Desde que se declaró la segunda fase del confinamiento por covid-19, el refugio Casa Paola Buenrostro alberga a mujeres trans que se dedican al sexoservicio y a otro tipo de labores.
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Marlene, de 44 años, fue “echada” con lujo de violencia de su departamento luego de que sus ventas disminuyeron 90 por ciento por la pandemia y ya no pudo seguir pagando la renta.
“Le dije al dueño que no podía pagar los últimos dos meses de renta que me faltaban, porque no había vendido mis cubrebocas, pero como no entendió que nos estaba yendo de la chingada, decidió, a punta de golpes y ofensas, sacarme.
“Me dijo, ‘órale, puto, sácate de aquí, no quiero ver tus joterías en mi edificio’. Entonces me quedé varios días en las calles de la Ciudad de México, buscando un lugar para dormir”, detalló.
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Así como ella, varias de sus compañeras que se dedican al sexoservicio tocaron las puertas del refugio por necesidad, como cuenta Kenya Cuevas, presidenta de la asociación civil Casa de las Muñecas Tiresias.
“Todo fue muy rápido; se tenía pensado abrir esta casa hogar en 2021, pero por la situación decidimos hacerlo antes para el cuidado de ellas, ya que varias vivían en hoteles cerca del metro Revolución y se quedaron sin comer, sin techo y con el riesgo de contagiarse. Algunas viven con VIH y por ende son un sector vulnerable”, mencionó.
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En el refugio hay 15 mujeres trans, de las cuales ocho se dedican al sexoservicio y el resto trabaja en fábricas, comedores y estéticas. También les ofrecen educación gratuita y servicio médico para seguir con tratamientos hormonales y de VIH.