Con el objetivo de preservar la sabiduría de sus ancestros, Darío Torres Villalba elabora el tradicional vino del municipio de Tetela de Ocampo: Huiquiño, licor casero y artesanal, el cual busca convertirse en un polo de atracción para el visitante local y el enoturismo internacional.
En este Pueblo Mágico, ubicado en la Sierra Norte del Estado de Puebla, nace este fruto parecido a un capulín producido por la hierba huitzitzil o huitzitzil xochitl, flor de colibrí (huitzitzilin, colibrí; xochitl, flor), clasificada como Loeselia coccinea.
“El huiquiño es una fruta silvestre. Desde mis antepasados, muchos años atrás, cuando descubrieron la fruta huitzitzil, así se llama la fruta en náhuatl y ya elaborado en vino es el huiquiño, empezaron a fabricar el licor”.
Torres Villalba presume que tanto la fruta como el vino “son prácticamente de nosotros, los tetelenses”.
Explica que tiene conocimiento que la fruta se da en su localidad y su producción puede variar:
“Porque hay veces que se da muchísimo, en abundancia, y tenemos para uno o dos (años) de reserva; y cuando no hay mucho fruto de huitzitzil, entonces alcanza nada más para medio año, y eso ya muy apuradamente”.
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Reconoce desconocer desde cuándo se realiza este vino. “Esa fruta no me imagino de cuántos años hacia atrás (tendrá de ser empleada para la fabricación del licor), pero desde que recuerdo otras personas aquí en Tetela han elaborado vino de huitzitzil, la bebida tradicional de Tetela"; sin embargo, aclara que tanto él como sus compañeros de oficio también hacen otros licores.
“Elaboran otros sabores que no hago, pero en mi caso solo me fijo en la materia prima de aquí, de Tetela, porque se bajan costos y tiempos por andar consiguiendo frutos de otros lados. Por ejemplo, el nanche, que hay que ir hasta Veracruz para traerlo. También está cerca la sierra donde se da el café y hacemos licor de café. También hacemos de todas las hierbitas que se lleguen a imaginar, como el Yolixpa (elaborado con más de 14 hierbas”.
Destaca que tiene 25 años en esta práctica y que fue su padre, Lucrecio Torres Aguilar, quien se lo heredó junto con su cantina, de nombre “El Atorón”; y éste a su vez lo aprendió de su abuelo, el cual hacía maceraciones.
“Mi abuelo ponía la fruta o las hierbitas (en un frasco), llenarlas con aguardiente y lo sacaba después de un mes y ya era su licor de toronjil, o su licor de manzanilla o de durazno. Todo ese proceso de maceración hacía mi abuelo y luego empezó a venderlo entre sus amigos”.
Recuerda que entonces les comentaba:
“‘Tengo maceración de durazno’, ‘tengo maceración de toronjil de manzanilla’. Ellos sabían que siempre tenía maceración y que le podían comprar. Luego mi papá puso el negocio donde se vendían las maceraciones de mi abuelo. Mi papá empezó a hacer para vender en el negocio, yo le ayudaba a mi papá. Recuerdo que en esta casa ha sido así toda la vida”.
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Evoca que en su infancia su labor era lavar todos los artículos e ingredientes, así como desinfectar las botellas, actividad que en la actualidad aún realiza porque además de reciclarlas, también hace ese proceso con aquellas que son nuevas.
“Con el paso del tiempo me fue entrando el gusto por seguir todo lo que mi papá y abuelo hacían. Todos mis hermanos se regaron, por decirlo así, y soy el único que está aquí trabajando con los vinitos. Cuando fallecía mi papá, hace unos 15 años, me dijo que su deseo es que siguiera atendiendo el negocio, ‘porque a ninguno de tus hermanos les gustó, creo que tú, que eres el mayor, tiene que seguir’. Le dije: ‘No digas eso, tú vas a seguir haciéndolo’, y en la tarde mi papá falleció”.
Asimismo, cuenta que por ese hecho retornó a su ciudad natal, pues por esa época radicaba en la Ciudad de México.
