Si ocultamos nuestro rostro es porque somos invisibles para el gobierno

Historia | Encuentro de Mujeres que Luchan

Las zapatistas ‘asilaron’ a más de 4 mil asistentes en el caracol de Morelia, donde hubo comedores, sanitarios, áreas de campamento y un foro en el que cientos de casos fueron escuchados.

Llegaron representantes de más de 50 países del mundo. (Ariana Pérez)
Todas usan pasamontañas o paliacates. (Ariana Pérez)
Melissa Del Pozo
Chiapas /

Las historias de abuso, violencia sexual y doméstica que han compartido cientos de mujeres de todo el mundo en el Encuentro de Mujeres que Luchan, se parecen mucho a las que vivieron las mujeres en Chiapas antes de la liberación, cuenta Adriana, zapatista y artesana de la comunidad 23 de Mayo del caracol Chilón.

“Esto se asemeja mucho a lo que me contaba mi abuela, lo que le pasaba a mi madre y todavía lo que nos hicieron a nosotras antes del 94 y duele, en el corazón y en la memoria”, cuenta Adriana de 42 años.

“Las hemos traído para que hablen y para nosotras aprender y decirles que no tengan miedo, que hemos estado ahí, pero que se puede cambiar si se organizan”, explica detrás del pasamontañas negro y quien confiesa estrujarse con las experiencias que las mujeres han compartido en el semillero Huellas del Caminar de la comandanta Ramona, del caracol Tzots Choj en el encuentro que organiza el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y que se realiza por segundo año en Chiapas.

Aunque han llegado mujeres de más de 50 países e idiomas de todas las regiones del mundo, las zapatistas hablantes de tzotzil, tzeltal y tojolabal han logrado lo que la organización les dicta: escuchar.

A siete kilómetros de la cabecera municipal de Altamirano, las zapatistas asilaron a más de 4 mil mujeres, a quienes ofrecieron comedores, sanitarios, áreas de campamento y un foro donde cientos de casos fueron escuchados.

Los accesos están controlados por mujeres de la milicia zapatista, quienes cuidan las 24 horas tres puntos de control. Algunas portan arcos y flechas. Todas, sin excepción, con los rostros cubiertos, paliacates rojos o pasamontañas.

“Nos hemos organizado para escucharlas, para que se desahoguen. Todo lo hemos preparado en colectivo y si guardamos nuestra identidad no es porque les tenemos miedo o porque el capitalista nos tenga miedo, es porque somos invisibles para el gobierno y si así lo somos, entonces no verán nuestro rostro, es parte de lo que hemos acordado”, explica Adriana quien además está a cargo de la alimentación y suministro.

Adriana ha traído además bolsos, rebozos y manteles para vender; es la representante del colectivo artesanal de su comunidad, un grupo de por lo menos 15 mujeres que a lo largo de tres días venden sus artesanías. Las ganancias deben ser devueltas al colectivo al terminar la jornada del encuentro.

“Eso se acordó en la Junta del Buen Gobierno, y tengo que comprometerme a ello, después me puede tocar otra actividad en otro acto. Todo es rotativo y en la organización no hay distinción entre hombres y mujeres, todos hacemos todo”, plática Adriana, “excepto aquí, porque solo las mujeres pueden pasar”.

Las asistentes, algunas integrantes de colectivos feministas, otras solo paseantes y muchas de ellas madres de víctimas de feminicidio han quedado impresionadas por la capacidad organizativa de las zapatistas que participan en el encuentro, incluso siendo menores de edad.

Las más pequeñas están también a cargo de la seguridad, manejar vehículos de gran tonelaje en los que trasladan a las participantes e incluso de cocinar gigantescas ollas de frijoles, arroz y café.

“La edad no es ningún impedimento para que hagan lo que todos hacemos”, cuenta Adriana. “Mis hijos en casa hacen lo mismo y no importa que sean varones, les he enseñado a cocinar, a lavar su ropa y a cuidar de los que estamos en la organización, sin importar quien está en casa, no pueden depender de mi, porque yo no tengo que servirlos”, explica.

“Solo así se puede combatir el machismo, en todos los lugares del mundo. Siendo iguales desde pequeños, sabiendo que mis hijos tienen las mismas tareas y responsabilidades que las de mi hija, la más pequeña”.

Cuenta que en la organización (EZLN) es así como se dicta a las familias. “no se permiten abusos, ni violaciones ni acoso de ningún tipo, ni siquiera ocurren porque los hombres desde pequeñitos respetan a las mujeres.

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