El circuito de la trata de personas que se presenta en la zona metropolitana de Puebla-Tlaxcala, es decir, la captación, el traslado y la recepción o acogida, es un problema estructural que suma más de siete décadas y que se consolida por intereses políticos y económicos enmarcados por la corrupción.
Margarita Sánchez Cruz y Marisol Flores García, integrantes del Centro Fray Julián Garcés, Derechos Humanos y Desarrollo Local, coincidieron en que la explotación sexual de mujeres se inicia a raíz de la migración masculina a Ciudad de México, donde los hombres observaron y aprendieron la forma de operar de los denominados “padrotes”, quienes inducen a una persona a ejercer la prostitución y se benefician con las ganancias económicas que se obtienen de esta actividad.
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Una vez que la víctima está “enganchada”, es decir, cuando ya se involucró con algún miembro de la red de trata, se procede al traslado. Los “padrotes” aplican este paso para privar de recursos emocionales, sociales e incluso económicos a sus víctimas, porque ahora dependerán totalmente de ellos y sus círculos inmediatos, donde usualmente las familias son cómplices y se encargan de caracterizar una vida de fantasías, que pronto se convierten en expresiones de violencia.
Margarita Sánchez Cruz, investigadora del fenómeno de la trata de personas, lamentó que las mujeres sigan perdiendo su autonomía y sean prostituidas por personas que controlan su vida, sus sueños y sus aspiraciones.
“En la relación padrote y mujer prostituida, ella pierde su autonomía y el varón es el que controla su vida, sus sueños, sus aspiraciones. Así se compone el enganche, lo que hace las redes de trata. De esta forma, comienza la explotación y las mujeres padecen una serie de violencias infinitas”, expresó Sánchez Cruz.
En México, se estima que 95 por ciento de las mujeres que ejercen la prostitución fue víctima en algún momento de su vida de acoso sexual; 64 por ciento fue víctima de amenazas con un arma; 73 por ciento de ataques físicos, y 57 por ciento de violación. Las lesiones más usuales son puñaladas, golpes, contusiones cerebrales y huesos rotos.
Por su parte, Marisol Flores García, especialista del centro defensor de derechos humanos, añadió que existen figuras más allá de los padrotes que perpetúan el fenómeno que se traduce en violaciones a los derechos humanos.
“La violencia que viven las mujeres víctimas de trata no solo es ejercida por los tratantes, sino también por los consumidores, pero eso no se visibiliza y no se cuestiona”, denunció Flores García.
A la par, la investigadora cuestionó el papel de las autoridades porque ante el fenómeno de la trata de personas: “sirven para poco y nada”, con lo que, se consolida toda una pirámide de actores de la trata de personas.
“El sistema neoliberal y patriarcal se encuentra en la base, le siguen los tratantes y los consumidores, y culminan con las autoridades que estigmatizan a las víctimas, omiten la aplicación del Protocolo de Palermo para prevenir y sancionar la trata e incluso, llegan a ser clientes”, lamentó.
Para las investigadoras, es urgente que en la zona de Puebla y Tlaxcala, así como en otros puntos del país, se requiere que se realicen acciones sociales y gubernamentales que eviten la reproducción de la existencia de tratantes, demandantes, consumidores y autoridades omisas que invisibilizan la problemática.
AAC