En el polígono Las Joyas, al final de una calle sin pavimentar, donde el terreno es bastante desigual y el paso de los vehículos (y las personas) es muy complicado, vive Juana Ramírez, una persona de la tercera edad, que trabaja en el área de limpieza de baños que se encontraban a un lado del Templo Expiatorio. O mejor dicho, trabajaba, pues por la contingencia se vio en la obligación de quedarse en su casa.
Su esposo padece de una incapacidad y no se encuentra pensionado, por lo que vive de los donativos que los ciudadanos le otorgan. No obstante, ante esta situación, él también se encuentra en un momento de desesperación.
Cuando le avisaron que la mandarían a su casa a descansar, Juana se halló en una gran problemática, pues solamente ella trabaja, recayendo la manutención de su casa sobre sus hombros. Ahora, recibió muy poco dinero en la quincena pasada, sin saber cuándo volvería a recibir esta cantidad.
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"En la quincena me depositaron 1100. ¿Tú crees que 1100 pa' toda la quincena? A mí me ha ido muy mal, con esto que pasa. No sé hasta cuándo se va a acabar, a mí me ha ido muy mal. Yo soy la única que trabajo, para mi marido y para mí, para maneternos todos", comenta Juana, en cuya voz se presenta la sensación por la que se encuentran millones de mexicanos: temor.
A raíz de esta problemática, Juana ha optado por vender nopales cerca de la carretera rumbo a San Juan, siendo, en este momento, el único ingreso que perciben. "No saca uno tanto, pero unos 200 sí. Con eso para comer, unos dos o tres días".
"A mí se me ha hecho bien difícil, porque aparte no tiene uno de dónde agarrar dinero, tiene uno que trabajar para seguir comiendo, para vivir al día. Y si no trabaja uno, ¿pues qué va a hacer?".
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Se mantiene al cuidado de sus nietas
Aunado a esto, ante la suspensión de clases a nivel nacional, desde hace una semana se encuentra al cuidado de sus dos nietas: Esperanza, de 9 años, y Marlene, de 11. Los padres de ambas (que son primas) se dedican a la albañilería y al trabajo en una fábrica. Solamente este último se encuentra descansando también, pero con goce de sueldo.
Ambas niñas acuden a la escuela Ma. Concepción Valtierra, una primaria ubicada a menos de diez minutos a pie siguiendo el bulevar Aristóteles hacia arriba, pasando el Hospital Comunitario Las Joyas. Con la contingencia, reciben las tareas que tienen que realizar a través del teléfono de sus padres.
"Yo digo que son algo difíciles, porque no es igual a estar allí, que por el celular. No hay como estar con su maestro".
Sin embargo, la esperanza en Juana no ha muerto, depositando todos sus pensamientos en la fe tan latente y abrigadora como siempre, para que esta crisis pueda terminarse pronto, y así, regresar a trabajar. Volver a una realidad que, aunque también difícil, más estable que la actual, al menos.