Yolanda Estefanía Alegría Román fue una amante de la música de banda, de preparar postres y del baile. Pero la definía la nobleza. Aspecto que le acompañó hasta el último día de su vida, cuando le compartió un regalo de vida a cinco personas, ya que les concedió en donación igual número de sus órganos.
Hace tres meses decidió ser donante voluntaria. Tenía 28 años de edad y llevaba 18 meses como policía municipal en la capital del estado.
El pasado 8 de agosto circulaban a bordo de la patrulla P-193 junto con otros compañeros sobre el bulevar Xonaca. El exceso de velocidad provocó que a la altura de la 24 Norte, la unidad terminara impactada contra un muro de contención.
Tras el accidente, Estefanía fue internada en el hospital de Traumatología y Ortopedia del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de esta ciudad, donde fue diagnosticada con muerte cerebral, motivo por el cual su familia aceptó donar sus órganos.
Ahora esta acción brinda una mejor calidad de vida a otras personas mediante el trasplante de corazón, hígado, riñón y córneas. La donación multiorgánica se llevó a cabo el pasado domingo en el citado nosocomio.
Su madre, Leonor Román Alegría, contó que la segunda de sus cuatro hijos siempre prefirió que le dijeran “Fany”.
“Ella nació el 27 de junio de 1990. Era muy alegre, le gustaba mucho convivir con la gente. Era muy inteligente, porque fue la que más rápido aprendía de todo mis hijos”.
Apuntó que era muy tranquila y que a ella no le gustaban los problemas, “prefería mejor quedarse callada que pelear, siempre fue así mi hija y muy responsable. Tuvo sus promedios muy altos, desde que ingresó al kínder, lo mismo ocurrió en la primaria, secundaria y cuando ingresó al bachillerato les hacia la tarea a sus compañeros y le pagaban”.
Apuntó que dejó trunca su formación académica, porque “cuando terminó el bachiller ya tenía a los dos niños”.
Expresó que inicialmente “Fany” les expresó que deseaba estudiar psicología, pero a partir de que empezó a ejercer como policía manifestó su intención por estudiar leyes.
“Siempre dijo que deseaba que sus hijos tuvieran una licenciatura para poderse defender y una casa”.
Recordó que aunque fue una hija bien portada, como todos realizó muchas travesuras. Pese a ello lo que más presente tiene fue la llamada que le efectuó la quincena pasada.
“Siempre lo voy a recordar. Fue al cajero la quincena pasada y no tenía más que 300 pesos, porque le descontaron un seguro que ella no había pedido, porque tenía un préstamo. Yo estaba en mi oficina cuando me marcó. Estaba llorando, es el único llanto que escuché al final. Es que no tenía dinero. Dijo: ‘Qué voy a hacer, las inscripciones, me quitaron dos mil quinientos (pesos)’. Nunca lo había dicho en mi vida (le dije): ‘Para qué tienes a tu madre, yo siempre voy a estar contigo. Ve a la casa y dile a tu hermano que te dé el dinero’. Y eso me duele mucho, porque fue la quincena pasada. Es lo único que recuerdo, su última voz, porque siempre me hablaba y me decía márqueme porque usted me tiene bloqueada, siempre le dije, ‘no, no te tengo bloqueada’. Nunca supe por qué de mi teléfono no salían las llamadas con ella”.
Apuntó que hace dos meses le contó que tenía un seguro de vida cuyo beneficiario era otra persona, “y me dijo, ‘ya lo voy a cambiar porque uno nunca sabe’. Le dije, ‘por mí no tengo problema, tengo mi casa, tengo mi trabajo gracias a Dios, pues tu cámbialo’, y hasta a penas me enteré que me puso al cien por ciento”.
Destacó que en sus charlas siempre le decía que su anhelo era que su progenitora ya no laborara más y que ella le iba a ayudar a pagar su casa.
“Siempre me preguntaba, ‘le falta mucho’, y le respondía, ‘sí, me falta mucho para pagar mi casa’. Me decía, ‘es que ya no quisiera que trabajara’, pero, pues tengo que trabajar”.
Expresó que era una fanática de la música banda y de preparar postres, “siempre quería estar guisando”.
Añadió que los flanes y las rajas con leche eran sus platillos predilectos, esto cuando ella guisaba. Y a su señora madre le pedía adobos y cochinita pibil. “Siempre se lo hacía cuando podía”.
Asimismo, mencionó que a su hija le atraían mucho las zapatillas y los vestidos cortos.
La describió como una persona muy noble, “sin importar lo que le hicieran siempre perdonaba. Le decía, ‘porqué eres así, por qué no eres como yo’, y me respondía, ‘no ma, es que yo no puedo. Es que soy muy noble’”.
