Hace 20 años a Luis Fernando Sandoval Olivares, de 48 años de edad, le detectaron insuficiencia renal crónica. Narra que antes de su detección con pruebas de laboratorio ya tenía algunos síntomas.
“Se detectó que los riñones ya no funcionaban, la sangre dentro de mi cuerpo se estaba ya contaminando. Al echarse a perder, por decir así, los riñones no tenía otra opción más que, en primera estar bajo el proceso de diálisis, que es el proceso con el que puedes depurar todo el trabajo que hacen los riñones, porque los riñones se encargan de eliminar todas las toxinas del cuerpo, entonces al no funcionar los riñones toda la sangre se empieza a contaminar. Estuve como un año, año y medio, en un proceso de diálisis y en espera de un donador, y en mi caso fue mi mamá la que me donó”.
Agrega que con la operación se convirtió en un trasplantado renal. “Afortunadamente el tener la bendición de que tu mamá o un familiar cercano lo hace, las probabilidades de que funcione, al meter un cuerpo, en este caso el riñón, en este caso de mi mamá, en mi cuerpo, aunque sea de la mamá, el cuerpo lo siente como un cuerpo extraño y empieza a atacarlo, por ello además las medicinas que he tomado son para tener un sistema inmune bajo para que no ataquen tanto al riñón”.
Señala que después de trasplantado, aunque la vida continúa ya no es igual y menos con la pandemia.
“Un trasplantado debe de ser considerado dentro de la gente vulnerable. Va a cambiar mucho y durante un buen tiempo (nuestra actividad), porque ahorita estamos encerrados pero cuando mis hijos tengan que salir a la escuela pues inevitablemente van a estar en contacto con mucha gente y mientras yo me pueda seguir cuidando aquí en la casa va a estar bien, pero ellos van a salir y los cuidados van a tener que ser, no sé, a lo mejor indefinidos hasta que volvamos a tener la confianza de que están bien. Parece un cuento muy largo en el que estamos un poquito atrapados”.
Aclara que el consumo de medicamentos que le permitan la aceptación del órgano trasplantado será de por vida.
Por último, recuerda que después del trasplante estuvo 3 meses en encierro y alejado de sus familiares para evitar un contagio. “Tenía que evitar que me pasaran hasta una ‘gripita’ porque era un momento delicado”.
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