En un escenario con grandes cortinas rojas, se abre el telón y la luz apunta a Vladímir Horacio Villegas; actor, director y productor de teatro. Pasa de ser él y se convierte en un niño ogro, en mujer o en un fantasma.
Para el actor, quienes se dedican a las artes, en especial a este tipo de arte, tienen una necesidad de expresión que va más allá de hablar en un proceso psicológico o una charla con uno mismo; expresó que los actores tienden a tener una sensibilidad más alta y la manera de canalizarla es la interpretación.
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Con 41 años como actor, es esta su mayor pasión. Contó en entrevista que, a diferencia de otros colegas, él no sintió de niño el llamado para actuar, sin embargo, en sus primeros años de vida, pese a ser un niño tímido, tuvo gusto por la oratoria; actividad que era un reto constante.
“Era como superar un miedo, pararme frente a los compañeros malvados que se burlaban de todo, estar frente a ellos era una superación hacia mí mismo”, expresó.
Ser actor, no era el plan original, sus estudios universitarios iniciaron cursando Ingeniería Química y pasó, después, a estudiar la licenciatura en Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla; aquí entró a un taller de teatro al que por curiosidad y sin miedo a perder hizo casting quedando entre los seleccionados.
A sus 18 años participó en su primera obra, Horacio Villegas refirió que, tras el estreno de la puesta quedó maravillado sobre su experiencia en los escenarios al darle vida a un personaje. Después continúo por este camino.
Al trabajar como actor universitario, su primer maestro fue Carlos Robles, sin embargo, su sed de conocimiento lo llevó a las manos de Guillermo Cabello: conocido por su trabajo en el teatro independiente, su actuación, dirección y escritura.
De acuerdo a lo relatado por su pupilo, Guillermo Cabello, radicaba en la ciudad de México y visitó el estado poblano para dirigir una obra universitaria, durante su estancia se enamoró del estado y se mudó a vivir en Puebla, fundando aquí su grupo de teatro que se llamó “Tras Luz”.
Con el paso del tiempo, Horacio Villegas, se sumó a trabajar con Cabello. Calificó como excepcional el aprendizaje obtenido, por lo que, considera su maestro, su guía para ser un buen actor y director teatral.
Al preguntarle al actor qué obras lo han marcado, la primera en venir a su memoria fue “Muertos sin sepultura” del libro de Jean-Paul Sartre. Precisó que, además de interpretar a un personaje dramático, la puesta le ayudó a entender lo que es el existencialismo sartreano.
Más tarde, la primera puesta en la que participó con Guillermo Cabello fue una adaptación sobre 5 cuentos de “El llano en llamas” de Juan Rulfo, esta obra se presentó en varias ocasiones e incluso llegó a compañías regionales. A decir de Villegas, este trabajo fue un reto al ser un proyecto profesional íntegro, con un estilo de actuación que él nunca había llevado a cabo.
“Fue una actuación silenciosa, de estar en escena con pocos diálogos, eso fue interesante”, apuntó.
En fechas más recientes y como director llevó a escena los textos de “Orquídeas a la luz de la luna” de Carlos Fuentes, una comedia interpretada por hombres vestidos de mujer. Entre otros de sus trabajos también destaca: su participación en la obra “El ogrito” de Suzanne Lebeau, en la que interpreta a un niño que también es un ogro.
Asimismo, en compañía de la teatrera poblana, Susana López, colaboró en la obra “El Nahual”, donde Horacio Villegas interpreta a un fantasma que trata de hacer las cosas que no hizo en vida y que perdió la vida al ser confundido con un narcotraficante. Para el actor, este papel representó todo un reto mental y de interpretación.
En la actualidad, se encuentra colaborando en la obra “Sed de amar y otras enfermedades congénitas” donde, a decir de Villegas, saca su lado loco y divertido.
En su camino por los escenarios ha tenido varios retos, ha reído y llorado, ha llevado a su público tristezas, alegrías y miedo, emociones que para el actor: es lo que más enriquece el teatro.
Invitó finalmente a los ciudadanos a ir al teatro, explicó que es una experiencia maravillosa que no se compara con ningún otro medio de comunicación, ya que en el escenario se da una emoción directa entre los artistas y el público, o como él lo explicó: “Percibo al público y ellos me perciben”.
CHM