Migrantes jóvenes y solos en su travesía por México

Historia

Para Daniel, 2019 representó separarse de su mamá y comenzar a enfrentar el mundo solo. “Yo salí de Honduras porque mi mamá se venía y yo la seguí”, dice.

Adolescentes refugiados en la Casa Mambré. (Especial)
Vanessa Job
Ciudad de México /

Daniel es uno de los 18 adolescentes migrantes que iniciaron el Año Nuevo en el albergue Casa Mambré en Ciudad de México.  A sus 15 años está solo. La primera vez que lo vi estaba sentado en la cama del dormitorio de hombres del albergue que da refugio a los que están en riesgo. Estaba cabizbajo, callado, con su cara de niño que no aparenta los años que dice tener. 

La hermana María Antonia Bobadilla, directora de la casa, ha detectado un aumento del número de migrantes adolescentes que viajan solos. “Vienen porque sus padres están en Estados Unidos, van en busca de la reunificación familiar o porque vienen huyendo para no ser captados por las pandillas”.

Para Daniel, 2019 representó separarse de su mamá y comenzar a enfrentar el mundo solo. “Yo salí de Honduras porque mi mamá se venía y yo la seguí”, dice. 

Él salió de Honduras con su familia para alejarse de la violencia y la falta de trabajo, pero hace seis meses que no sabe de ellos. Una tarde que estaban en la Basílica de Guadalupe huyó porque su padrastro lo golpea.  

“No sé nada de ellos ahorita, nada”, dice Daniel resignado a nunca reencontrarse con sus familiares. No tiene idea de si siguieron rumbo a Estados Unidos o qué pasó. Lo que sí tiene claro es su propósito para 2020. 

“Yo quisiera estudiar, superarme y superar mis miedos”, dice mientras el resto de los adolescentes migrantes escuchan reguetón, checan insistentemente sus celulares y juegan con un balón de futbol dentro del albergue hasta que la hermana María Antonia los regaña por andar dando balonazos por aquí y por allá. 

—¿Cuáles son tus miedos?, le pregunto en medio del escándalo de los demás indocumentados. 

—Ya no tener miedo a estar solo sin mi mamá y superar eso, contesta y rehúye la mirada.

La hermana María Antonia Bobadilla está en la cocina de la Casa inventando un nuevo guiso con las sobras del día anterior. Mientras pica cebolla, chile y salchichas cuenta que la llegada de los adolescentes migrantes representa un reto porque muchos de ellos vienen sin educación. 

“Queremos ayudarlos a que vuelvan a la escuela, a que tengan salud y queremos contribuir a que tengan un futuro mejor”, afirma. 

Por lo pronto ya ayudaron para que Daniel comience a cumplir su propósito de estudiar. Este mes se incorporará a una escuela en Ciudad de México. 

El año anterior estuvo marcado porque cientos de migrantes como Daniel decidieron quedarse en México ante la dificultad de entrar a EU. Además fue difícil para los indocumentados que cruzan el país, ya que en julio México firmó un acuerdo con Estados Unidos para detener la migración y evitar que el presidente Donald Trump impusiera aranceles a productos mexicanos. El gobierno de López Obrador desplegó a la Guardia Nacional para hacer un dique para los migrantes. 

“No está nada fácil viajar”, dice Alan, un hondureño mientras refriega el cochambre de la estufa de la casa. Por eso cambió su objetivo de migrar al norte junto con su hijastro. “Mi propósito por el momento es trabajar aquí, echarle ganas y poder ayudar a mi familia en Honduras”.

El pasado fue un año duro en el que Alan debió dejar a su familia y todas sus cosas ante las extorsiones de las maras. Ahora ya tiene una visa humanitaria para quedarse en México. En 2019 el gobierno de México expidió 86 mil 537 visados en su frontera sur.  

La hermana María Antonia también tiene un propósito este nuevo año: trabajar contra la xenofobia, la cual ha provocado que los migrantes centroamericanos se queden en México. “Nuestro reto es llamar a todos los mexicanos a erradicar la xenofobia; debe imperar el amor y la solidaridad”.

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