Los restaurantes de la Ciudad de México volvieron a recibir a sus clientes tras permanecer cerrados durante tres meses, por lo que los capitalinos aprovecharon el primer fin de semana del semáforo naranja para comer fuera de casa, pese a la pandemia de coronavirus.
En la zona restaurantera de Polanco, la Condesa y la Roma sustituyeron los letreros de: "sólo servicio para llevar", por instructivos para mostrar a los clientes cómo evitar contagios en el establecimiento.
Emilia y Rafael, son un pareja de 55 años que no había salido de su casa “más que para hacer el súper”; sin embargo, indicaron que hoy se dieron "permiso para despejar la mente", en el Café Boicot, ubicado en la calle Oscar Wille, en Polanco, "con sana distancia y evitando interactuar con meseros o vecinos”.
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Comentaron que decidieron desayunar aquí porque los propietarios del lugar instalaron "todo un sistema", que reduce el contacto con el personal de servicio hasta un 80 por ciento.
Además de que sus mesas están separadas por 1.5 metros de distancia y sólo colocaron seis de las 14 mesas que estaban normalmente.
La carta también cambió, pues pasó de ser físico a digital. Silverio, empleado de esta cafetería, explicó que los comensales deben usar la cámara de su celular para poder acceder al menú.
“Ahí, tú llegas con la cámara de tu teléfono inteligente enseguida te manda al menú. Ahí ya puedes tú pedir que te traigan la cuenta, especificar si vas a pagar con tarjeta o efectivo y cuánto cambio deben traer los meseros, es decir, nuestros empleados no dialogan con el cliente y si éste requiere algo extra, para eso instalamos un botón desde el cual pueden solicitarlo sin necesidad de que el mesero esté cerca”, explicó.
El café Boicot no es el único que ha extremado medidas para atender a sus “exclusivos” clientes, a una esquina, sobre la calle Virgilio, el restaurante Brassi sabe que la atención al cliente debe ser muy parecida a un ritual.
“El cliente llega y uno limpia la mesa. Para evitar contacto, le acomodamos la silla y enseguida le damos gel para sus manos o una toalla desinfectante; le tomamos la temperatura, les colocamos un mantel de papel y procedemos a colocar un código QR para que puedan ver el menú desde su celular, ahí también hacen el pedido.
"Lo único que hacen nuestros meseros es llevar los cubiertos en una canasta, donde sólo el cliente puede meter la mano, además de acercar una charola con los platos cubiertos con una tapa plástica, que solo puede retirar el comensal”, dijo Gabriel García Márquez, gerente de Brassi.
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La vestimenta de los meseros también cambió, pues ahora, además del pantalón y mandil negro con camisa blanca, todos usan cubreboca, careta y guantes.
García Márquez indicó que también tuvo que prohibir a los meseros a su cargo, acercarse a más de metro y medio entre ellos.
“La gente podía venir y hacer lo que ellos quisieran, convivir, beber y fumar, pues usted sabe: ‘el que paga manda’, pero ahora se enfrentan al: no música, no fumar, no animales y no tan tarde, pues solo podemos tener abierto hasta las 10 de la noche y los clientes se molestan por tantos “no”, pero esto no está en nuestras manos, es una orden de la alcaldía y se acata”, mencionó.
En la Condesa, la realidad no es muy diferente. Hoy los restaurantes también sacaron sus mesas y extendieron manteles, aunque en esa zona, la afluencia no es tanta como en Polanco, pero sí hay parejas y amigos disfrutando de sus alimentos sobre las banquetas.
A diferencia de la alcaldía Miguel Hidalgo, en la Cuauhtémoc los restauranteros explicaron que las autoridades de esta zona les pidieron colocar tres letreros más, aparte de los del área de evacuación y zona de resguardo.
En la calle Fernando Montes de Oca, el restaurante Café Cruje sólo pudo instalar tres mesas afuera y dos adentro, su espacio es tan reducido que sí coloca una más, ya viola las nuevas regla de seguridad.
Juan Estrada es un cliente asiduo de este lugar, por lo que desde muy temprano llegó para volver a comer su platillo favorito: “huevos con tocino y café capuchino”, que no disfrutaba desde hace tres meses.
“Pero bueno, no sólo eso es entender dónde estamos y a dónde vamos. No es sólo venir y desayunar, es colaborar al trabajo en equipo: salga, vengan a ayudar, den propinas, tenemos que ser conscientes de que la estamos pasando mal y de qué hay gente que solo depende del comercio y de las propinas de los consumidores”, dijo Juan.
El miedo entre los empleados es latente, y aunque en todos los espacios sólo trabajan el 50 por ciento de la plantilla, muchos de ellos pidieron a sus patrones extremar medidas.
“Estamos haciendo la limpieza cada cinco horas, como nos los están pidiendo y además hacemos las nebulizaciones cada 15 días como con lo exige la alcaldía, es por el bien de todos los empleados y de los clientes”, comparte Luis Alberto Montoya, gerente del restaurante Carbonvino, ubicado en la calle Tamaulipas.
En la colonia Roma, el escenario cambia, pues aquí la mayoría de los comensales aún no se atreven a comer en el lugar y por ello todos los restaurantes alrededor de la Fuente de Cibeles continúan vacíos, pero eso no inhibe a los propietarios, sino más bien, los reta.
“Pues nosotros abrimos, ya a ver si a lo largo del día llega alguien, porque han sido días bien complicados y nuestros empleados ya estaban desesperados, no había dinero”, comentó Eleazar propietario del restaurante Moshi.
FLC