Con el propósito de repoblar la población del burro mexicano y evitar su extinción, en el municipio de Españita, Tlaxcala, opera la granja tecnoagropecuaria La Esperanza, la cual funciona como un santuario de estos animalitos desde hace tres años.
En dicho sitio cuidan y protegen a 250 jumentos, algunos rescatados del abandono, sacrificio y hasta del maltrato, pues unos recibieron daño en sus dientes para hacerlos parecer de menor edad y así venderlos.
Judith García González es la encargada de esta empresa, la cual se ha vuelto sustentable al comercializar la leche de las hembras de los rucios para la fabricación de jabones y cosméticos. Incluso, ella tiene una línea de jabones de tocador, “además de que la leche de vaca es muy barata, así que empezamos a ver cómo hacer al rancho sustentable”.
Explica que al inicio se dedicaba a la producción de vacas lecheras, sin embargo, al percatarse de que los burros empezaban a extinguirse, se determinó cambiar los vacunos por los jumentos. Actualmente, en el espacio se encuentran 155 hembras, 10 sementales y el resto son pollinos.
“Hay que cuidarlos”
Narra que al acudir su padre al mercado de animales de San Martín Texmelucan notó que los burros tenían un mayor costo que el resto. Ese precio alto se debían a que ya no se reproducían, en buena medida, por la demanda del mercado chino de ejiao.
“Nos dimos cuenta que empiezan a estar en peligro de extinción. Por sentimentalismo (mi papá) dijo: ‘hay que cuidarlos’, y empezó a traer algunos (...) Después empezó a cambiar vaquitas por burritos, hasta que el rancho se llenó”.
Apunta que la incorporación de maquinaria e implementos tecnológicos desplazaron de las labores agrícolas a los asnos, situación que se agravó a partir de que los chinos empezaron a adquirir a estos ejemplares para la fabricación de ejiao, lo que provocó un descenso poblacional de burros.
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Expone que el ejiao forma parte de la medicina tradicional china. Se trata de una “exótica gelatina medicinal” utilizada para tratar la anemia, capacidad física, cólicos menstruales, desempeño sexual o la tos. Se obtiene al hervir la piel de burro para extraer su grasa y mezclarla con otras sustancias. Ante esta situación, junto con su padre, decidieron crear el santuario y el primer ejemplar que abrigaron fue una hembra, a la que el personal le puso de nombre “La Licenciada”; el segundo fue un macho, “El Negro”, el cual hasta la fecha es un semental.
Aclara que aunque al inicio su objetivo no era rescatar del maltrato a estos ejemplares, los empezaron a curar y cuidar para darles una nueva oportunidad de vida:
“Nos han llegado animalitos en muy mal estado, con parásitos. Nosotros los cuidamos, les damos un tratamiento y los incorporamos al demás ganado. Nos hemos topado con que algunos les han taladrado los dientes para aparentar menor edad. Pobrecitos, los maltratan muchísimo y después ellos ya no pueden comer bien y es muy difícil que se puedan mantener así”.
“Son súper inteligentes”
Judith revela que en las 20 hectáreas que conforman el rancho hay ejemplares de cinco especies diferentes, aunque ninguno de raza pura:
“Tenemos diferentes, negros, canelas, pardas, tenemos de varias, pero generalmente son burritos de la región. A veces piensan que tenemos burritos de raza, pero no, en realidad son burritos mestizos”.
Asimismo, resalta que estos animales, contrario a lo que supone la gente, “son súper inteligentes, son burritos que se aprenden rostros, caminos, son animalitos muy inteligentes. Donde ellos pasan es muy seguro para que tú pases”.
Agrega que estos animales buscan siempre su seguridad y comodidad, además de que son muy limpios, muestra de ello es que nunca consumen el pasto donde pisan o llegan a orinar o defecar. Además, son capaces de arrastrar 350 kilos: “Son más fuertes que el caballo y son muy dóciles. Un caballo de repente se estresa y ya no quiere moverse; en cambio, un burrito siempre va a seguir las indicaciones”, aunado a que son muy sociables.
“Nos dimos cuenta que cuando las burritas estaban para parir, las separábamos porque de repente entre ellas se empujan o patean y se vayan a lastimar. Procurábamos tenerles un espacio, pero entraban en depresión y hasta les daba diarrea, por eso optamos porque siguieran juntas”.
