Ésta es la Barranca del Diablo, en Santo Tomás de los Plátanos, ¿te atreves a bajar?

Por Mario Benítez

Laberintos formados por lava, árboles milenarios y pinturas rupestres son sólo un poco de lo que encontrarás en este Pueblo Viejo.

Los habitantes de la zona creen que en sus profundidades habitan espíritus como el del Diablo. | Mario Benítez
Estado de México /

La ruta hacia el poniente del Estado de México nos lleva a Santo Tomás de los Plátanos, cuyo territorio se encuentra bajo la sierra conocida como el Pinal del Marquesado, hogar de grandes peñascos que comparte con Oztoloapan, Zacazonapan y Temascaltepec.

Santo Tomás es también conocido por las presas y plantas generadoras de luz que se construyeron en el siglo XX, para crear el Sistema Cutzamala, el cual lleva grandes cantidades de agua hacia Ciudad de México y los municipios conurbados.

La construcción de este conjunto hidrológico provocó que el antiguo pueblo de Santo Tomás fuera inundado en el año de 1956, dejando sólo en la memoria de los habitantes el asentamiento -llamado ahora Pueblo Viejo- y el único vestigio que ha quedado es la cúpula de una iglesia sumergida en el agua.

  • El nuevo Santo de Tomás de los Plátanos fue construido sobre una pequeña meseta que queda delimitada por la imponente Barranca del Diablo, una formación que el agua fue labrando durante miles de años y cuyo cauce va serpenteando la sierra que tiene su punto más alto en Valle de Bravo para ir en declive hasta el Estado de Michoacán. 

Al ser un lugar de difícil acceso y con contrastes de luz muy pronunciados, los habitantes de la zona creen que en sus profundidades habitan espíritus como el del Diablo, de ahí el nombre para este accidentado paisaje.

¿Te atreves a bajar?

Para bajar a la Barranca del Diablo es necesario contar con un guía experimentado para saber exactamente por dónde se deberá pasar, se requiere también una condición física que soporte el esfuerzo para caminar por un terreno pedregoso y, sobre todo, se necesita tener interés por estar cerca de la naturaleza, que en estas latitudes nos muestra su majestuosidad.

El viajero que se atreve a adentrarse en este ecosistema se encontrará de frente con árboles milenarios cuyas raíces crecen de forma exponencial y que se abren paso en medio de los laberintos que formó la lava volcánica que fluyó hace millones de años


En esta zona se van combinando diferentes tipos de plantas, como los cactus denominados Saguaros que alcanzan varios metros de altura, cactáceas que crecen en las paredes rocosas, bromelias que viven en las ramas de los árboles y especies de orquídeas de la región.

Los grandes acantilados generan zonas de sombra en el fondo de la barranca, por lo que las plantas de ese fondo son diferentes a las que están en las zonas más altas, pero lo que se mantiene constante es el calor que genera el esfuerzo de caminar hacia el río que pasa más abajo, el cual presenta variaciones en su caudal de acuerdo con la época del año, pero nunca se seca por completo.

Después de estar un rato en la orilla del río es hora de reiniciar la marcha hacia la parte alta de una pared de piedra, donde se ha conservado un conjunto de pinturas rupestres, lo que nos demuestra que esta barranca fue ocupada por grupos humanos desde hace miles de años.

En la subida al área de pinturas requiere, además del esfuerzo físico, hay que mantener un estado de alerta permanente para no ser víctima de algún insecto o de las espinas de las plantas que hay en el camino, además de que la piedra volcánica a veces traiciona a la gravedad al no estar enterrada en el suelo arcilloso.

La ruta nos lleva hasta la base de una piedra en la que previamente los pobladores de la zona acondicionaron una escalera metálica, para poder estar lo más cerca posible de las pinturas rupestres, en las que a pesar del tiempo y las inclemencias del clima, se pueden observar formas de animales y humanos. Desde este mirador natural es posible tener una vista panorámica de buena parte de la barranca, lo que explica la razón por la que el sitio fue elegido por sus antiguos habitantes.

Hacia la parte oriente de la Barranca del Diablo, encontraremos una meseta que sobresale en medio de los montes, le llaman el Malpaís, una elevación creada por la lava, que se ha preservado gracias a lo complicado que es acceder a ella, siendo los meses de sequía la mejor época para intentar caminar por sus grietas y filosas salientes.

Si te gusta comer...

El medio día se acerca y es tiempo de regresar a la cabecera municipal de Santo Tomás para disfrutar de la comida que se ofrece en su plaza, de las frutas de temporada que se venden por todos lados, maracuyá, guanábanas y sus primas las ilamas, tamarindos, jícamas, cañas de azúcar, mandarinas, guayabas, ciruelas y guacamotes, todos manjares para el paladar.

Un viaje a Santo Tomás de los Plátanos no está completo si no se visita la presa de Santa Bárbara, lugar donde fue sumergido el antiguo pueblo y en cuyas orillas se puede disfrutar ahora de una exquisita mojarra, cocinada en diferentes variantes.

La parte final del viaje a Santo Tomás de los Plátanos tiene una sorpresa más, la visita a los helados Las Fincas, los de mayor tradición de la región, en donde se pueden disfrutar nieves hechas con las frutas que crecen en las diferentes temporadas en las fértiles tierras de este lugar bendecido por la naturaleza. La referencia para llegara este local es la capilla de San Juditas, que todos los habitantes del pueblo conocen y no dudan en ayudar al visitante para llegar.

El sol comienza a ocultarse y con el vaso de nieve en la mano es hora de disfrutar desde la parte más alta de Santo Tomás un atardecer lleno de luz naranja que se proyecta sobre la antigua planta hidroeléctrica de Ixtapantongo y de su cascada, testigos mudos de la historia del siglo XX mexicano, más al fondo otra vez la vista hacia la Barranca del Diablo con su ecosistema lleno de vida.

KVS

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