“Al Presidente no le vamos a pedir limosna, sino justicia”

Caminata por la paz

Mujeres víctimas de la violencia en Chilapa se sumaron al contingente; reclaman que no han sido atendidas por ningún funcionario como lo ofrecieron las autoridades federales.

Los manifestantes llegaron este viernes a Tlalpan, en Ciudad de México. (Araceli López)
Editorial Milenio
Cuernavaca /

La tarde del 23 de noviembre pasado, en Chilapa, Guerrero, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador bajó del templete con unas flores amarillas colgándole al cuello, mujeres del colectivo Siempre Vivos ya lo estaban esperando.

El Presidente escuchó a una de ellas y después les dijo que debía irse, que iba retrasado, pero les prometió que enviaría a alguien de su confianza para que vieran él cómo resolver tanta desaparición y tanto homicidio que azota a ese pueblo, que no figura en las guías turísticas de Guerrero.

Pero pasó diciembre, llegó enero y ningún enviado del Presidente pisó Chilapa. Por eso, cuando el poeta Javier Sicilia convocó a la caminata a la Ciudad de México para exigir verdad, justicia y paz, a María Urrichi, Rosalía Abarca, Denise y una decena más de sus compañeras no les pareció mala la idea y ahora van aquí, sobre la autopista, a mitad del contingente, diciéndome que la mayoría de ellas votaron por Andrés Manuel, que algunas, incluso, lo recibieron en campaña, que no caminan contra él y que ellas no le apuestan a la guerra, pero tampoco al borrón y cuenta nueva, porque sin la verdad y sin justicia, al menos ellas, no pueden empezar de cero.

Unas tienen diabetes, otras son hipertensas, hay quienes están batallando contra la depresión o el cáncer.

“Ojalá nos reciba”, me dice María, una mujer náhuatl que lleva seis años buscando a su esposo Lázaro Nava, un chófer que levantaron.

—Pero ya dijo que no los recibirá —le recuerdo a doña María.
—Yo sé —dice, retorciendo la boca—. El Presidente cree que vamos a pedirle limosna, pero lo único que queremos es justicia. Nos lo prometió cuando andaba en campaña.

Denise, que se convirtió en viuda en noviembre de 2018, cuando ella tenía 26 años, cree que, en una de ésas, López Obrador las recibe. “Tenemos necesidad de ser escuchadas por el Presidente”, me dice.

Por la autopista, mientras tanto, pasa un tráiler y toca el claxon como señal de solidaridad y los niños, los muchos niños que van caminando, se emocionan. A Denise le han matado a la abuela, al hermano y al esposo, todos por diferentes causas. 

“Yo enterré a los tres y a lo mejor por eso no sufro tanto, pero la mayoría de mis compañeras no saben dónde están sus esposos o sus hijos, si siguen vivos, si sufrieron mucho cuando los mataron”.

Preguntas que, desde hace tres años, cuando desapareció Óscar González, su esposa Rosalía trae en la cabeza. Rosalía ya vendió todo buscando a Óscar. Ya no tiene dinero. “Pero acá voy de nuevo y no me cansaré hasta encontrarlo, ¡me canso ganso!”.

—¿Es una caminata contra el Presidente? —le pregunto.
—No. Yo no camino contra el Presidente, camino porque estoy desesperada y quiero respuestas. Es más, de haber sabido que venían los LeBarón no hubiera venido. Son muy protagonistas y nos ven como gente de segunda.

Para ser francos, yo no he visto protagonismo en los LeBarón. Son machos (cantan canciones de amor romántico y muerte), pero nada más. Tampoco he visto que Sicilia busque los reflectores.

Bien me dijo el dominico Julián Cruzalta, fundador del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, que el contexto político desfavorecía a las víctimas. “Hoy es más difícil porque tenemos a un Presidente con mucha simpatía y cualquier marcha es mal vista, aunque quienes caminen sean las víctimas”

ledz

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