En estos días por la presa de La Boca está disponible una nueva atracción turística: un paseo a pie por el centro mismo del embalse. No hay peligro de ahogarse, ni siquiera de mojarse, porque prácticamente está seca.
Con menos de la mitad de su capacidad de almacenaje, la presa de La Boca luce desnuda, pues es posible caminar por lo menos unos 500 metros en territorio antes dominado por el líquido.
El atracadero está ocioso porque los catamaranes permanecen inmóviles en la orilla del agua que queda.
Los zopilotes vuelan y se posan sobre la tierra aún húmeda, como si contemplaran la agonía de lo que antes era un sitio de reunión de las familias regiomontanas.
Poca actividad se ve y la mayoría de los visitantes llegan movidos por la curiosidad de confirmar si es cierto que el agua se acabó.
Las lluvias del viernes por la tarde y noche aún no representan escurrimientos significativos para el contenido de la presa, que cada día pierde territorio ante el avance de una costa que parece incontenible, al menos mientras no llueva.