• Los llaman animalistas: salvan, curan y dan en adopción

Son rescatistas, héroes sin capa que tomaron las redes para crear iniciativas de salvamento, adopción y cuidado, en un país donde cada año 60 mil animales son víctimas de violencia.

Celia Guerrero
Ciudad de México /

En el asiento del conductor de un taxi capitalino, frente al volante, un hombre de 50 años —cabello entrecano, ojos pequeños y rasgados, bigote recortado, y unas gafas de lectura— busca en su celular la ruta más rápida. Atrás viene Muñeca, su pasajera frecuente. “Hola bebé, ¿qué estás pensando? Estate tranquila, eh. Es muy juguetona”, dice mientras mira de reojo al asiento trasero y sonríe. Muñeca es una perra mestiza color café latte, con el hocico y la nariz negra, rescatada de la calle y adoptada hace poco. Pasa las mañanas en una pensión mientras su nueva humana trabaja. Ahora necesita ir a la veterinaria. Su chofer es Juan Carlos Rivera Hernández, mejor conocido por su clave y alias: 10-28, Miyagi.

“La rescatista me dice, ‘necesito un transporte que sea seguro, que [el animal] no se le vaya a morir, primero; a escapar, segundo; que vaya a la pensión, la recoja, la lleve a la veterinaria, la espere y luego la regrese aquí’. Eso voy a hacer ahorita con Muñeca”.

Esto es un traslado de Taxi Animalista, el servicio de transporte especializado en el que Juan Carlos trabaja. Realizan además rescates y son una suerte de Cruz Roja pet friendly que hace viajes de emergencias. Luis López, un taxista que heredó de su abuela el amor por los perros, fue quien tuvo la iniciativa: rescataba, cuidaba y entrenaba perros, comenzó a llevar y traer en su coche a todo tipo de animales para rescatistas con los que colaboraba. La voz se corrió y comenzaron a demandar sus servicios. Pronto, Luis se dio cuenta que había un buen mercado y buscó a colegas para los viajes con los que no se daba abasto.

Juan Carlos, con años de experiencia como taxista, conocía a Luis, quien le ofreció unirse en 2021. Era atractiva la oferta de hacer servicios de traslado más allá de la Ciudad de México y aceptó. Hidalgo, Querétaro, Durango —el más lejano— son algunos de los viajes foráneos que llegan a tomar. “Cuando Luis me invita a transportar perros me dice que, si voy a estar 100 por ciento con él, tengo que tomar un curso de cómo manejar tanto a perros como gatos”. Así, le enseñaron sobre el trato de animales ferales y su rescate, cómo atraerlos, amarrarlos, subirlos al carro de manera que sea seguro transportarlos.

Juan Carlos tuvo que aprender sobre el manejo de animales ferales para ejercer su oficio | Foto: Ariel Ojeda

Muñeca y otra perrita tipo poodle –aún no tiene nombre– van echadas con la mirada curiosa pero relajadas, cada una con su correa atorada a una puerta, de un taxi que es como cualquier otro, un Tsuru con la característica rotulación y cromática blanca con rosa. Las recoge en una pensión de la colonia Narvarte e irán a las Mártires de Río Blanco, donde tiene una veterinaria de confianza. “Somos los únicos. No hay ni Uber ni Didi, ni otros taxistas saben hacer lo que nosotros sabemos hacer”.

Para este trabajo tuvo que adquirir algunas herramientas: un par de collares, cadenas, bozales, tres transportadoras de diferentes tamaños que carga en la cajuela; una manta impermeable que recubre el sillón trasero del carro; aromatizantes, limpiadores, bolsas y pañales para los accidentes que nunca faltan. “Algunos sueltan mucho pelo, vomitan, algunos hacen pipí, popó. Entonces, yo no los toleraba mucho cuando era taxista normal, incluso ni los subía. Pero después de que rescaté varios, son muy agradecidos, dan un cariño especial. Eso me fue ganando y ahora ya es al revés, llevo puras mascotas”.

Pero no siempre es miel sobre hojuelas. Ha transportado cerdos heridos, gallos de pelea lastimados, gatos y perros muy bravos que no han sido fáciles de atrapar.

En una ocasión, en Naucalpan, reportaron a un perro al que le hacía falta una pata y vivía en una base de microbuseros donde le daban de comer. “Muchas veces se dormía abajo de los micros o alguien le abría la puerta y se subía, pero no siempre, entonces sufría del calor, la lluvia y cosas así”. Taxi Animalista recibió el llamado y Juan Carlos fue a recoger al perro. Al llegar, la señora que hizo el reporte le advirtió que era bravo.

