El tampiqueño Mauro Hernández Quintanar es el patriarca de una familia circense conformada por 7 adultos y 6 niños, quienes han tenido que dejar las carpas para emplearse en otras actividades que les permita hacer frente a la contingencia sanitaria del covid-19.
Recuerda el propietario del “Circo Galtuk”, la fiesta escénica, que ya han pasado 10 años desde que emprendió esta empresa en el 2011 con un espectáculo en Guadalajara, lugar en donde por primera ocasión escucharon las risas y aplausos de los niños y adultos.
Realizaban actos de malabarismo tanto a pie de suelo como en el trapecio, magia y varias proezas con animales, mismas que concretaba en compañía de su esposa y sus cinco hijos entre ellos dos mujeres y tres varones además acompañados por sus parejas y colaboradores.
En el mes de marzo del 2020, acababan de llegar al puerto de Tampico de una gira realizada por el interior de la República, cuando las autoridades sanitarias les notificaron el 20 del citado mes, que se habían decretado restricciones debido a la contingencia sanitaria por el covid-19 y que deberían de interrumpir sus presentaciones, lo cual acatan de manera inmediata, albergando el sentimiento de que la medida sería temporal, pero desafortunadamente al incrementarse los casos de coronavirus en Tamaulipas, no han podido regresar a ese escenario.
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Los días pasaron y poco a poco se fue terminando el dinero ahorrado en sus giras, generando incertidumbre a esta familia circense que tuvo que decirle adiós a siete personas que pertenecen al staff , entre ellos se encontraba una familia y trabajadores adicionales.
“Dábamos trabajo como a siete personas, una familia y trabajadores adicionales, unos artistas y otros que ayudaban a montar y a desmontar las carpas, somos de ,Tampico Tamaulipas, nos agarró aquí la pandemia, de hecho aquí estábamos trabajando, el ayuntamiento nos proporcionó esta área para trabajar incluso nos daban permisos, todos los trámites y nos agarró la pandemia y aquí quedamos”.
Posteriormente toman la más difícil de las decisiones, que es pausar sus sueños para poder conseguir el sustento del hogar, que fue formado entre las carpas y los remolques que actualmente permanecen inmóviles y a la espera de que todo vuelva a la normalidad.
Dejar su sueño o morir de hambre
Como pudieron empezaron a buscar trabajo; primero se dedicaron a la venta de verduras con la camioneta que tenían para el perifoneo, por desgracia la chocaron en el mes de mayo por andar despacio, actualmente se encuentra en el taller ya que el responsable se hizo cargo de su reparación.
Sin embargo esto no ha sido suficiente por lo que uno de sus hijos solicitó ser chofer de taxi, mientras que otros tres migraron a Monterrey, Nuevo León, ya que hay mayores oportunidades de poder conseguir un buen trabajo:
“Esperemos que sea pronto porque el material se está deteriorando, la verdad de no hay dinero para darle una “manita” de pintura a las estructuras, las lonas que son de segunda mano, fuimos a Guadalajara a trabajar para comprarlas, nos dieron 5 años de garantía, yo creo cuando abramos ya va a tener solo dos años y lo malo que costaron 20 mil pesos y eso que son usadas” menciona Hernández Quintanar.
Con una tristeza en el rostro comenta que para poder cimentar ese sueño, tuvo que abandonar su hogar en el 2005, cuando decidió irse de operador en un circo que llegó a Tampico.
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Y tras echarle muchas ganas por la ilusión de superarse consiguió el capital necesario para independizarse y poner en marcha su propio espectáculo que era el deleite de niños y adultos, hasta que en el mes de marzo del 2020, el coronavirus puso en aprietos a estos familia circense oriundos del puerto de Tampico.
“Cuando por fin los circos reactiven sus funciones, tendré que irme a trabajar a uno de ellos, ya que me costara demasiado el iniciar mi propio espectáculo, aunque no descarto que este será lo más pronto posible, porque deseo de corazón volver a hacer reír a ese hermoso público que nos acompañó por más de 10 años”.