Escabullirse por las montañas de la Sierra Madre Occidental tratando de evadir las balas de rivales y de las Fuerzas Armadas de México fue durante más de una década la estrategia que Joaquín El Chapo Guzmán adoptó para mantenerse prófugo de las autoridades tras escaparse por primera vez en 2001 del penal de Puente Grande en Jalisco.
En aquellos años, el naciente Cártel de Sinaloa enviaba por aire y mar toneladas de narcóticos a través de la frontera norte, sin embargo, el negocio terminó de prosperar con un nuevo método que le valió a su cofundador el sobrenombre del Señor de los Túneles.
Y es que, en diversas zonas fronterizas que se encontraban bajo el yugo de la organización criminal, El Chapo vio en el subsuelo la oportunidad de cruzar cargamentos de droga con un mínimo riesgo de ser detectados.
Con un grupo de ingenieros y trabajadores a su servicio, aquellos túneles fueron adaptados con energía eléctrica y los recursos necesarios para realizar el envío de narcóticos a Estados Unidos, no obstante, con el paso de los años y a kilómetros de distancia, el cofundador del Cártel de Sinaloa los convirtió también en su mejor ruta de escape.
La red de túneles de 'El Chapo' en Culiacán
"Reconozco la labor de las instituciones de seguridad del Estado mexicano para lograr la aprehensión de Joaquín Guzmán Loera en Mazatlán", fue el mensaje con el que el expresidente Enrique Peña Nieto informó sobre la segunda captura del cofundador del Cártel de Sinaloa suscitada el 22 de febrero de 2014.
El Chapo fue detenido por elementos de la Secretaría de Marina (Semar) al interior del departamento 401 del conjunto de condominios Miramar ubicado en el número 608 de la Avenida de Mar del puerto sinaloense.
Al momento de su captura Joaquín Guzmán Loera se encontraba en compañía de su esposa Emma Coronel, sus dos pequeñas y dos mujeres más identificadas como la niñera y la cocinera de la familia.
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Tan sólo nueve días antes de que el entonces narcotraficante más buscado del mundo fuera capturado, elementos de la Semar lograron aprehender a las afueras de Culiacán a un grupo de pistoleros del Cártel de Sinaloa a quienes les confiscaron teléfonos celulares.
Los trabajos de inteligencia realizados a los dispositivos móviles les permitió a los marinos y a agentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) confirmar que El Chapo llevaba meses fuera de las entrañas de la sierra y que se encontraba bajo el resguardo de su cuerpo de seguridad.
Uno de los integrantes de dicho séquito que también era asistente personal y mensajero de El Chapo fue identificado como Mario Hidalgo Argüello, un veterano de las fuerzas especiales de México que pasó a ser mejor conocido como El Nariz dentro de las filas del Cártel de Sinaloa.
Hidalgo Argüello acompañaba a Joaquín Guzmán Loera a todas y cada una de las casas de Culiacán en donde solía esconderse hasta el 16 de febrero de 2014 cuando El Nariz fue interceptado por un comando armado de la Marina en su propio domicilio.
Aquella noche, según refiere el reporte periodístico de Patrick Radden Keefe, El Chapo se encontraba oculto en una casa de la capital sinaloense que pertenecía a su segunda esposa, Griselda López, cuya ubicación fue proporcionada por el propio Mario Hidalgo Argüello a las autoridades.
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Sin perder más tiempo y con su armamento preparado, los marinos llegaron a una casa de dos pisos ubicada en la calle Río Humaya de la colonia Libertad, no obstante, al intentar ingresar se toparon con una puerta modificada para ser impenetrable. A las autoridades les tomó poco más de 10 minutos derribarla, el tiempo justo para que, nuevamente, El Chapo escapara.
No había rastro de ninguna persona en aquel domicilio de Culiacán. Lo único que los agentes de la Semar y de la DEA pudieron encontrar fue la tina de un baño de la planta baja que había sido elevada desde su base con un elevador hidráulico para descubrir la entrada de un túnel.
