Criadero de truchas protege la cuenca del Izta-Popo

Edición Fin de Semana

El espacio ubicado en el ejidal San Juan Cuauhtémoc recibe cada año a miles de visitantes para degustar la trucha; los mismo pobladores la protegen.

Truchero Ejidal San Juan Cuauhtémoc. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

Donde nace el río Atoyac existe una zona ecoturística: se trata del Truchero Ejidal San Juan Cuauhtémoc, perteneciente a la localidad del mismo nombre y al municipio poblano de Santa Rita Tlahuapan, donde además de convivir con la naturaleza permite fortalecer el rescate de la Cuenca Hidrológica del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl.

Alejandro Landeros Morales, responsable del área de reproducción del truchero, informa que este sitio suma 36 años de existencia. Consiste en un proyecto sustentable que se encarga de la reproducción de la trucha desde su fecundación hasta su venta, así como a la preparación de dicho pescado para disfrutar dicho platillo.

"Es un lugar maravilloso, naturaleza,aguas claritas, limpias". (Andrés Lobato)

Menciona que a partir del 31 de agosto de 1996 los ejidatarios decidieron ampliar el proyecto de producción de trucha y el ecoturismo, actividad económica que consiste en viajes que impulsan la apreciación y conocimiento de la naturaleza, a través del contacto con ésta.

Detalla que el área ecoturística es un espacio de 38 hectáreas y que al paso de los años se han adecuado cabañas, tirolesa, restaurante, juegos infantiles, un lago para pesca, una zona para senderismo y una para criadero de truchas.

En tanto, el área de reproducción de trucha cuenta con 26 estanques entre circulares y largos, además de dos lagunas, una chica y otra grande, mismas que emplean para engorde. Del estanque uno al siete es para alevinaje (período comprendido entre el nacimiento o eclosión y el momento de alcanzar los siete centímetros de longitud). El resto de los estanques se destinan para engorda, lo mismo que las lagunas; mientras, el estanque número 14 es ocupado para aquellos ejemplares que finalizaron su crecimiento y están destinados para su venta.

El proyecto sustentable se encarga de la reproducción de la trucha desde su fecundación hasta su venta. (Andrés Lobato)

Indica que los tipos de trucha que manejan son arcoíris y albina. Ambas tienen un buen sabor, siendo la diferencia su presentación: “El detalle es el color, que es muy bonito, pero en sabor es lo mismo”. Esta empresa está conformada por ejidatarios, quienes se dedican a administrar y hacerle cuentas al comité administrativo: “Ellos son los empresarios de este pequeño truchero a nivel ejido”. Alejandro Landeros resalta que colindar con Estado de México y Tlaxcala permite que se reciban más visitantes: “Estamos en medio, por eso el turismo lo tenemos cerca”.

Indica que su función es la atención del área de reproducción, que se complementa con el personal que se encarga del área de alimentos: “A partir de los 15 centímetros (de talla de cada ejemplar), ellos se encargan y yo nada más de la sala de reproducción”. Presume que maneja arriba de 60 mil a 70 mil organismos de forma anual.

La temperatura que manejan desde que nacen hasta su desarrollo para venta es 14 a 13 grados y que su crecimiento es de un año. El truchero está enfocado a la reproducción y ya para engorda está dirigida a los pueblos vecinos, y el turismo.

“La mayoría que sacamos es para pie de cría. Tenemos para Oaxaca, Chihuahua, Estado de México, Tlaxcala y Veracruz. Son cuatro o cinco puntos del estado donde estamos distribuyendo el alevinaje, la mayoría es para fuera, la poca que queda es para engorda todo el año”.
Se tiene un constante monitoreo de las truchas, con el fin de ofrecer un alimento de calidad. (Andrés Lobato)

Detalla que hay clientes que se llevan de 20 a 50 kilos, pero la mayoría se cocina para el restaurante. El encargado de la reproducción detalla que en la Sala de Incubación a cada charola le caben cinco mil ovas y el proceso tarda de 25 a 30 días para que nazca y al salir de la incubadora se depositan en las tinas. Un mes después los pasan a los tanques.

