Al amanecer del jueves 15 de agosto, el área de la comunidad de El Ranchito, en Guadalupe, Nuevo León, se ve mal, huele peor, y una mezcla de tristeza y esperanza, además de una mala calidad del aire, es la que flota en el ambiente.
Treinta y seis horas después del incendio que consumió en ese lugar más de 80 tejabanes, algunas decenas de pobladores de ese predio irregular, ubicado a un costado del río Santa Catarina, despiertan sobre la tierra, entre el caos vehicular y las patrullas que resguardan el sitio, sin querer ir a los albergues que dispuso el municipio, y al pendiente de qué apoyo trae el vehículo que se estaciona para llevarles una ayuda.
Dentro de los afectados, José Ángel Limón, sentado sobre un block, se quita el sudor con una camiseta vieja, lamenta la situación en que se encuentran y recuerda, en reiteradas ocasiones, que con el siniestro “se acabó todo”.
“Se perdió todo, ahora sí, no nos quedó nada. Esto fue así en cuestión de un instante que se acabó todo el rancho, se acabó todo; como que le habían echado gasolina al rancho y en cuestión de 15 minutos se acabó todo. Nunca había pasado eso, pero ahora sí se acabó todo, nomás quedó la pura iglesia”, compartió José Ángel al tiempo de dirigir su mirada hacia la camioneta del DIF, que llegó a entregar pan y otros artículos a la gente.
Sobre el apoyo que han recibido de la comunidad, destacó que, como en ocasiones anteriores, la ayuda les está llegando constante.
“Viene la gente, trae las garras, mandado, leche, pan, zapatos, de perdido para que la gente se cambie, pues como le digo, no quedó nada”, remató.
Por su parte, la señora Guadalupe precisó que en cerca de diez años que lleva viviendo en El Ranchito, este es el tercer incendio que le toca vivir, con la excepción de que en éste, ahora sí resultó quemada, pero a pesar de ello, se mostró feliz porque aunque perdió todo, no hubo pérdida de vidas humanas.
“No queda más que volver a empezar. Lo principal es la vida y confiar en la gente.
“Yo tengo aquí 10 años, éste fue el tercero que me toca; no me había quemado, pero ahora sí, la tercera fue la vencida y me quemé”, destacó.
De acuerdo a la víctima, son cerca de 60 menores de edad los que se encuentran acampando frente a la comunidad siniestrada, “cada familia tiene como tres, cuatro o cinco”, indicó.
Mientras que la señora Karina, a un lado de la silla de ruedas, cuida a su madre que no puede caminar, mira hacia El Ranchito, hace una rápida regresión de los hechos, y la imagen y sonido que más está en su cabeza es cómo los marranos, que estaban encerrados, “gritaban” y morían muy lentamente.
“Consumió todo: los animales, carretones, marranos. Se escuchaban los marranos feo, pobrecitos, gritaban bien feo, estaban encerrados, no se podían salir, y hasta que se murieron”, precisó.
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Un punto a destacar sobre la situación que se vive en el lugar es el caos vehicular que se tiene, debido a que el carril lateral de Miguel de la Madrid, para tomar la avenida Israel Cavazos, está cerrado.
Por lo cual el tráfico se concentra antes de llegar a la caseta de cobro al aeropuerto, pero también por ambos lados de Israel Cavazos, donde desde anoche se han podido observar accidentes viales.
En otra cara de la historia, algunos dueños de “tienditas” de colonias cercanas a El Ranchito, como la Evolución y la Dos Ríos, coincidieron en que esa comunidad es un foco constante de contaminación en el que a diario se quema basura y se tiran desechos al río, y que este nuevo incendio, como los previos, fue provocado por los mismos habitantes de esa comunidad.