CRÓNICA
El sonido de una puerta despierta a un pasajero del transporte público en la zona metropolitana de Pachuca, el calor de la tarde abriga como para dormitar en lo que arriba a su destino; cuenta con un espacio cómodo para poder moverse y reacomodarse para continuar durmiendo despreocupado por la contingencia que ha generado el coronavirus.
Nuevamente la sensación de un bache en la calle interrumpe su meditación profunda, justo a tiempo la colectiva se detienen para que dos personas más suban a la unidad y trasladarse a su trabajo, casa o tal vez a las compras, el espacio antes amplio ahora comienza a reducirse; algunos personas llegan con la última moda de estos días: cubre bocas; algunos de ellos usan el tradicional azul "médico", otros incluso portan algunos personalizados con camuflaje militar o negros en su totalidad como si estuvieran de luto.
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"Le puede pasar uno en el general", dice una mujer estirando su brazo con dinero al pasajero que se niega a interrumpir su sueño, al ver esta negativa una persona en otro asiento se ofrece a recibir su pasaje y dárselo al conductor, una práctica común en este medio de transporte. Lo que no es común es que el conductor reciba esa moneda con un guante quirúrgico mientras cuestiona a través de su cubre bocas "¿dónde baja?".
Las medidas para prevenir la propagación del Covid-19 han llegado al transporte público de Pachuca, trabajadores del volante de muchas rutas utilizan cubre bocas y guantes mientras dan el servicio, en algunas bases incluso sanitizan sus unidades constantemente, pues nadie quiere contraer este padecimiento respiratorio.
La medida que implementó el gobierno estatal más difícil de acatar es la de limitar el número de pasajeros a únicamente 8 por vuelta. Baja una persona, suben dos más; cuando bajan más de dos suben incluso más, un ciclo que se repite en cada "parada" donde se detiene la unidad, el dinero sigue circulando entre las manos de todos los pasajeros hasta que se escucha la frase "se cobra uno en Plaza Juárez", donde muchos más bajan para trasladarse mediante otro sistema de transporte, el Tuzobús, y unos más retoman su sueño hasta arribar a su destino.
En el camino a la estación del Tuzobús hay muchos taxis esperando a que suban sus pasajes para poder trasladarse, poco a poco algunos toman camino mientras otros rechazan la posibilidad de irse en este medio de transporte. "Y si nos vamos en taxi", pregunta una mujer a su acompañante, quien responde, "no, ahorita cobran lo que quieren por lo del coronavirus, mejor no", mientras siguen a la estación del sistema de transporte público masivo.
Los accesos cuentan con un dispensador de gel antibacterial, todos hacen uso de él, esperan a que llegue “el camión” para abordarlo, son pocas personas, recuerda a un día de asueto cualquiera donde las actividades son limitadas y no hay labores en muchas dependencias de gobierno, poca afluencia de personas muchas veces refleja vacaciones, no una contingencia.
"Tarda mucho tiempo, deberíamos irnos en taxi", insiste la mujer, pero su acompañante se mantiene, "no, ya te dije que ahorita se están manchando y cobran lo que quieren, por eso ya mejor debería haber Uber", comentó mientras llegaba la unidad, "vámonos ya llegó el Tuzobús", sentenció.
A diferencia de un viernes cualquiera esta unidad va prácticamente vacía, se mantiene así por muchas estaciones donde usualmente abordan padres de familia que recogen a sus hijos al salir de la escuela, algunos pasajeros bajan y otros suben, pero nunca se ocupan todos los asientos, y los quienes suben prefieren dejar espacios y sentarse a un lado de otras personas; incluso algunos se dan el gusto de subir las piernas para extenderse, la situación no cambia a lo largo del recorrido, hay poca afluencia y se pueden respetar los espacios, pero desde las ventanillas de la unidad se aprecian las llamadas urvan que en ocasiones llevan hasta el tope sus unidades.