Hasta hace un año, Betina pasaba las noches presentando sus espectáculos de burlesque y de vedetismo en los centros nocturnos de Veracruz, donde además fichaba y recibía buenas propinas que le daban lo suficiente para vivir.
Esta mujer trans de 55 años, ocasionalmente recolectaba botellas, periódicos y latas en la basura de los demás y las vendía. Con el dinero que recibía por eso, ahorraba para pagar el impuesto predial, el suministro de agua y otros servicios que se cubren en enero.
Sin embargo, hoy las lentejuelas y el canutillo, las pelucas y zapatillas, permanecen guardadas en su ropero; ahora vive totalmente del reciclaje y de la ayuda que en ocasiones le brindan algunas amigas.
Hasta hace tres años reconoce que se prostituía, pues si bien de joven conoció a artistas famosos como Celio González, Celia Cruz, Ninon Sevilla, Yuri, y llegó a tener credencial como vedette de la ANDA, las drogas y el alcohol, aunado a la inmadurez, la llevaron por el mal camino.
Al recordar su pasado, confiesa que, sobre el escenario de cualquier antro, se sentía una estrella.
“Cuando me mandaban a bailar me sentía la estrella, la artista y no era eso, no era más que una fichera, una fichera más, de esos lugares, a los que se les llama congales; un centro nocturno esta disfrazado porque siempre hay prostitución, en todos los lugares así sean finos, hay prostitución en todos”, acusa.
El año pasado, la pandemia de coronavirus la alejó de la vida nocturna en los antros; ahora, sale por las tardes y noches ya no a bailar, ni a prostituirse, sino a recolectar desechos para obtener dinero para comer, “recojo botellas, latas, periódicos y ahí la voy llevando, salgo en las tardes y en la noche y voy dos veces por semana a vender”, reconoce.
Prostituirse por 100, 200 o mil pesos, le trae recuerdos desagradables, “desgraciadamente estuve en la prostitución, había cosas que me gustaban y no me gustaban, y hago shows como burlesque; estuve en la Asociación Nacional de Actores, fui vedette, en 1985 trabajaba en diversos lugares de Veracruz y otros estados como Tabasco”.
Recuerda que la inmadurez la llevó a desaprovechar el apoyo de su padre: “Tuve cuna de oro, mi papá me dio mucho, era maestro repostero de la panadería El Fénix; pero no tenía yo la atención suficiente, me iba de pinta, llegué a secundaria, estudié secretariado comercial pero no lo ejercí…Mi papá fue muy amigo de Celio González quien tenía una boutique en Arista y Bravo, eran amigos, le gustaba como cantaba yo; le dijo a mi papá ‘ese niño tiene madera, déjamelo te lo voy a convertir en gran cantante’, pero mi papá no quiso”.
Cuando la pandemia del coronavirus se desató y cerraron los centros nocturnos, recorrió más de 10 de ellos y en ninguno le daban empleo para presentar su espectáculo; hoy admite que quizá fue lo mejor, pues tal vez se hubiera contagiado.
“Yo creo que diosito estuvo ahí porque si él no me hubiera impedido, capaz me hubiera yo contagiado de covid pero de volada, la verdad vas a los centros nocturnos y bares y nadie tiene cubrebocas, y andan los borrachos en la calle como en su casa; a la gente le da igual, yo he ido al mercado, a recoger botellas y me doy cuenta el borracho trae el cubre boca en la cabeza, en la barba, al revés, todos mugrosos”, comentó.
Betina posee un amplio vestuario; la mayoría diseños de ella; esos vestidos llegan a costar de 3 a 4 mil pesos cada uno, dice.
Espera volverlos a usar pronto, aunque sea en el carro alegórico del carnaval de Veracruz que le asignan a la comunidad LGBT+; este año el carnaval fue virtual y espera que el siguiente sea normal.
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Como Betina, hay más de 2 mil mujeres transexuales, transgénero y travestis en la zona conurbada de Veracruz; quienes, después de la pandemia se quedaron sin trabajo, sin poder fichar, ni vender sus caricias al mejor postor, asegura Jazz Bustamante Hernández, defensora de derechos humanos de la comunidad LGBT+, e integrante de Redes en defensa de derechos humanos de la disidencia sexual en estado de Veracruz.
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El tema de la precariedad en el área laboral de las mujeres en general está muy recrudecido, pero es peor aún para las mujeres trans pues, ”la gran mayoría tenemos que autoemplearnos o generar recursos a través de la informalidad y es lo que pasa con quienes ejercen la prostitución y laboran en centros nocturnos”.
Ella misma fue en su adolescencia, como Betina, pero no le gustó el mundo de la prostitución.
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Jazz expresa que lamentablemente el trabajo sexual no es reconocido como tal, además, quienes lo ejercen están muy estigmatizados.
Ante esta situación, considera necesario que, así como hay programas de apoyo especiales para diversos sectores de la población, deberían crear uno especial para quienes se dedican a este oficio.
“Por ello creo fundamental que de las becas y recursos que se están dando si tendrían que ir sectorizados; como los que se dan para discapacidad. Que se destinaran recursos para esta población”, sugirió.
DMZ