Un nuevo amigo
Para mantener en buen estado a la población de burros, Judith señala que cuando se incorpora un nuevo ejemplar es separado del resto por un tiempo, el cual sirve de observación para evitar que pueda contagiar de algún parásito o enfermedad.
“Cuando llegan, lo primero que hace el veterinario es revisarlo, le da su diagnóstico y se ponen en cuarentena. Los tenemos 15 días separados, vemos si se necesita algún tratamiento o cuando menos el desparasitante y ya cuando funciona todo, los empezamos a incorporar”.
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Indica que estos animales, que llegan a vivir hasta 50 años, tienen una cría tras doce meses de gestación:
“Dicen que es muy raro que lleguen a tener dos, pero aquí en el tiempo que tenemos siempre ha sido una”.
Sin embargo, Judith presume que han llegado a tener burritas de hasta 250 kilos “y en cruz miden más de un metro”, además de que su cuidado no es caro:
“En realidad son animalitos que se mantienen con cosas muy esenciales, por ejemplo, ahorita que hay verde con los pastos de la región sobreviven sin problemas y nosotros nos preparamos para el tiempo de seca con avena, con silo, para tenerles su comida y ya nada más en la tarde les ponemos un poco de paca para complementar”.
Buscan autosustentabilidad
Sobre productos derivados de estos animalitos, Judith señala que la leche de burra es muy benéfica. La toman niños con desnutrición o aquellos que tienen severos problemas gastrointestinales, incluso, “en Europa le dicen el oro blanco”.
Lo anterior, pues varias pruebas científicas han mostrado que la leche de burra es muy parecida a la materna humana, por la presencia de calostros; también destaca su bajo contenido en grasa y alto en proteínas, vitaminas y lisozimas.
“Es una leche fluida y sin bacterias. Ellas no conocen la brucelosis ni la salmonella. Es una leche que se toma cruda o bronca, por eso es que no lo podemos tener con otro animalito, para que no nos la contamine. Ayuda mucho a niños con intolerancia severa”.
En comparación con las vacas, la producción de leche de rucios es muy reducida. Mientras una vaca genera hasta 40 litros, una burra apenas aporta un litro, lo cual dispara el precio. En su caso, lo comercializan en 432 pesos el litro.
Respecto a la ordeña, informa que solo se realiza una vez al día y este aprovechamiento es corto, pues los jumentos no producen permanentemente leche, sino solo cuando amamantan.
“De los seis meses que da solo la aprovechamos cuatro meses y tampoco podemos quitarle todo porque no podemos dejar a sus animalitos sin comer. Es muy poca la leche que nosotros podemos adquirir de ellos, por eso el precio”.
Agrega que tras la ordeña, si no se consume se mantiene en congelación, a menos cuatro grados, o en refrigeración donde puede durar una semana. Notifica que no se hierve, pues pierde propiedades: “Si la congelamos no pierde ninguna propiedad y aparte se conserva hasta medio año”.
Aunado a lo anterior, Judith comenta que se encuentran en el proceso para lograr la certificación de inocuidad y para conseguirlo, deben de demostrar que la leche está libre de antibióticos y medicamentos, es decir, que es orgánica al 100 por ciento:
“Por eso es que ya no podemos tener otras especies, porque nos vaya a contaminar. Como la leche se toma recién ordeñada no nos podemos arriesgar a que alguien se nos vaya a enfermar”.
Revela que diversas personas la han contactado para la venta de sus ejemplares, incluso les proponen adquirir 100 o más al año, sin embargo, rechaza estas ofertas, pues la verdadera intención es sacrificarlos para emplear la piel:
“No aceptamos porque entregárselos es ir directo para morir, mejor buscamos alternativas (..) hemos hecho pruebas con dulces de leche, cajetas”.
Anota que antes que pensar en tener más ejemplares, busca lograr ser autosustentables “para garantizar que ellos van a estar bien y no los vamos a arriesgar en alimentos o los vamos a estar sacrificando de alguna manera”.
Por último, revela que tiene conocimiento que un burro tiene un precio aproximado de seis mil pesos y un semental llega a alcanzar o superar los once mil pesos.
mpl