Mientras las autoridades intentaban ingresar a la casa de Griselda López, El Chapo y uno de sus guardaespaldas se escabulleron por aquel camino subterráneo que conectaba con la red de alcantarillado de Culiacán.
Mientras algunos marinos seguían el túnel por donde escaparon, otros en la superficie se desplegaron por distintos puntos de la ciudad, atentos a la salida del capo por alguna de las coladeras aledañas a la zona. Todos los esfuerzos fueron insuficientes, Joaquín Guzmán Loera había escapado.
"Entre el 13 y el 17 de febrero fueron localizados algunos domicilios en los que acostumbraba a estar, lo que dificultó la detención es que estaba conectado por medio de túneles con siete casas ubicadas no sólo por túneles sino también utilizando el propio drenaje de la ciudad",declaró el ex titular de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, una vez que El Chapo fue detenido por segunda ocasión en Mazatlán.
El Chapo intentó replicar su hazaña de huir a través del sistema de alcantarillado durante el operativo que Fuerzas Armadas pusieron en marcha para capturarlo por tercera y última ocasión en Los Mochis, Sinaloa en enero de 2016 luego de haberse fugado meses antes del penal de El Altiplano.
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Aunque en dicha ocasión la suerte del cofundador del Cártel de Sinaloa se agotó y fue finalmente encarcelado y extraditado a Estados Unidos, sus pasos los han seguido de cerca no solamente sus hijos al encabezar la facción de Los Chapitos sino también algunos de sus jefes más cercanos que también han encontrado en el subsuelo la oportunidad para evadir su detención.
El escape de ‘El 27’ en Culiacán
El 9 de septiembre de 2024 estalló en Culiacán, Sinaloa una de las disputas más fuertes de los últimos años luego de que Ismael Zambada Sicairos, alias El Mayito Flaco, declaró la guerra a Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar.
Tanto el hijo de El Mayo Zambada como los herederos del imperio criminal de El Chapo han convertido a la capital sinaloense en un campo de guerra donde los homicidios, enfrentamientos armados, secuestros y bloqueos se han convertido en parte de su día a día.
El panorama orilló al gobierno federal a desplegar decenas de elementos de las Fuerzas Armadas para ubicar y detener a los generadores de violencia de la entidad, siendo los jefes de seguridad de ambas facciones quienes se consolidaron como objetivos prioritarios.
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Uno de los primeros golpes que las autoridades lograron afianzar al cuerpo de seguridad de Los Chapitos se suscitó el 19 de septiembre cuando fue detenido Mario Alexander “N”, alias El Piyi. Sin embargo, tan solo dos días después los operativos volvieron a desplegarse en Culiacán, ésta vez con el objetivo de aprehender a Jorge Humberto Figueroa Benítez, alias El 27.
Las diligencias de las autoridades se realizaron en el desarrollo urbano Tres Ríos de la capital sinaloense donde fueron recibidos con agresiones armadas que dejaron como saldo cinco personas sin vida, tres civiles y dos soldados.
De acuerdo con información que el periodista Luis Chaparro dio a conocer a través de su cuenta de X, el enfrentamiento armado fue orquestado por subordinados de Jorge Humberto Figueroa Benítez con la finalidad de darle tiempo para que escapara de su detención.
El comunicador detalló que fue un informante quien proporcionó a fuerzas gubernamentales la ubicación exacta de donde El 27 se escondía: un hotel de Culiacán cuyas ventanas estaban cubiertas con papel aluminio que imposibilitaba la visibilidad del interior.
Pese al intenso operativo de las Fuerzas Armadas, el lugarteniente de Los Chapitos logró escabullirse por una de las alcantarillas del predio, tal y como en años anteriores logró escapar El Chapo Guzmán.
Militares y fuerzas del orden estatal continuaron buscando a El Perris en la superficie pues, junto a Óscar Noé Medina González -Panu-, figuran dentro del organigrama criminal de Los Chapitos como sus últimos jefes de seguridad prófugos, un estado que podría cambiar en cualquier momento de frente a la disputa que sus jefes libran con El Mayito Flaco y con agencias de seguridad estadounidenses también pisando sus talones.
ATJ