“Poco a poco, por atrás, logré meterle el lazo. En ese momento el perro se quiso zafar y ¡tiraba la mordida!”. No lograba controlarlo y un señor y una muchacha que iban pasando trataron de auxiliarlo. El señor ayudó a subirlo, pero “la chava le metió la mano, así, y la mordió. Le abrió todo esto de la mano, ¡no la soltaba! Dije, ‘ya me embarqué’”. Ella se fue al doctor y Juan Carlos finalmente tuvo al perro en el taxi. “Aquí tenía su carita del perro, me veía diciéndome: ‘¡Maldito, donde me suelte…!’”.

Rescatalandia es un proyecto encabezado por la abogada Alina González | Foto: Ariel Ojeda

También ha tenido que reaccionar a situaciones graves, como el de un perro en Ecatepec al que un tren le mutiló las patas delanteras. Al llegar al sitio, Juan Carlos lo recogió y guardó sus extremidades en una bolsa. “Tenía como una hora de haber pasado. Todavía estaba sangrando. Nada más le pusimos ahí un trapo para que no se siguiera desangrando. Y llegando, la veterinaria dijo, ‘qué bueno que te trajiste las patitas, a ver si se las podemos pegar’. Ya no se las pudieron pegar, pero le salvamos la vida”.

Una iniciativa de rescate con buena vibra

Según una aproximación de AnimaNaturalis, 60 mil animales mueren al año por causas violentas en todo el país; 500 mil perros y gatos son abandonados cada año en la capital, según la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT), mientras que 180 mil son sacrificados. No hay ley o autoridad que resuelva el abandono o maltrato animal.

Con más frecuencia se viralizan las denuncias: perros en condiciones de hacinamiento, enfermos, heridos, abandonados o perdidos en las calles. Esto ha llevado a que en TikTok, Instagram o X proliferen iniciativas de activistas que se involucran y organizan rescates, presionan a las autoridades para que los recuperen o, si es necesario, saltan muros y rejas y ofrecen dinero de su propia bolsa a quien se niegue a entregarlos. Los llevan al veterinario, proveen de un hogar temporal, los rehabilitan, les buscan humanos responsables.

Es el caso de Alina González Gallardo, de 27 años, abogada que ha trabajado en despachos penales, militante antiespecista y creadora del proyecto de rescate y cuidado Rescatalandia. Vestida con sandalias, una chamarra y un pantalón de mezclilla manchado con huellas de lodo, Alina lleva a pasear a sus perros a un parque, en la acomodada colonia Polanco. Le ayudan su hermana y una amiga. Cada una lleva con correa a dos perros que las jalan emocionados. Dice que, a veces, a los perros los encuentra; otras, le escriben en redes sobre alguno que necesita ayuda y se lanza a buscarlo. Por su casa han pasado 250 animales, pero la lista de rescates en los que ha intervenido suma 440 casos.

Juan Carlos Rivera comenzó a trabajar en Taxi Animalista en 2021, desde entonces sus pasajeros más recurrentes son perros, gatos y hasta gallos | Foto: Ariel Ojeda

Rescatalandia surgió en 2021 con la idea de crear un proyecto que permitiera recuperar a perros y gatos que son sacrificados en los centros de control para darlos en adopción. Recién creó una cuenta de Instagram, hizo el primer salvamento. Unos cachorros que encontró en un terreno a un lado de la carretera México-Querétaro, comiendo del cadáver de otro perro. Alina se metió al lugar, los vio en mal estado y preguntó a los que se encontraban ahí si podía llevárselos. Le dijeron que sí. Salió con siete cachorros y una perra adulta. Los limpió, los alimentó, los llevó a su casa, publicó sus fotos y alguien más los adoptó. “Luego, ya sabes, la gente se da cuenta. Entonces se hizo una cadena que no ha parado”.

El proyecto se transformó en uno de rescate y construcción de redes para colocar a animales con personas que los cuiden. Para ello, Alina desarrolló una estrategia de comunicación que depende de por lo menos tres elementos: buena vibra, presentación y personalización. Su ejemplo: la modelo Beth Ostrosky Stern, defensora de los derechos de los animales, famosa por poner en adopción a gatos en su perfil de Instagram.