“Desde que están desovando nacen al mes y a los 15 días ya están ovulando, a los 26 o 30 días ya están naciendo. Nacen a los 25 días y con el saco vitelino permanecen todavía en la estanquería o piletas de las salas otros 10 días. Se acaban el saco vitelino y empiezan a flotar, es entonces cuando los empezamos a alimentar”.

Añade: “Los criollos requieren de baja temperatura, y ya para la siguiente etapa puede aumentar. En el estanque uno se tienen los primeros que pasaron de la etapa de incubación”. Después se pasan al estanque de pre engorda y luego a otro donde las crías llegan a pesar de dos a tres kilos.

Señala que para que lleguen a la mesa deben de trascurrir de ocho a nueve meses a la temperatura que ellos manejan. La talla comercial que manejan es de un cuarto a un kilo, esto es de unos 25 centímetros. Anota que en los sitios donde manejan una mayor temperatura, a los seis o siete meses ya sacan su producto a la venta.

Refiere que cuentan con otro estanque destinado para los machos que se utilizan para los pies de cría, al mismo tiempo de que cuentan con un promedio de 300 hembras y 150 machos para la reproducción. Respecto a su alimentación, Alejandro Landeros señala que hay tres variedades de alimentos, “uno es de Purina y el otro de Pedregal. Hay de desarrollo, que es el crecimiento; y el de engorda. Se manejan tres etapas”.

Preparación de las truchas en el área de alimentos. (Andrés Lobato)

Visitas y protocolo

Por su parte, Moisés Ventura Sarmiento, representante de la empresa ejidal y encargado de vigilar que todo funcione de acuerdo a los protocolos, así como de la venta del alevinaje y del producto para restaurantes, da a conocer en el sitio laboran siete empleados y “son un total de 152 ejidatarios. Es una sociedad”.

Contempla que unos 15 mil visitantes reciben cada año y agrega que a los citados periodos de más afluencia de turistas habrá que apuntar los que arriban durante los avistamientos de las luciérnagas: “También son días muy fuertes. Nos llegan alrededor de 500 a 600 gentes los fines de semana”. Revela que para evitar malos manejos o daños en los criaderos, el sitio es inspeccionado por el Comité Estatal de Sanidad Acuícola del Estado de Puebla (Cesapue): 

“Nos está monitoreando constantemente de alguna bacteria para que todo esto vaya bien y todos los ejemplares estén sanos, desde el alevinaje como los que están para engorda”.

Subraya que operan los 365 días del año de 8 a 18 horas: “Es un lugar maravilloso, naturaleza, aguas claritas, limpias. Aquí tenemos a un kilómetro y medio los manantiales”.

El sabor de la trucha es único, lo único que varía es el color de lacarne pero tiene una presentación deliciosa. (Andrés Lobato)

Expresa que quienes deseen visitar el espacio pueden recibir más información en la página Truchero Digital San Juan Cuauhtémoc, “ahí tiene el (código) QR también y sobre eso llegan acá. En la página también aparecen los teléfonos de los representantes de aquí como del ejido”. Además, una parte que se cuida ampliamente es la seguridad, tanto de los visitantes como del entorno.

De acuerdo con la Comisión Nacional Forestal (Conafor), en esa zona nace el río Atoyac con aguas totalmente limpias y que después se contaminan al llegar a las zonas urbanas.

El cuidador señalar que para llegar al lugar, solo un tramo del camino antes del sitio es de terracería; y la zona cuenta con una superficie total de dos mil 759.7 hectáreas, de las cuales mil 643.06 son de uso forestal con el apoyo de la Conafor, misma que lleva a cabo un programa de reforestación; además, se creó un vivero con el propósito de tener planta criolla y ayudar a los mantos acuíferos.

Santa Rita Tlahuapan se encuentra a 43 kilómetros de la ciudad de Puebla, y la localidad de San Juan Cuauhtémoc a unos 10 kilómetros de la cabecera. El municipio es parte de la cuenca del río Atoyac, por lo que a lo largo pasan afluentes del mismo, así como acueductos y canales provenientes del Iztaccíhuatl la actividad económica que prevalece en esta comunidad es la agropecuaria. Asimismo, los ejidatarios se organizaron para equipar la truchera.

Para que las truchas lleguen a la mesa deben de trascurrir de ocho a nueve meses. (Andrés Lobato)

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