Miles de personas no solo en el municipio de León, sino en todo el país, se encuentran preocupadas ante la contingencia por Covid-19, les consterna su salud, claro, pero se advierte un temor más grave cuando se les pregunta si podrían vivir esta pandemia cerrando las puertas de sus negocios; la respuesta, en todas las situaciones, es la misma: no.
“Lo único que dicen es quédate en tu casa… Qué padre que pudiéramos quedarnos en casa, queremos salud, queremos estar bien, pero, ¿de qué manera sobreviviríamos en alimentación y en pagos y en todo lo que tenemos que hacer?”, se pregunta María Guadalupe Ávila respecto al cierre de negocios por el Covid-19, ya que vive del ingreso que percibe día a día en una tienda de abarrotes durante 20 años.
Ante esto, autoridades del gobierno municipal prometieron dar asesorías para aminorar el golpe que muchos locatarios ya están empezando a recibir, algunos con mayor intensidad que otros, pero a la larga el efecto será parejo; no obstante, de esto ya ha pasado una semana y aún no han recibido información o alguna noticia que pudiera tranquilizarlos algunos días, por lo menos.
“La cuarentena es para los que tienen dinero y se pueden abastecer para todo el mes, pero, ¿los que vivimos al día? ¿Qué hacemos? ¿Quién nos va a proveer?”, expresa con firmeza María.
Al entrar a restaurantes, tiendas de abarrotes, tianguis, etc., se percibe un ambiente de tensión y alegría; la primera por las ventas que han sido prácticamente nulas, y la segunda porque podrán percibir algún ingreso, por mínimo que sea. Estos sentimientos no existían hace apenas un par de semanas, inclusive, aunque el coronavirus se abría su paso por las ciudades, no imaginaron que llegarían a esta situación.
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Pascual Romero, trabajador de una frutería desde hace más de 20 años, menciona que, aunque hasta este momento las ventas han aumentado por contar con servicio a domicilio, llegará un día en el que ni eso puedan realizar.
“La verdad yo creo que estaría súper grave esto al cerrar. Principalmente en la economía de uno mismo, y las personas, por ejemplo, que viven del día a día, que traen para consumir día a día. Cerramos nosotros, ¿en dónde van a comer?”
A fin de cuentas, todas las personas que viven del comercio informal y del ingreso de día a día se unen en una sola voz para articular una pregunta: “¿Qué vamos a hacer?”. La urgencia por una respuesta es casi palpable; la contestación, por otra parte, intangible.
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Y al no tener una solución visible, no tienen otra opción más que seguir trabajando. Continuar solventando sus gastos de alguna manera, esperando que esta situación termine pronto. Y, sin embargo, la intranquilidad permanecería igual, según indica Julio Padilla, quien apoya a su mamá en un negocio de desayunos que lleva ya 30 años en funcionamiento:
“cuando se termine esto vamos a tener que regresar y vamos a tener que seguir pagando, surtir el local otra vez, son varias cosillas que sí representan un gasto y al volver a iniciar y no ver por parte del gobierno una ayuda, pues uno se pone a pensar. Por eso seguimos trabajando”.