Detrás del traje de protección personal hay un médico, una enfermera o un camillero que significan el único contacto de los enfermos de covid-19 con la fuerza necesaria para seguir con vida. No ven sus rostros y si les sonríen no lo saben, pero los pequeños papeles que llevan adheridos con cinta a sus trajes azules representan un aliento para ellos.
Fanny Vázquez ha trabajado los últimos 24 años como asistente de enfermería en el Hospital General del IMSS de Magdalena de las Salinas. Aunque está a una puerta de la zona cero en el combate al covid-19, su labor es fundamental para los 120 trabajadores de la salud que cruzan a diario hacia el área de potencial contagio.
Los aísla con trajes azules, botas, gorros, caretas, guantes y cubrebocas, pero también deja un pequeño mensaje adherido con cinta con nombre y cargo. Ese papel significa mucho para quienes están en cama luchando contra el virus, alejados de sus seres queridos y convierten a los médicos y a las enfermeras en su único apoyo emocional para superar la enfermedad.
“Cada uno de mis compañeros ha dado lo mejor; son muy valientes. Es muy difícil estar viviendo esto. Mientras tanta gente quiere salir de sus casas, pasear un poco o ir al súper, nosotros queremos entrar a nuestras casas”, relata Fanny.
Hace mes y medio se reincorporó a su trabajo en el hospital; estuvo de incapacidad, pero en cuanto regresó ideó ese método para que haya una conexión entre pacientes y trabajadores de la salud. Así fue como decidió ayudar a sus compañeros en la zona conocida como transfer.
A ese cuarto solo lo separa una puerta que se abre cuando un médico está listo para ingresar al área donde están decenas de pacientes, algunos graves e intubados, otros recuperándose y platicando con la enfermera que le checa la temperatura, el médico que revisa su oxigenación o el camillero que lo cambia de cama.
“No queremos un reconocimiento ni un aplauso, queremos que todos se cuiden, que si no está su familia decirles ¡ánimo!, te quiero, te amo, te doy un abrazo, se lo doy yo como enfermera, como médico, yo les llevo ese amor que su familia no les puede transmitir en estos momentos”, cuenta.
Fanny, como otros médicos y enfermeras, duerme en un hotel. Los viernes por la tarde se va a casa para pasar el fin de semana en familia; ahí, se despoja de las historias del hospital y pide a su hija Daniela le ayude a hacer más letreros motivacionales para cuando regrese al frente de batalla.
ledz