locuaz y encantadora para ejercer su poder sobre sus víctimas. Victor emigró de su país natal al Oeste de Europa, donde aprendió a hablar varios idiomas de manera fluida; sin embargo, sus grandes estafas las cometió en la ciudad de París, Francia; y Nueva York, Estados Unidos.

“El conde Victor Lustig, un hombre que hablaba varios idiomas y se vanagloriaba de su refinada cultura, fue uno de los grandes estafadores de los tiempos modernos. Era famoso por su audacia, su tenacidad y sobre todo, por su conocimiento de la psicología humana. En pocos minutos era capaz de analizar a una persona y detectar sus puntos débiles; poseía una suerte de radar para identificar a sus víctimas”, se muestra en el libro Las 48 Leyes del Poder de Robert Greene.
Victor Lustig ganó millones de dólares gracias a sus estafas.

¿Cómo vendió la Torre Eiffel?

En el año de 1925, Francia se encontraba recuperándose de los estragos económicos de la Primera Guerra Mundial (1914), por lo que el gobierno de París se planteaba derrumbar la Torre Eiffel, ya que los gastos de mantenimiento del monumento eran muy elevados.

Victor Lustig leyó un artículo en el periódico sobre la idea de que la Torre Eiffel se estaba convirtiendo en “un montón de chatarra”, por lo que de inmediato ideó un plan para ponerla a la venta, aunque esta no le pertenecía.

El conde convocó a cinco de los más importantes comerciantes de chatarra de Francia a una reunión confidencial en el hotel Crillón —el más lujoso de aquel momento en París— donde el estafador se presentó como Monsieur Lusting, director general del Ministerio de Correos y Telégrafos.

El hotel Crillón era el más lujo de París en los años 90.
Sorprendidos por el lujo y después de un par de tragos, Lustig dijo: “Señores, éste es un asunto urgente que exige absoluta confidencialidad. El Gobierno tendrá que demoler la Torre Eiffel (…) Señores, están invitados a presentar al gobierno sus ofertas”.

Aprovechando el rumor que circulaba en los medios de comunicación sobre la importancia de reparar el monumento, Lustig explicó que el gobierno de París no podía darse el lujo de gastar millones de pesos, además de que el pueblo no apoyaría el gasto debido a que nunca estuvo contento con la construcción, mientras que los turistas la terminarían olvidado con el paso de los años.

Posteriormente, el estafador les entregó a los comerciantes una hoja con el monto que ‘el gobierno’ esperaba recibir por el monumento y la cantidad de metal con la que fue construido, lo que rápidamente hizo que los posibles compradores se imaginaran el dinero que podían conseguir si compraban la Torre Eiffel. 

Finalmente, Lustig trasladó a los comerciantes —en una lujosa limusina— del hotel a la Torre Eiffel, donde hicieron un recorrido en el que el conde les platicó divertidas anécdotas sobre el monumento. Al término del recorrido, el estafador le dijo a los posibles compradores que tenían cuatro días para hacer una oferta formal.

A pesar de que Lustig intentaba endulzar el odio a los comerciantes y vislumbrarlos con la limusina, lo que en verdad quería era identificar a la persona que mostrara mayor entusiasmo y que sería más fácil estafar, por lo que tras el recorrido en la Torre, el conde ya sabía que su víctima sería el Monsieur Poisson.

Lustig visitó la Torre Eiffel para identificar a la persona que sería más fácil de estafar.

Tras el término del lapso señalado por Lustig, el estafador recibió, por cartas, las propuestas económicas de los presuntos compradores; sin embargo, sin importar la cantidad que ofrecían el conde escogió a Monsieur Poisson, a quien le pidió verlo de nuevo en el hotel Crillón para cerrar el trato.

Sin embargo, ese día Monsieur Poisson comenzó a sospechar sobre el negocio, el comerciante se preguntaba por qué las reuniones tenían que ser en un hotel y no en una oficina de negocio, por lo que sus dudas se trasladaron al tono de voz con el que hablaba, situación que el conde notó enseguida.

Ante esto, Lustig dejó de hablar del trato y comenzó a platicarle al Monsieur Poisson que tenía problemas económicos para mantener su estilo de vida, por lo que le insinuó que si quería conseguir la Torre Eiffel le tenía que dar un soborno por adelantado. Ésto hizo que el comerciante se tranquilizara, pues sabía con certeza que estaba tratando con un funcionario del gobierno corrupto.

Por lo que Monsieur Poisson accedió a comprar la Torre Eiffel en 250 mil francos, lo que equivalía en esa época a casi un millón de dólares; además accedió a darle dinero extra como soborno para asegurar la venta; todo esto a cambio de la promesa de que recibiría un papel que lo avalaría como el dueño del monumento.

Al cabo de unos días, Monsieur Poisson no recibió ningún comprobante de pago, por lo que comenzó a investigar y descubrió que en el ministerio no había ningún trabajador con el nombre Lustig; sin embargo, nunca puso ninguna denuncia contra el estafador por miedo a hacerse de una mala reputación.

Por lo que seis meses después, Victor Lustig regresó a París con la intención de vender de nuevo la Torre Eiffel, situación en la que volvió a encontrar a otro comerciante dispuesto a pagar poco más de un millón y medio de dólares, más que la primera estafa.

Lustig vendió la Torre Eiffel en dos ocasiones.

Otras estafas de Victor Lustig

La máquina que imprimía billetes

Antes de que Victor Lustig se atreviera a vender la Torre Eiffel, el estafador había practicado por años la habilidad de mentir, gracias a una de sus más grandes artimañas, la máquina que imprimía dinero.

