Decir que los tabasqueños son tercos es un lugar común, tanto como el refrán que encuadra su carácter a la perfección: aquí te das piedra con cocoyol. Traducido para el resto de los mexicanos: vas a topar con pared conmigo.
La terquedad del tabasqueño es histórica y de ella sobran ejemplos, el más adecuado para esta historia el de un presidente que buscó durante casi dos décadas la Silla. Son tercos porque domaron el trópico y la selva con tesón incomparable. Han resistido, tercamente, a años de malos gobiernos, algunos de ellos épicos por su monumental cleptomanía.
Resisten tercamente en pozos petroleros. Se resisten a pagarle a la CFE, aun cuando ya les condonaron las deudas que tienen con la empresa estatal mexicana. Resisten al clima frondoso y al Grijalva con sus desplantes que de vez en vez les inunda.
Y ahora, hay algunos tabasqueños que también se resisten a Susana Distancia.
En la tierra del presidente Andrés Manuel López Obrador, Macuspana, el gobierno local ha blindado las entradas y salidas de este municipio para reducir los contagios por covid-19. Pero entre los habitantes, la verdad es que el mensaje de quedarse en casa no permea.
La confirmación de que al menos en ese rinconcito de Tabasco Susana Distancia y el doctor López Gatell no tienen eco vino hace unos días, en la mañanera. "¡Esto sí calienta!", dijo el presidente, al enterarse de que Macuspana es uno de los municipios del país que menos caso ha hecho al llamado a guardarse en casa ante el embate del covid-19.
En la avenida Carlos A. Madrazo -otro tabasqueño terco- la gente camina como si nada, en grupos de hasta 5 personas, conviviendo en tianguis y mercados. Todos portan cubrebocas, pero lo usan como gargantillas, pues solo lo colocan de forma correcta cuando ven a un policía cerca.
A diferencia de otros municipios del estado, en Macuspana las farmacias no tienen desabasto de gel antibacterial, ni de cubrebocas. Las vendedoras de estos comercios, inclusive los colocan sobre las vitrinas para fomentar el uso, pero los macuspanenses prefieren invertir su dinero en las cervezas que adquieren de contrabando, desde hace dos semanas, cuando se estableció la ley seca.
Emilia Guzmán, propietaria de la farmacia Tabasco, cuenta que en los días iniciales de la pandemia ordenó un paquete de cubrebocas con la idea de que se venderían rápido. Cuatro semanas después, el paquete sigue ahí, caso completo, amarillento de tanto sol.
“Aquí la gente comenzó a comprarlos cuando el alcalde dijo que si no los usaban se les iba a multar, pero antes no. Es decir los compraron como accesorio para que pudieran salir con libertad, pero si nadie los ve, ni se los ponen”, comparte.
Sobre la calle Paseo José Narciso Rovirosa -científico tabasqueño del siglo XIX que tercamente catalogó decenas de animales e insectos de la selva- los puestos del tianguis exceden la treintena. La mayoría son de accesorios para celular, zapatos, hules, enseres, películas piratas y hasta de juguetes, es decir, solo el 10 por ciento son de productos esenciales.
Alberto Bolaños, un hombre de 65 años que vive con diabetes, asegura que “el virus no existe”, y que todo “se trata de una artimaña del gobierno para desestabilizar la economía del país”. Agregó que él ya ha puesto su vida en “Dios y será cuando este lo decida, cuando se lo va a llevar”.
Tabasco ocupa el cuarto lugar a nivel nacional con más casos de covid-19, al sumar ya el millar de portadores. Además, al cierre de este texto registraba 116 decesos. Del total de contagios 548 pertenecen al municipio de Centro, 39 a Paraíso y 24 a Macuspana.
En restaurantes y cocinas del mercado la situación es la misma: nadie pide su comida para llevar, y toman los alimentos junto a otros 15 más. Cocineras y meseras no usan guantes, no limpian el sitio cuando el comensal se va y ellas solo usan el cubrebocas cuando entra el guardia de seguridad.
Quien también ha sido terco aun ante la realidad, es el alcalde de Macuspana, Roberto Villalpando Arias, quien desde el 28 de abril y luego de haber sido exhibido ante todo el país desde Palacio Nacional decidió vigilar los accesos de este municipio y solo permitir la entrada a los pobladores locales. Siempre y cuando, por supuesto, estos ingresen en auto, portando cubrebocas y no excediendo el número de dos pasajeros por vehículos.
Además, instaló operativos en los que se miden los signos vitales de cada uno de los pobladores. Sin embargo, ni esto funciona para evitar que los macuspaneses salgan de sus casas.
Muchos dicen que “es imposible no salir”, pues tienen que comprar alimentos, o en su mayoría vender sus productos para obtener el alimento diario.
“Imagínese que uno deja de vender, o que el taxista deja de salir. Pues nos morimos de hambre, porque aquí se vive al día. Lo mismo pasa con la gente del mercado, preferimos morir de covid-19, que dejar de llevar el pan a mis hijos”, expresa Juan Ontiveros, un conductor de mototaxi.
Uno de tantos macuspanenses que, tercamente, se resisten a que Susana Distancia, como muchos otros inventos del altiplano mexicano, les digan qué hacer.
grb