En la base militar número 37-C, ubicada en San Miguel de los Jagüeyes, en Huehuetoca, Estado de México, cada año nacen 300 nuevos cadetes: con cuatro patas y cola, peludos y esponjosos.
Se trata de los binomios caninos del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos, un agrupamiento que hace que las misiones como búsqueda, rescate, guardia, protección, detección de enervantes y explosivos, parezcan un simple juego.
El Centro de Producción Canina, único en el país operado por la Secretaría de la Defensa, alberga 56 animales de pie de cría; sus laboratorios y médicos veterinarios realizan hasta cinco inseminaciones al mes y producen hasta 300 cachorros al año, entre pastor alemán y belga malinois, razas empleadas por el Ejército por su capacidad de adaptarse al clima, su olfato, y la fuerza de su mandíbula.
De acuerdo con el director del centro de producción canina, el teniente coronel Jacinto Moreno Armendáriz, cuando nacen los cachorros se les dan una serie de estimulaciones para que vayan desarrollando todas las habilidades con las que ya nacen.
“Nosotros únicamente se las vamos desarrollando con texturas, con frío, calor, para que ellos cuando tengan una edad de uno o dos meses, no le tengan miedo al terreno donde estarán operando”, luego agregó, “a nuestro ganado bajo ninguna circunstancia se le tiene que estar golpeando”.
A los cuatro meses, los canes son enviados a una brigada de la Policía Militar, para posteriormente ser enviados a las diferentes unidades operativas, ya sea del Ejército, la Fuerza Aérea o incluso de la Guardia Nacional, donde cumplirán con cualquiera que sea su misión, ya sea en las tareas para garantizar la paz, o bien, para el auxilio a la población con el Plan DN-III-E.
KT