Carlos y Álvaro laboran en la gasolinera Servicio Toledo. El primero es tío del segundo. Ambos cumplen sus jornadas laborales y siguen las recomendaciones promovidas por las autoridades sanitarias para evitar el contagio del covid-19.
Carlos labora en el turno vespertino y aunque reconoce temor por la pandemia asegura que la mejor fórmula para mantenerse sano es la risa.
Con cada uno de sus clientes, bromea y saluda con cordialidad. Les pregunta cómo están y les informa que ellos continuarán su trabajo sin contratiempos.
Asimismo, cuenta que trata de comer sano y hacer un poco de ejercicio en su casa. Pero su jovialidad le hace perder de cuando en cuando la sana distancia con los automovilistas. Aunque de inmediato rectifica.
Se le cuestiona que la estación tiene varias bombas sin despachadores. Su respuesta es rápida y pícara. “Es que como ya están viejitos, los mandaron a descansar. Así que aquí solo nos quedamos los mejores, los que sí sabemos atender a los clientes. Mire también quitaron a los que hacen el cambio de aceite, pero a esos, aunque están jóvenes, los quitaron porque eran bien maletas”.
A manera de despedida se le pregunta si no teme al contagio, y reitera que mientras ría va a estar sano pese al virus.
En tanto, Álvaro, padre de familia de dos menores, apunta que mantiene la distancia con los clientes y se lava constantemente las manos. Su gesto es duro y parco en las respuestas, hace largas pausas para contestar.
De repente, las palabras fluyen. “Ustedes mejor que nadie saben si es verdad o no lo del virus. Ya no sé qué creer, porque unos dicen una cosa y otros, otra. Algunos solo causan alarma y prefiero ya ni oírlos”.
Cita al director de un noticiario radiofónico de esta ciudad y señala. “Todo es mentira y solo alarma”.
Indica que tanto él, como algunos de sus compañeros del turno matutino, escuchan una estación de noticias por Internet, “y ahí la información es diferente. Todo lo explican y le dan un sustento científico. Ellos hacen pausas explicando todo y piden lavarse las manos. No alarman”.
Cuenta que lleva 20 de sus 40 años de edad en la citada estación de servicio, por lo que le tocó vivir la epidemia de la Influenza AH1N1 en el 2009 y que no se parece a la del coronavirus.
“Sí, la gente actuó diferente. Ahora noto más temor y precauciones. Te das cuenta por la forma en que te dan la llave para abrir el depósito de gasolina o el dinero, o cuando reciben el cambio. Eso también hace que uno tome precauciones”, concluye.
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