La migración es un fenómeno con el cual el mexicano está acostumbrado a lidiar, ya sea por los paisanos que se animan a partir a los Estados Unidos en busca del “sueño americano” o porque el país es paso obligado de nuestros vecinos del sur, que ven en nuestro territorio el último gran escalón para acceder a una nueva vida.
Sin embargo, en ese andar de los migrantes centroamericanos por México, y en específico por Puebla, muchos niños, niñas y adolescentes quedan en el camino. Algunos viajaban solos, otros iban de la mano de sus padres, con algún tío o un primo, pero terminaron por quedarse en México.
Su estadía no es fácil, pues carecen de las libertades que un menor mexicano tiene por derecho al nacer en el territorio nacional. Están lejos de casa, vagan en las calles, expuestos y vulnerables o, en el mejor de los casos, fueron acogidos por un centro de asistencia social, una fundación o el sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), que los envía a un lugar con las características de una casa, más no las de un hogar.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), de enero a agosto de 2019 más de 32 mil niños fueron devueltos de Estados Unidos y México hacia sus países de origen, como Guatemala, El Salvador y Honduras, aún y cuando al volver se encontrarán en condiciones vulnerables.
Por esta razón y con el fin de dotar de una familia temporal a los pequeños migrantes que se encuentran en México y tienen reconocimiento como refugiados, Fundación Juconi, en coordinación con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y Sistema Nacional DIF han implementado en Puebla el programa “Hogar de Acogida”.
De acuerdo con Ariel Flores Quijano, asesor de Fundación Juconi, la intención es que una familia de Puebla le abra las puertas a un joven migrante de entre 10 a 17 años que, con previa autorización de su parte y tras un proceso de interacción-confianza con los interesados, se anime a vivir con ellos por tiempo indefinido, hasta que él lo decida, las condiciones de su entorno de origen mejoren o se reencuentre con su familia nuclear o extensa.
La mayoría de estos menores proceden desde Honduras, El Salvador, Belice y Guatemala, pero más allá de buscar el american dream, su historia personal está relacionada con situaciones de violencia.
“Muchos de ellos salen de sus países porque no quieren ser reclutados por las pandillas, salen por el simple hecho de no querer estar ahí. Las familias salen y los chicos se van quedando, en el trayecto viven diferentes historias donde sus derechos son violados o están expuestos a situaciones de violencia”.
Flores Quijano expuso que aunque la burocracia mexicana intenta apoyar a los pequeños migrantes, esto es insuficiente porque no se pueden cubrir sus derechos fundamentales.
“Como el de acceder a una familia o el de una comunidad que los acoja, de profesar libremente su credo, lo que buscamos es que se restituyan sus derechos, ya sea reintegrándose con su familia o que se preparen para la vida independiente acá en nuestro país”.
Sin embargo, dejó en claro que este proceso no reemplaza ni es similar a la adopción, ya que los beneficiarios sí tienen familia en Estados Unidos o Canadá, por lo que su estadía con la familia poblana es indefinida, pero temporal.
“No se tiene un tiempo exacto, depende del plan de restitución de derechos en donde se define cuál es el camino que va a seguir la vida de los chicos, ver si puede partir y reintegrarse con su familia, o al revés, o si tiene familia extensa que lo pueda recibir acá”.
Necesitan un hogar temporal
MILENIO Puebla entrevistó a Juan Manuel Cordero y Zaicha Ruiz, un matrimonio que a pesar de su joven edad decidieron unirse al programa y establecer un lazo con el menor que el Comité de Acogimiento del DIF les asigne.
“Lo decidimos porque vimos una necesidad que muchos no están viendo y cuando la ven, le rehúyen al acogimiento. Muchos pensamos en adopción pero lo hacemos desde un punto de vista egoísta, de satisfacer mi necesidad de tener un hijo, pero esos niños necesitan un hogar temporal”, dijo Zaicha.
Juan Manuel reconoció que el proceso no es fácil, se requiere de paciencia y de hacer adecuaciones en la casa para que el nuevo huésped se sienta cómodo, pero considera que la satisfacción y el ayudar al prójimo hacen que el esfuerzo valga la pena.
“Aquí estamos viendo una necesidad porque no la habíamos visto antes, porque no la conocíamos pero no podemos ser indiferentes a ello; independiente de la edad, creo que tenemos todo el corazón para hacerlo, para recibirlos y darles lo que necesitan”.
La familia Cordero Ruiz se declaró dispuesta a contribuir en la vida del niño o niña que llegue temporalmente a sus vidas, pues consideran que esta experiencia les permitirá crecer como pareja y acercarse más a la adopción, un camino que están por recorrer y esperan concluir cuando el sistema se los permita.
“Queremos contribuir en la vida de los niños, niñas, adolescentes que podamos tener en casa, queremos que vean la vida diferente, que puedan estar en un hogar con una familia”.
Para ellos, la idea de saber que pueden cambiarle la vida a un ser humano ya es motivación suficiente para no bajar los brazos, seguir esforzándose e invitar a más personas a unirse a “Hogares de Acogida”, en el que tres familias de Puebla están vinculadas y tres más están en proceso de decidirlo.
“Si ellos fuesen los que están refugiados en un país, ¿qué esperarían de ese país?, porque a veces nos quejamos porque Estados Unidos nos dice de cosas a los mexicanos y el racismo, ajá, ¿nosotros qué estamos haciendo por los que están en nuestro país y no pertenecen aquí?, dejar de ver por nosotros y mejor por el prójimo”, enfatizó Emanuel.
Ella reiteró la importancia de que más personas se acerquen y se informen sobre el acogimiento temporal, pues es una oportunidad para que niños y niñas no nacidos en México y estén en situación de riesgo tengan acceso a una vida mejor.
“Darles esperanza, una esperanza que tal vez ahorita no ven, quizá los sueños están truncados, darles herramientas para superarse y que sean eso que ellos esperan y que no ven posible”.
Ambos apuntaron que no será fácil cuando llegue el momento de separarse del menor “pero sabemos que a pesar de ello ya hay algo que nos une”.
Por lo anterior, invitaron a que más familias se acerquen a Fundación Juconi y conozcan el programa de acogimiento, para que de esa manera, menos niños migrantes se sientan lejos de casa, sin esperanza o sin ánimo de aprovechar al máximo su vida.
“Que no tengan miedo, que nos informemos sobre el acogimiento familiar, de los beneficios que trae para un niño y a la sociedad, o si tú no puedes pero conoces a alguien que sí y le interese, que le digas de qué se trata. Si por familia acogiéramos a uno, sería otra cosa”
mpl