Ruidos extraños, al menos para la llamada nueva normalidad, resuenan en las calles desde que llega la primera luz de la mañana; risas infantiles comienzan a invadir los oídos de los vecinos, ruedas en el pavimento de bicicletas, triciclos y monopatines, incluso a la distancia se percibe un ligero eco de vehículos eléctricos para niños y niñas, algunos autos a control remoto, es un hecho los Reyes Magos llegaron y dejaron sus obsequios bajo el árbol.
Contrario a otros años, e incluso el pasado 24 de diciembre cuando arribó a los hogares ese personaje de rojo y blanco que regala juguetes, este cinco de enero fue silencioso, los Reyes Magos padecieron también la pandemia de covid-19, pero pese a todo lograron entregar los regalos que ahora brindan una sonrisa a los menores que recorren las calles, dejando a su paso decenas de cajas, envolturas y demás basura que deja evidencia de la visita de estos personajes y de sus presentes que dan inicio al año.
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No sólo la contingencia sanitaria dejó a decenas sin degustar una tradicional rosca de reyes, pues hay muy pocas cajas en la basura de las calles; sino también a cientos sin un juguete, pues dentro de los centros comerciales y tiendas de autoservicio siguen abarrotando los estantes, contrario al año anterior las tiendas cerraron casi 8 horas antes de lo acostumbrando, dificultando la adquisición de productos por estos tres viajeros, por ello la madrugada fue tan silenciosa, y hasta ahora existe evidencia de su llegada, con los ruidos de la mañana.
Entre la basura, solitario, se asoma un árbol de navidad; incluso tiene aún esferas colgadas en sus ramas, comparte lugar con bolsas negras y cajas vacías, su punta sobresale como queriendo asomarse a los jardines vecinos, como si buscara un compañero que no llegara. De acuerdo a la tradición cristiana este elemento decorativo de las fiestas decembrinas debe permanecer hasta el dos de febrero, pero ante una temporada atípica por la pandemia del covid-19 también se toman decisiones poco “tradicionales”, la navidad y sus fiestas llegaron a su fin y es momento para retomar a la realidad.
Pasada la media tarde el eco en la calle cambia, las risas desaparecen y comienza a resonar una campana, el camión recolector de basura ha llegado, el árbol comienza su ascenso para al final perderse en un mar de desechos sólidos, antes de llegar a su destino final recorrerá las calles, en su mayoría vacías, no por ser un día festivo, pues dejó de serlo hace muchos años, sino porque la enfermedad respiratoria del covid-19 así lo ha decretado; los comercios están cerrados, los restaurantes vacíos y la gente camina con más indiferencia en las calles, el año nuevo llegó pero se mantienen las prácticas del año viejo, la “nueva normalidad” le llaman, semáforo rojo que se mantendrá al menos tres semanas.
Sin embargo, hay sitios que este árbol navideño podrá avistar donde la gente mantenga la tradición de no mantener cuidados de higiene, donde no interesa el bienestar del prójimo en torno a su salud, donde se abarrota en una plaza comercial por un capricho, o en la mayor parte de los casos porque requieren abandonar la seguridad de su hogar para llevar alimento a sus familias, este verde amigo terminará en un relleno sanitario, la navidad y la fiesta acabó para él y la familia que lo desechó un seis de enero, pero los días siguientes muchos más tendrán el mismo destino, y de pronto todos llegaremos de nuevo a la “nueva normalidad”.