“Estaba recién casado y me vengo con mi familia. En Tetela, la agricultura y la ganadería son los trabajos más socorridos, me dije, ‘voy a hacerle caso a mi papá’, y de 15 años para acá me dedicó a elaborar vinos y nuevos sabores”.
Destaca que desde entonces a la fecha se impuso emplear la materia prima de su comunidad.
“Aquí hay durazno, ciruela y diferentes hierbitas, así como frutos silvestres, por lo que me impuse ayudarme y ayudar a la gente. Desde entonces viene la gente y me traen su fruta, capulín, zarzamora, naranja, de todo, y aquí se los compro y lo elaboro en vino y licor. Le doy el valor extra a la fruta. Ellos están muy contentos porque todos los días soy muy solicitados por los clientes, quienes me vienen a comprar una, dos o hasta tres botellas, o tal vez nada más un traguito, que para el dolorcito del estómago o por costumbre que pasan a tomarse su traguito. La verdad no me doy abasto”.
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Agradece que desde hace 10 años la gente lo empezó a reconocer por su desempeño más allá de su comunidad.
Explica que para ese crecimiento fue fundamental la participación de la Dirección de Turismo de su municipio, pues esta lo invitó a participar en una feria artesanal en la ciudad de Puebla.
“Les expliqué lo que hacía y me llevaron a una feria a Puebla, lo que me permitió darme a conocer en toda la entidad y, sobre todo, que se conocieran los vinitos de Tetela. Desde entonces me ha ido muy bien. Gracias a Dios no he parado de trabajar. Desde las seis de la mañana a las seis de la tarde es mi pan de cada día, hacer vinitos, hacer preparaciones, hacer esterilizaciones, reciclar botellas de vidrio”.
Sin embargo, señala que además de esta práctica también efectúa labores de reciclado, sobre todo se da a la tarea de recolectar botellas de plástico, ya que tiene en mente hacer unas bolsas para transportar los recipientes de sus vinos: “Las voy a cortar y hacerles una agarraderas para ahí mismo meter las botellas. Todo, todo es reciclable”.
Añade que esos mismos envases los emplea como macetas para cultivar diversas hierbas, como epazote zorrillo, anís, menta, manzanilla, cedrón, toronjil, hierbabuena, entre otras.
“Mi idea siempre ha sido aprovechar todo lo que haya aquí en Tetela para darle un valor extra. Me va muy bien y le va bien a las personas que me vienen a vender. Nos va bien a todos, porque en lo personal le doy trabajo a tres personas”.
Apunta que luego se pone a charlar con sus compañeros de profesión e intercambian consejos de cómo elaborar el yolixpa:
“Porque para elaborarlo hay que tener mucho cuidado porque si se pasa de hierbas puede ser hasta venenoso. Hay que darle el toque de lo que necesita”.
Asegura que elaborar vinos con frutas puede considerarse fácil:
“Porque puedes llegar a tu casa y a la fruta que te gusta sacarle el jugo, verterlo en un recipiente de vidrio, taparlo y la tendencia de cada fruta es fermentar. Entonces, hay que ir dándole la fermentación. Hay frutos que duran 15 días, hay otros que hasta un mes. La fruta que más rápido fermenta es la piña, creo que todos sabemos que rápido suelta el alcohol, pero aquí solo me dedico a la fruta que se da en Tetela y hay mucha variedad de fruta, que incluso hay algunas que ya ni hago, como la chirimoya, licor de chirimoya. Me han dicho compañeros que han hecho licor de zapote”.
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Dice que por falta de tiempo solo produce 17 sabores de vinos y licores, entre ellos uno de pétalos de rosa, que también es uno de los más solicitados.
Por otra parte, “El Atorón”, además de su amplio surtido de sabores, también destaca porque en sus paredes cuelgan cartelones en los que se pueden leer frases y pensamientos con un sentido positivo a la vida.
Por último, explica que todo inició porque él tiene la costumbre de arrancar el día con una frase de motivación, misma que empezó a compartirles a sus clientes al atenderlos, y con el tiempo se ha hecho costumbre solicitarles que ellos a su vez le compartan una.
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