El conde aseguraba que contaba con una máquina capaz de imprimir billetes, pero cuyo único defecto es que tardaba demasiado tiempo en funcionar, por lo que a menudo se la mostraba a grandes empresarios, quienes —después de una pequeña demostración en la que el estafador colocaba billetes sin que su víctima se diera cuenta— no dudaban en comprarla por 10 mil dólares.

Sin embargo, en una ocasión Lustig se equivocó de víctima y le vendió la máquina a un sheriff de Oklahoma, quien al darse cuenta que había sido engañado dedicó su vida a encontrar al hombre que lo había estafado.

Fue así que el sheriff rastreó a Lustig en un hotel de Chicago, hasta donde el oficial llegó y tocó la puerta de su habitación.

Una vez que el estafador abrió la puerta, encontró al sheriff apuntándole con un arma de fuego mientras lo insultaba y amenazaba con matarlo por haberlo estafado; sin embargo, Lustig nunca mostró miedo, al contrario, parecía sorprendido por las acusaciones del oficial, a quien comenzó a explicarle que había usado mal la máquina; al cabo de unos minutos, el hombre quedó completamente confundido, por lo que bajó el arma y se tranquilizó.

El conde le dijo que no se preocupara y le regresó su dinero, pero le pidió que intentara probar de nuevo la máquina y que si funcionaba, con lo que le había explicado, iría a su casa a recoger el pago por la máquina, a lo que el oficial accedió.

Días después, Lustig no dejó de revisar el periódico hasta que encontró la noticia de que un sheriff había sido detenido por distribuir billetes falsos, los cuales se trataban de los mismos que el conde le había dado como garantía. De esta manera el estafador se deshizo de un gran enemigo.

Una de las estafas más populares de Lustig era la máquina que imprimía billetes.

El día que estafó a Al Capone

No conforme con ganar millones de pesos con la venta de la Torre Eiffel, en 1926, Lustig se propuso estafar nada más y nada menos que a Al Capone, uno de los gánster más poderosos y peligrosos de la época.

Lustig visitó en una ocasión a Al Capone con la intención de pedirle 50 mil dólares, los cuales en un lapso de 60 días prometía regresárselos al doble. A sorpresa de todos los presentes en la sala, el mafioso aceptó, ya que a pesar de que en el fondo sabía que se trataba de un estafador observó en él distinguidos modales.

El estafador se fue de la sala y colocó los billetes en una caja fuerte sin ninguna intención de usar el dinero ni para gastarlo ni para duplicarlo como le había prometido al gánster.

Al término de los 60 días Lustig visitó a Al Capone, con quien se disculpó por no haber podido cumplir su palabra:

“Le pido que acepté mis más humildes disculpas. Lo siento muchísimo, señor Capone, pero el plan fracasó, es decir fracasé yo”, comentó el conde.

Tras escuchar las excusas de Lustig, Al Capone se disponía a castigarlo severamente; sin embargo, el estafador sacó de su bolsillo exactamente los 50 mil dólares que le había prestado y se disculpó nuevamente, asegurando que su negocio había fracasado y que se encontraba en un momento complicado económicamente.

Ante esto, el mafioso exclamó “usted es honesto” por lo que agarró 5 mil dólares y se los dio sin esperar nada a cambio al conde.

“Si está en problemas, aquí tiene cinco mil para sacarlo de apuros”.

Lo sorprendente del caso, es que según recuentos históricos de la época Lustig tenía como objetivo estafar a Al Capone con exactamente 5 mil dólares, sin ganar en el intento un enemigo de alto poder.

Victor Lustig fue capaz de estafar a Al Capone, uno de los gánster más peligrosos de la historia.

Fin de Victor Lustig

Durante los siguientes 10 años Lustig siguió estafando a la gente hasta que una amante lo traicionó y facilitó que las autoridades lo detuvieran; sin embargo, logró escapar de la justicia.

Aunque 27 días después, lo volvieron a detener, pero esta vez se declararía culpable de los delitos que lo acusaban, siendo sentenciado a 20 años de prisión en una isla en California, donde moriría en 1947 tras contraer neumonía.

¿Estrategia o poder? Técnicas que usaba Lustig para estafar

El escritor experto en temas de estrategia y poder, Robert Greene, ha utilizado las hazañas de Victor Lustig para explicar algunos aspectos psicológicos que hacían posible las estafas del conde.

En el caso de la venta de la Torre Eiffel, el experto explicó que nadie hubiera imaginado que vender algo tan grande como el monumento sería una estafa, por lo que el escenario era perfecto para que más de un comprador iluso cayera en la trampa de Lustig.

“Lo enorme engaña al ojo humano. Nos distrae y sobrecoge, y resulta tan evidente que no conseguimos imaginar que oculte un engaño”, escribió Greene al respecto.
Muchos expertos han estudiado a Lustig para determinar las claves de su poder.

Robert Greene asegura que Lustig era un hombre que entendía muy bien la importancia de las apariencias, por lo que siempre vestía elegante y se rodeaba de lujos, lo que en palabras del escritor: atraía la atención de sus víctimas.

“Toda esa gran atención que despertaba permitía a Lustig atraer con gran facilidad a sus víctimas, que buscaban su confianza y su compañía. Todos querían que los vieran en compañía del misterioso aristócrata”.

RM

  • Rafael Mejía Fernández de Lara
  • Hoy editor de noticias, algún día presentador de TV. La vida me puso en la sección de policía, pero yo decidí entre ser el periodista bueno o malo. Fan de los deportes

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