“Cuando se habla de rescates pareciera que se habla de cosas tristes, historias llenas de tristeza, de terror, de angustia. Es muy interesante cuando alguien hace ese cambio, que sean historias que te hacen sentir bien. Y ella lo logra, claro, porque Beth tiene todo el dinero del mundo, porque vive en una mansión, porque a los gatitos tú ves cómo les ofrece 40 tipos distintos alimentos y tienen las camitas más preciosas y suavecitas y se ven increíblemente felices. Los gatos no duran ni media hora con ella, ella los publica y ya se adoptaron.”

Cuando Alina se sentía triste entraba al perfil de Stern. Y no es que buscara replicarlo, pero cuando notó que le comenzó a ir muy bien, entendió que era porque intuitivamente estaba imitando lo que veía en la cuenta de la modelo. Publicaba fotos de los perros sanos y limpios, con mascadas, posando, y notó que la presentación era muy importante para que la adopción fuera rápida y exitosa. Lo siguiente que ayudaba era personalizarlos, darles nombre, contar sus historias para crear empatía con quienes pudieran ser sus adoptantes. Todo eso transmitía otro mensaje. “Se atraen más moscas con miel que con hiel”, piensa.

“Hola, soy Trufa!! Me rescataron de un poblado sobre la carretera, estuvimos mis hermanitas y yo a punto de ser atropelladas. Gracias a dios pasaron unas buenas personas y nos llevaron con ellos, nos llevaron de inmediato a la veterinaria”, publicó Alina en X a inicios de julio. En el posteo luce la cachorrita un enorme moño rosado.

La gente, dice con desilusión, siempre preferirá a un perro bonito y de raza. Por eso su estrategia ha sido efectiva, pero se necesita mucho más. “Si el día de mañana, con una varita mágica, pudiera desaparecer a todos los perros en la calle, encontrarles un hogar, daría lo mismo. En dos años volvería a ser el mismo problema. Porque la gente los sigue tirando a la calle sin esterilizar ni nada. Mientras no arregles ese problema de raíz, lo demás es paliativo”.

Militancia antiespecista

En el balcón de su casa, Alina posa para las fotos con un par de animales. Primero con Dora, una gallina que adoptó en 2019. La toma cuidadosamente, acerca su rostro hasta el pico y sonríe. Luego aparece Norberto, un gato negro ciego que Alina encontró en Cholula, Puebla, en 2021, con el rostro prácticamente destruido. Mientras lo acaricia, cuenta su historia: Nórber, como le dice de cariño, requirió de varias cirugías, le reconstruyeron la mandíbula, pero perdió los dos ojos, los costos por las operaciones fueron de 50 mil pesos. Él es más tímido y luce estresado, es difícil de fotografiar. Lo cierto es que es imposible reunir a todos sus animales.

“Tengo un pajarito que rescaté antier. Tengo un ratón, siete gatos, nueve perros”, enumera. Le ayudan su papá, su hermana y una amiga. Además, la familia ha contratado a Esmeralda, quien trabaja cuidando a los animales de 7 a 2 de la tarde, porque Alina actualmente estudia su maestría en Londres.

Alina cuenta que desde que era niña, su nana, originaria de Guerrero, Chabe, le inculcó el cuidado y valor de la naturaleza. De adolescente discutía en Facebook con personas que defendían las corridas de toros. Luego, en la universidad, estudiando la licenciatura en Derecho, conoció las ideas del antiespecismo. “Alguien me regaló el libro de Animal Liberation de Peter Singer. Lo leí y dije, claro, o sea, esto que yo pienso alguien más lo piensa, no estoy loca”. En 2023 se graduó con una tesis que analiza varias sentencias alrededor del mundo con relación a los derechos de los animales. La tituló, La justicia será antiespecista o no será.

Alina ha adoptado a nueve perros, siete gatos, un ratón y una gallina | Foto: Ariel Ojeda

El especismo, define Alina, es una forma de discriminación. “Como lo es el machismo, el racismo; crees que las mujeres son inferiores por ser mujeres, que las personas de color por ser de color. El especismo es creer que otras especies son inferiores por ser de otras especies, que son menos valiosas y merecen menos bienestar”. El antiespecismo, explica, es luchar contra ello. Porque esta militancia es necesaria y porque su posición de privilegio —que ella reconoce— se lo permite, es que ha mantenido Rescatalandia viva, aun a la distancia.

Lo que ha sido determinante para lograrlo son las redes que ha construido: los que donan, difunden a los animales en adopción, los voluntarios que los reciben en sus casas y los cuidan mientras son adoptados, el veterinario que le hace descuentos y dos aliados fundamentales: Lorena Becerra (otra rescatista con la que se organiza para atender casos cuando Alina no está en México) y Taxi Animalista.

