El 14 de septiembre de 1968, Julián González Báez estuvo a punto de morir linchado. Sobrevivió al ataque del pueblo de San Miguel Canoa, en Puebla; sin embargo, pese a ser inocente, perdió tres dedos de un machetazo.
A pesar de haber sido maltratado, el hombre de 76 años se reconcilió con su pasado y hoy lucha por sacar adelante a sus 6 hijos, 14 nietos y 17 bisnietos. Su sueño es disfrutar de su familia. “Es un privilegio seguir vivo”, aseguró González.
En 1968, Julián González era empleado de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), y junto con sus compañeros: Ramón Calvario Gutiérrez, Miguel Flores Cruz, Jesús Carrillo Sánchez y Roberto Rojano Aguirre, viajó el 14 de septiembre hacia el volcán La Malinche.
Una tormenta los hizo desistir de escalar la montaña, por lo que buscaron refugio en la citada junta auxiliar, aunque sin éxito. Odilón García, en una tienda, les recomendó quedarse con su hermano Lucas, y fueron recibidos en la vivienda de la calle Benito Juárez 9.
Sin embargo, en el pueblo corrió el rumor, al parecer propagado por el sacerdote Enrique Meza Pérez, de que los visitantes eran comunistas y un grupo de alrededor de mil personas, con machetes, palos e incluso armas de fuego, se reunió en la plaza cívica y se dirigió a la casa de Lucas. Ahí los agredieron y la muchedumbre mató a Jesús, Ramón y Lucas.
A 51 años de aquella noche, cuando un grupo de jóvenes con estudios universitarios, el pasado 14 de julio del año en curso se reunieron varios moradores y el párroco Miguel Sánchez en la plaza pública del pueblo, donde le ofrecieron disculpas a Julián González, el único sobreviviente del hecho.
El ex trabajador universitario, quien antes de esta fecha se había negado a regresar, aceptó concurrir al acto acompañado de algunos de sus hijos y nietos. Su esposa no quiso acudir.
“La iniciativa fue idea de un joven que se llama Germán. Él está a punto de terminar la carrera de Comercio Internacional. Después se unieron otros jóvenes universitarios, todos ellos originarios de esa comunidad. Tuvimos como unas cuatro reuniones para organizar el evento y ya el 14 de julio, a las doce del día, se llevó a cabo”.
Comentó que este acto buscó la reconciliación con el pueblo: “A esa reconciliación que nos lleve a la paz dentro de su comunidad y también fuera de ella”. Asimismo, apuntó que a la semana retornó para participar en la inauguración de una biblioteca.
En ese sentido, resaltó la actitud de esta nueva generación, “la cual desea que su comunidad no siga siendo estigmatizada, señalada como un pueblo donde no se puede asistir porque es un lugar violento. Ellos quieren hacer un cambio para ellos”. Por ello, reconoció que al principio la propuesta le generó una mezcla de sentimientos, ya que se había negado a previas invitaciones.
Aunado a lo anterior, dijo que le agradó ver la actitud y el enfoque de las acciones que este grupo de jóvenes emprenden, “y que están encaminadas a un cambio positivo de su comunidad”.
En ese sentido, el ex trabajador aceptó que al inicio estaba renuente, pero ante la insistencia, terminó por aceptar.
Asimismo, evocó que a la plaza cívica arribaron muchas personas, “sobre todo personas grandes (...) me impactaba que se ponían a llorar y decían expresiones de disculpa. Lo único que alcanzaba a responder fue: ‘Gracias, porque también estoy aquí”.
Mencionó que en su discurso agradeció “a la vida y a Dios por permitirme estar en este lugar y que este tipo de actitudes era importante, pero que se tenía que reforzar con acciones, que se tienen que hacer desde la casa, desde la familia. Los padres educando, protegiendo, orientando a sus hijos”.
El sobreviviente remarcó que para reforzar estas acciones, es necesaria la participación de las autoridades en todos los niveles, para que cuando se cometen delitos, éstos sean castigados conforme a la ley y así evitar este tipo de hechos, “porque la gente se harta de que quienes cometen delitos, los detienen y, luego los liberan. La gente está molesta con este tipo de actos”.
Por último, lamentó la situación que se vive en el país: “Los jóvenes salen o van a la escuela y lo que los padres desean es que regresen bien a la casa y los padres que tienen que ir a trabajar, su deseo es también regresar con bien a su casa. Entonces, es una situación que el país está viviendo de inseguridad que si se trabaja entre todos, pero todos, desde su trinchera, haciendo su trabajo, su acción, las cosas pueden cambiar”, finalizó.
MITM