En tiempos en los que evitar el contagio del coronavirus covid-19 es prácticamente de lo único que se habla en el mundo, y usar una filipina clínica basta para sufrir actos de discriminación.
Ana Ramírez, una enfermera de 28 años que labora en un hospital privado ubicado en San Nicolás de los Garza, Nuevo León, vivió de primera mano actitudes en su contra por el simple hecho de ser parte del personal de salud que trabaja diariamente para combatir esta contingencia sanitaria.
Además de las presiones diarias con las que convive en el hospital, donde la contingencia por el covid-19 la expone a riesgos de salud importantes, ahora Ana Ramírez también se tiene que enfrentar a situaciones de discriminación por parte de gente que no la quiere tener cerca.
Tan solo al entrar a un puesto de comidas, ubicado en la avenida Diego Díaz de Berlanga, Ana sintió la mirada de todos los presentes.
“De entrada, todos se me quedaron viendo como bicho raro, una pareja que estaba sentada en la mesa de al lado de donde estaba yo, se paró y se cambió de mesa", contó.
Por su condición de enfermera, Ana tenía puesta una filipina clínica azul y un cubre bocas, por lo que la gente fácilmente la relaciona con algún trabajo en el área de salud, lo que accionó estos actos de discriminación.
Durante más de 10 minutos Ana tuvo que quedarse parada viendo cómo los trabajadores se hacían señas entre ellos porque ninguno se animaba a atenderla, algo que finalmente hicieron, de lejos y de “mala gana”.
“Todos se me quedaban viendo, haciéndose señas de que no me atenderían, yo con la pena encima, porque te hacen sentir incómodo, la verdad”, explicó.
Cuando se paró de un asiento que había tomado, en espera de que la atendieran, la trabajadora pateó la silla, algo que hizo sin siquiera disimular para que Ana no lo notara.
Con la bolsa con la comida agarrada apenas con la punta de los dedos, relata Ana, la persona le entregó su pedido e hizo lo mismo cuando tomó el billete con el que realizó el pago, realizando movimientos exagerados para no acercar más que sus dedos a ella, como si se tratara de una fuente radioactiva.
“La mujer no traía ni guantes que es esencial para trabajar con comida en estos tiempos, e igual el dinero que le di lo agarra con la punta de los dedos y al darme la feria, lo mismo, como si fuera limosna o qué se yo”, dijo.
Ana Ramírez, enfermera con más de 10 años de experiencia, hace un llamado a los ciudadanos de Nuevo León para que valoren el trabajo del sector salud y sobre todo que no los discriminen.
“Le pudo pasar a cualquiera, igual pude ser todo menos enfermera y la reacción de la mayoría de la gente desde que iba caminando para llegar a lo llegar a los tacos y que estaba comiendo ahí por el hecho de ver un clínico te apunta y uno se da cuenta”, expresó.