Una historia de amor: Con monumento celebran idilio del Popocatépetl e Iztaccíhuatl

En Calpan se alza el único monumento del país que rinde homenaje a la leyenda prehispánica del romance entre el guerrero Popocatépetl y la doncella Iztaccíhuatl.

Monumento a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

En el municipio de Calpan, en el estado de Puebla, existe el único monumento en el país que rinde homenaje a la leyenda del idilio que tuvieron el guerrero Popocatépetl y la doncella Iztaccíhuatl, asociada a la formación de los volcanes, que forman parte de la Sierra Nevada, pues se narra que al morir ambos personajes dieron vida a las montañas que hoy custodian a este sitio.

Se trata de una escultura que fue elaborada en bronce, la cual sustituyó a la vieja y modesta rotonda o glorieta de piedra de cantera en la que convergen las carreteras Huejotzingo-Calpan y Cholula-Calpan, llamado comúnmente por sus habitantes como “El Crucero”.

El conjunto está formado por una rotonda que surge de la inflorescencia de un girasol retomado de los rosetones tallados en piedra de la capilla posa, dedicada a la Virgen María del exconvento franciscano del Siglo XVI, declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1994, ubicado en el mismo municipio; y por una escultura de bronce de 3.60 metros de frente al oriente, del artista plástico originario de Tehuacán, José Antonio del Sagrado Corazón Haghenbeck Cámara.

La rotonda tiene un basamento con un muro llorón sobre el que se colocó la escultura que representa la leyenda prehispánica de amor y tragedia. Cabe resaltar que en la cosmovisión de los pueblos originarios los volcanes eran personas, de ahí el origen de la leyenda.

La obra representa a un hombre indígena ataviado con un penacho, taparrabo (maxtlatl), tilma o capa (tilmatli) y huaraches. Su tilma y sus rodilleras llevan rosetones de girasoles que el escultor incorporó como parte del sincretismo cultural y religioso de los pueblos prehispánicos y los españoles. Su pose es cabizbaja y con un pie por delante del otro; y sostiene entre sus brazos a una mujer que yace sin vida.

Alrededor del basamento se creó un jardín sobre el que se colocaron diversos redondeles de concreto a manera de macetones de color blanco que representan los flósculos del girasol (panel de flores que crecen muy juntas), bordeados por un redondel rojizo y sobre el arroyo vial se estamparon las lígulas o pétalos que resaltan el conjunto escultórico, aunque no tienen el color propio de la inflorescencia de los girasoles.

El conjunto escultórico fue inaugurado el 29 de julio de 2018 y se estima que pesa 1.5 toneladas. Está hecho de bronce y aleación, cuenta con una altura de 3.60 metros hasta el penacho del joven guerrero, mientras que el cuerpo de Iztaccíhuatl tiene una longitud de 2.70 metros.

Volcanes nevados. (Andrés Lobato)

Leyenda del Idilio de los Volcanes

Cuenta la historia que el relato del idilio de los volcanes sucedió hace miles de años, cuando el Imperio Azteca estaba en su esplendor y dominaba el Valle de México; y como práctica común sometían a los pueblos vecinos, requiriéndoles un tributo obligatorio.

Fue entonces cuando el cacique de los Tlaxcaltecas, acérrimos enemigos de los aztecas, cansado de esta terrible opresión, decidió luchar por la libertad de su pueblo. El cacique tenía una hija, llamada Iztaccíhuatl, era la princesa más bella y depositó su amor en el joven Popocatépetl, uno de los más apuestos guerreros de su pueblo. Ambos se profesaban un inmenso amor, por lo que antes de partir a la guerra, Popocatépetl pidió al cacique la mano de la princesa Iztaccíhuatl.

El padre accedió gustoso y prometió recibirlo con una gran celebración para darle la mano de su hija si regresaba victorioso de la batalla. El valiente guerrero aceptó, se preparó para partir y guardó en su corazón la promesa de que la princesa lo esperaría para consumar su amor.

Al poco tiempo, un rival de amores de Popocatépetl, celoso del amor de ambos que se profesaban, le dijo a la princesa Iztaccíhuatl que su amado había muerto durante el combate. Abatida por la tristeza y sin saber que todo era mentira, la princesa murió.

Tiempo después, Popocatépetl regresó victorioso a su pueblo, con la esperanza de ver a su amada. A su llegada, recibió la terrible noticia sobre el fallecimiento de la princesa Iztaccíhuatl.

Entristecido con la noticia, vagó por las calles durante varios días y noches, hasta que decidió hacer algo para honrar su amor y que el recuerdo de la princesa permaneciera en la memoria de los pueblos. Mandó construir una gran tumba ante el Sol, amontonando diez cerros para formar una enorme montaña.

Tomó entre sus brazos el cuerpo de su princesa, lo llevó a la cima y lo recostó inerte sobre la gran montaña. El joven guerrero le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente a su amada, para velar así, su sueño eterno.

Desde aquel entonces permanecen juntos, uno frente a otro. Con el tiempo la nieve cubrió sus cuerpos, convirtiéndose en dos enormes volcanes que seguirán así hasta el final del mundo. A partir de ahí, a Iztaccíhuatl se le conoce como “mujer blanca o dormida” y al Popo “la montaña que humea o don Goyo”.

En cuanto al cobarde tlaxcalteca que mintió a Iztaccíhuatl, arrepentido por la tragedia que desencadenó, murió cerca de su tierra, convirtiéndose en montaña, el Pico de Orizaba, otro de los volcanes de la región y desde muy lejos, vigila el sueño eterno de los amantes que ya nunca se podrán separar.

La leyenda añade, que cuando el guerrero Popocatépetl se acuerda de su amada, su corazón que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa humo. Por ello; hoy en día, el volcán Popocatépetl continúa arrojando fumarolas.

El relato del idilio de los volcanes fue extraído del libro Literatura 1 cuyos autores son: Itzel Saucedo Villarreal y Diana Alejandra Espinoza Elías. Editorial GAFRA. 2012, pp. 136-138.

Vista del Popocatépetl e Iztaccíhuatl desde Tlaxcala. (Andrés Lobato)

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