Mediante la preservación y protección de una tradición heredada, Ignacio Nezahualcóyotl ha logrado una sinergia entre el ser un artista plástico y un artesano tejedor, lo que le ha permitido crear piezas textiles de alto prestigio para la vestimenta y obras dignas de las mejores exposiciones, por lo que este trabajo hoy por hoy le vale ser una leyenda viviente de México.
Tlaxcala alberga el Taller Nezahualcóyotl entre las calles de Contla de Juan Cuamatzi. Desde 1898, la familia de Ignacio ha trabajado en la elaboración de sarapes y piezas textiles con el uso de telares, mismos que están impregnados de historia. Desde hace más de 120 años, estos artesanos han manejado las fibras de lana o algodón con sus telares coloniales o de pedales.
Estas maquinarias provienen de la combinación de los tradicionales telares de caja de España y el ancestral telar de cintura mexicano, mismo que trajo consigo el proceso del tejido entre el siglo XVI y XVI, pero que se perfeccionó durante el siglo XVIII. Este tipo de arte fue aprendido por el abuelo y padre de Ignacio, quien ahora busca llevarlo a un nuevo nivel.
A pesar de que en la década de los 90 este trabajo se vio fuertemente golpeado por la industrialización textil, la familia tlaxcalteca no dejó morir este arte. Con manos manchadas de los tintes naturales, Ignacio aprendió de su padre los procesos necesarios para mantener viva esta tradición de su municipio.
Junto a su crianza, Nezahualcóyotl encontró en su entorno las señales de lo que sería su futuro en esta vida: “Desde que era joven comencé a interesarme por las artes. Yo creo que esto se debió a los colores que había en el taller de mis papás, a las formas, a todo lo que se tejía en la región. Esto me hizo enamorarme del oficio y de niño siempre quise ser artista, dedicarme a la plástica. Sin embargo, el ver todo esto de las industrias, me hizo inclinarme primero a tejer antes que hacer obra”, refirió.
Junto a su trabajo, el joven tlaxcalteca ha logrado que la combinación entre el mundo del arte y lo artesanal le valgan diferentes reconocimientos, tales como el que obtuvo en 2012 cuando logró el primer lugar en el Galardón Nacional de Arte Popular emitido por el Fondo Nacional de las Artes (Fonart) y Sedesol.
Asimismo, en 2013 y con solo 28 años de edad fue nombrado “Leyenda Viviente del Arte Popular” por Fomento Cultural Banamex, mientras que en diciembre de 2021 recibió el reconocimiento de Grandes Maestros del Arte Popular Mexicano, distinciones que han llenado de orgullo a su estado y municipio.
Si bien estos reconocimientos nacionales e internacionales han sido importantes para el artista, sabe bien cuál es el legado que quiere impregnar en las siguientes generaciones: “De profesión soy artista visual, sin embargo, me considero antes artesano que artista, porque hoy creo que es más importante para el municipio el tejer y poder contribuir con la cultura”.
Por lo anterior, enfatizó que el cambiar la pintura y plástica por el tejido y la naturaleza en el proceso le trajeron una nueva manera de conectar con sus sentimientos y visión artística.
El color de su tierra
Ignacio Nezahualcóyotl señaló que a lo largo de su trayectoria el tejido de sarapes u otras prendas no solo es un oficio con remuneración económica, pues el contacto con la naturaleza, el tacto en las texturas, el sentimiento al tejer y sus pensamientos durante el proceso, son una manera loable de conectar con sus antepasados.Parte importante de esta labor consiste en la creación de la gran variedad de colores que ocupa en sus piezas.
Con ollas, fogones, plantas, flores, animales y minerales, la familia Nezahualcóyotl ha conservado de la mejor manera posible el proceso del teñido en lana y algodón; colores tan impresionantes como el añil, un tono de gama azul que solo se obtiene mediante procesos prehispánicos, mismos que al haber aprendido de sus antepasados, ahora Ignacio busca enseñar a las nuevas generaciones.
En ese sentido, la difusión y protección obtenida gracias a su arte le ha permitido tener los canales de comunicación suficientes para impactar en su comunidad, pues los habitantes se han interesado en la tradición del tejido y lo buscan para aprender. De esta manera, Ignacio sabe que su trabajo digno y remunerado en mejor medida que en el pasado ayuda a la economía y al rescate cultural.
Asimismo, parte de las piezas fundamentales para estos logros han sido la inclusión del trabajo como lo hacían “los de la vieja escuela”; no obstante, las variedades son tantas que el artesano no posee un conteo total de las diferentes tonalidades que se han alcanzado, pero sabe que en su obra más colorida ha utilizado hasta 120 colores distintos en lana y 20 en algodón, todos conseguidos de manera natural y tradicional.
Manos azules
En entrevista con MILENIO Puebla, Ignacio explica los procesos textiles, sin embargo, se pueden notar sus manos azules como huella de los teñidos de telas en su labor. Poco a poco, el artesano comenta sobre las figuras, colores y formas de las prendas, mismas que pueden llevar desde una semana hasta un año de preparación y oscilan entre los 300 hasta más de los mil pesos.
Acompañado por sus tradicionales telares con hasta 100 años de antigüedad y un par de ellos otorgados como herencia para su labor, el artesano tlaxcalteca destaca la importancia de enseñanza, pues sabe que sin la transmisión de conocimientos el tejido estaría en peligro de extinción.
Por ello, Ignacio se empeña cada día en disfrutar su trabajo, comunicar la responsabilidad de difusión cultural de su municipio, proteger y compartir cada uno de sus conocimientos y buscar jóvenes tlaxcaltecas que gusten de aprender una profesión que teje el legado de su tierra.
AFM