Leyes que no previenen

En México el maltrato animal es considerado un delito en los códigos penales de 30 estados, menos Chiapas y Tlaxcala. En dos años, 2019 y 2020, las fiscalías del país iniciaron 2 mil 511 carpetas de investigación, 155 agresores fueron detenidos y se dictaron 18 sentencias por el delito de maltrato animal, de acuerdo con la documentación realizada por AnimaNaturalis. Pero, aun cuando en años recientes se han creado leyes, códigos, reglamentos que hablan de la protección y el bienestar animal, existen pocas acciones de autoridades para prevenir el maltrato y muchas trabas que dificultan los rescates.

Un ejemplo es la Ciudad de México, cuya constitución denomina a los animales “seres sintientes” desde 2017. Los considera “sujetos de consideración moral” y su tutela es “responsabilidad común”. “Si a la ley le importan lo suficiente los animales como para que puedan ser víctimas de un delito de maltrato, ¿por qué no le importan lo suficiente para evitar a toda costa que los animales sean víctimas?

Muchos de los animales rescatados consiguen un hogar gracias a las publicaciones que Alina realiza en redes sociales | Foto: Rescatalandia/Instagram
“En realidad es una constitución bastante progre, la de la Ciudad de México, en términos de derechos de los animales. Pero no sirve porque, por ejemplo, siguen habiendo perreras y los perros se matan en las perreras. Es un secreto a voces y eso es lo peor del caso: cómo combates algo que no se acepta frontalmente.”

Entre 2019 y 2020, la Brigada de Vigilancia Animal de la Secretaría de Seguridad Pública, la única dependencia con competencia para asegurar animales en la capital, reportó mil 904 animales asegurados y depositados en centros de control y asociaciones protectoras.

Luego está el Estado de México. “Un infierno para las mujeres y para los perros”, dice Alina. En 2019, la Procuraduría de Protección al Ambiente del Estado de México recibió 876 denuncias de maltrato animal. Al año siguiente las denuncias aumentaron a mil 031 y reportó la atención de 667, solo el 64 por ciento. En ese mismo periodo, la Fiscalía General de Justicia del Estado inició solo 36 carpetas de investigación y solo tres sentencias fueron dictadas.

Hacer redes, rescatar animales

Mientras Juan Carlos, 10-28 Miyagi, traslada a Muñeca y a la perrita sin nombre a la veterinaria, cuenta más detalles sobre Taxi Animalista. Además de él y Luis López, el fundador, de 62 años, por ahora hay otros dos conductores: Marco Rivera, de 27, y Luis Hérnandez, de 40. Trabajan con rescatistas independientes, como Alina, y otras varias organizaciones: Huella por huella, Seres Libres, Huellitas Amor Sin Fronteras, por mencionar algunas.

“Mucho del trabajo que he hecho no lo hubiera podido jamás hacer sin ellos. Es que se ponen cañón la camiseta”, dice Alina sobre Taxi Animalista. Menciona la ocasión que manejaron cinco horas a Veracruz de emergencia para resguardar a Aceituno, un pitbull blanco, viejito, que la hermana de Alina rescató moribundo en Ecatepec y, luego, la familia que lo adoptó intentó abandonar porque agredió a otro de sus perros. O cuando la acompañaron a un rescate a Chimalhuacán y se esperaron ocho horas con ella, hasta que lograron sacar a los perros. O cuando la ayudan a convencer a los dueños que no quieren entregar a los animales, aun cuando evidentemente no pueden hacerse cargo de ellos.

Juan Carlos dice que no sabe de especismo ni antiespecismo ni animalismo. De hecho, no tiene mascotas porque aún se hace cargo de dos niños pequeños y, dice, son muchos gastos. Pero, si le preguntan, para él ser animalista es ser responsable.

“Yo lo voy a cuidar, si está enfermo, le voy a comprar sus medicinas, lo voy a llevar al veterinario. Lo voy a esterilizar y, sobre todo, lo más importante, lo voy a sacar a desestresarse, dos o tres veces al día, porque es muy necesario para el perro y es lógico”.

Cuando reflexiona, se da cuenta que sí es responsable de los animales que transporta, aunque no sean suyos. Se sabe parte de una red que cuida de ellos.

“Ya no le doy seguimiento a cada caso porque sería la locura. Muchas veces me entero por Instagram o Facebook. Ah, ya lo colocaron, qué bueno. Yo lo llevé, qué padre.”

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Celia Guerrero es reportera y creadora de podcast narrativos y de investigación, especializada en coberturas de temáticas sociales con enfoque de derechos humanos.

GSC/LHM

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