Doscientos cincuenta años después de haber sido acondicionada como hospital en 1767, la vieja casona de Xicoténcatl, que forma parte de los inmuebles del Senado, puede servir nuevamente como hospital, ahora para enfrentar el covid-19 que ha dejado más de 87 mil muertos y 1.5 millones de infectados en el mundo.
El viejo edificio de la calle Xicoténcatl 9, en el Centro Histórico, sirvió para atender a enfermos de cólera y viruela en el siglo XVIII, hasta 1904 que se convirtió en sede de la Beneficencia Pública y casi 30 años después pasó a manos del Senado.
Si las diferentes bancadas aceptan el plan de austeridad propuesto por el presidente de la Junta de Coordinación Política, Ricardo Monreal, el inmueble, que aún funciona como recinto legislativo, se prestaría junto con el Teatro de la República al Consejo de Salubridad General para ser habilitado como hospital y atender a los enfermos de esta pandemia.
La historia del inmueble se remonta al siglo XVII, cuando fue el Seminario de Nuestra Señora Santa Ana. Después se convirtió en Casa de Probación y Ejercicios; en 1767 fue el Colegio San Juan de Letrán y en 1770 el Hospital General de San Andrés.
Con el inicio de la Independencia el hospital quedó a cargo de las Hermanas de la Caridad, hasta 1874 cuando son expulsadas del país por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada.
Ante las críticas de jesuitas al gobierno, se ordena demoler la iglesia de San Andrés y se abre la calle Xicoténcatl, y se divide en hospital y Beneficencia Pública.
En La muerte, coordinado por Ruy Pérez Tamayo, se detalla que en 1779 la viruela en México provocó alrededor de 18 mil víctimas. Más tarde, por el cólera en 1883, hubo 10 mil muertos solo en la Ciudad de México en dos meses.
En la Revista Médica del Hospital General se describe que en 1676 el Colegio de Santa Ana estaba en malas condiciones y el capitán Andrés de Tapia Carvajal hizo donaciones para repararlo si llevaba el nombre del santo patrono de su pueblo, San Andrés.
En 1767, el rey Carlos III ordenó expulsar del imperio español a los jesuitas y el virrey Carlos Francisco de Croix ejecutó la orden, y transformó el edificio del colegio de San Andrés en hospital.
Su sucesor, Antonio María de Bucareli y Urzúa, aprovechó la construcción para crear un hospital similar al fundado recientemente en Madrid con 500 camas, pero solo alcanzó para 50, y el inmueble sirvió esos años como hospital militar, caballerizas, etcétera, “hasta que en 1779 azotó a la Ciudad de México una epidemia de viruela que duró un año y cuatro meses”.
En el volumen 70 de marzo-abril de 2002, Cirugía y Cirujanos señaló que en el siglo XIX fue el principal hospital de México, por ello cuando el cadáver de Maximiliano pasó por la capital fue depositado en la iglesia del nosocomio. “El cadáver había sido embalsamado en la iglesia de los capuchinos, en Querétaro, por los doctores Licea y Rivadeneira, en un proceso que duró ocho días. Como no era satisfactorio el estado de conservación se procedió nuevamente a embalsamarlo en un proceso que duró 70 horas en el que participó el doctor Agustín Andrade y que se llevó a cabo en la iglesia de San Andrés”.
Ahí permaneció el cadáver de Maximiliano, tres meses, hasta que fue conducido el 12 de noviembre de 1867 desde la iglesia de San Andrés a Veracruz.
Hoy la casona de Xicoténcatl está prácticamente sola, una vez que el Senado ocupó su nueva sede en Paseo de la Reforma e Insurgentes desde 2011, tras 80 años de historia legislativa.
Solo hay oficinas vacías en la parte superior donde está el salón de plenos y algunas en el primer piso, donde a principio de los años 90 se escarbó y fueron halladas osamentas en el patio, legado de su historia como nosocomio cuando ahí se enterraba a los muertos.
ledz