Mencionó que aunque siempre fue cariñosa con su hija, cuando era necesario hablarle fuerte le decía Yolanda, lo que no le agradaba.
Otra de las características de Estefanía era su afición por el baile. “Tengo muchos videos (...) fuimos a una fiesta el sábado (previo a su deceso), fue el cuatro de agosto y ya no la volví a ver”.
Dio a conocer que su alta como elemento de Seguridad Pública se originó porque un familiar de quien fue su esposo –él falleció hace cuatro años por muerte natural– le ayudó a cubrir el proceso.
Señaló que al enterarse de su propósito le cuestionó, “‘¿Por qué?, si eso es horrible’, y ella me respondió, que era bueno, ‘tiene mucha adrenalina’”.
Refirió que su primera alta fue en la corporación de Amozoc y, posteriormente, se cambió al municipio de Puebla.
“Presentó sus exámenes y todo, se quedó ahí. Aunque primero entró a la Academia tres meses, lapso en el que casi no la vimos porque tenía que estar ahí. Cuando se graduó estaba súper feliz”.
Posteriormente solicitó ser un elemento adscrito a la Angelópolis.
“Pero como policía llevaba como cuatro años. Le decía, ‘ay mi´jita tienes una carita muy chiquita, a poco sí puedes disparar y todo’, porque uno ve a sus hijos muy débiles. La veía más débil a ella porque siempre ha sido muy noble, demasiado noble y, sin embargo, sí pudo”.
Rememoró que su hija estaba muy orgullosa de su profesión, “porque cuando se ponía el uniforme se veía en el espejo. Ella feliz de portar el uniforme (…) además siempre bien arreglada, bien uniformada”.
Narró que siempre le pidió a su hija cuidarse mucho durante el cumplimiento de sus jornadas laborales. “Estoy bien mamita, no se preocupe”, señaló que le respondía.
Agregó que como tenía el hábito de marcarle mucho, incluso cuando estaba en servicio, en ocasiones originó que se sobresaltara, pero de inmediato la tranquilizaba explicándole que sólo quería hablar con ella.
Lamentó que sus jornadas fueran largas y que en ocasiones omitieran cubrirles los tiempos extras.
“Ese día iba saliendo, pero como estaba cerca de donde querían esa urgencia (acudió)”.
Por lo que respecta a su deseo de ser donante, recordó que hace unos tres meses procedió a renovar su licencia de manejo y fue ahí donde le cuestionaron si deseaba ser donante, lo que aceptó.
“Nos dijo que aceptó porque le faltaba mucho. ‘Tengo veintiocho años’”.
Después del percance y enterarse que era donante, en un primer impulso Doña Leonor rechazó firmar la autorización correspondiente, “pero al llegar a la casa, me puse a revisar y vi que decía que sí (aceptó ser donante). Entonces a esa hora le marqué (al personal del IMSS) y les dije que sí”.
Añadió que su hija les contó que esa era una de sus intenciones.
Informó que desconoce quiénes son los receptores de los órganos de su hija, algo que sí le gustaría conocer.
“Quería estar presente en el momento que lo recibieran los pacientes o bien conocer el nombre, porque mi hija anda en un pedacito de ellos (…) Regaló vida, por eso mi niña anda por todos lados”.
Resaltó que tras el proceso de donación, entrega del cuerpo y su sepultura, ahora se fijó ser muy fuerte por sus nietos. “Porque me ven, no saben, aunque sí lo sienten. Debo de estar tranquila también para que ellos estén tranquilos”.
Aceptó que lamentablemente muchas personas no ven los beneficios de ser donante, “(por eso) hay que invitar a mucha gente, porque hay mucha gente que no lo quiere hacer, pero podemos salvar más vidas”.
Remarcó que tras cumplir con el deseo de su hija se siente bien. “Mi familia me lo dice, tu hija anda en todos lados, se donaron los órganos y es un ángel, porque ella hasta el final ayudó a la gente”.
Dijo que ahora viene lo peor para ella, “por los niños. He hablado con ellos. Están tranquilos. Los veo que están tranquilos, pero sí los vamos a llevar a que platiquen con ellos (un psicólogo), porque sí les afecta no verla, pero ya les dije que nos está cuidando, es un angelito”.
Detalló que su nieto tiene diez años, Joshua Emiliano, y su nieta, Areli Scarlett, ocho. El primero ingresará a quinto grado y su hermana a tercero.
“Mi hijo Joshua es del veintiséis de mayo, yo soy del veintiocho de mayo y hemos celebrado siempre juntos mi nieto y yo, siempre, siempre, siempre”, concluyó.
AMV