Soy cursi, soñador y fui noviero... hasta que me casé: Jaime Cárdenas Gracia

Entrevista | Lado B

El titular del Instituto Nacional para Devolverle al Pueblo lo Robado pasó su infancia y adolescencia entre jesuitas, masones y Caballeros de Colón, siente culpa de haraganear dos horas y desea ser senador o ministro de la Corte.

El coahuilense en compañía de su esposa e hijos. (Especial)
Isabel Hernández Medel
Ciudad de México /

Jaime Cárdenas Gracia, responsable del Instituto Nacional para Devolverle al Pueblo lo Robado, acepta que es cursi y soñador, pero también apasionado de las transformaciones políticas del país.

Nació en Parras, Coahuila, hace 60 años en una familia que tres siglos atrás se asentó en ese lugar. De hecho es bisnieto de un guardia civil que luchó contra los franceses y nieto de una mujer que le enseñó a leer cuando él tenía cuatro años.

Su educación básica se dio entre la orden católica de los Caballeros de Colón, masones y jesuitas; en la adolescencia se trasladó con su familia a Querétaro, donde estudió la preparatoria y la universidad.

Gracias a una beca llegó a CdMx a realizar un doctorado en la UNAM; ahí conoció a quien por casi 34 años ha sido su esposa, María de la Luz Mijangos, actual titular de la Fiscalía Especializada en el Combate a la Corrupción de la Fiscalía General de la República.

¿Cuente sus orígenes?

Mi padre era comerciante y, con un tío, administraba un negocio que elaboraba vinos generosos y brandi. Mi madre era ama de casa.

¿Algún recuerdo entrañable?

Mi abuela paterna. Estaba enferma, pasaba con ella la tarde o la mañana, fue la que me enseñó a leer cuando yo tenía cuatro años. Le leía un periódico del pueblo, un semanario que se llamaba El Popular, impreso que tenía solamente cuatro páginas; eso me marcó porque siempre exponían cosas interesantes de la historia de Parras.

¿Qué otras cosas le han marcado durante su vida?

Los jesuitas; participé apoyándolos como monaguillo en la parroquia del pueblo, eran personas con ideas sociales, no socialistas, gente ilustrada. Ver cómo defendían los derechos de los trabajadores fue para mí muy importante y después observar todo ese juego ideológico entre los Caballeros de Colón y los masones, también. Toda la primaria la estudié en una escuela de jesuitas, la secundaria la hice en una institución pública, donde impartían clase los masones.

¿Cómo fue su juventud?

Fui muy noviero; ahora soy un hombre bastante formal, pero sí, de joven fui bastante noviero, no de muchas parejas al mismo tiempo, pero sí tuve sucesivamente novias desde la secundaria hasta que me casé. Me gustaba redactarles poemas, era (o soy) bastante cursi.

A su esposa, ¿cómo la conoció?

En la universidad; estaba terminando el posgrado en la UNAM y ella ingresaba. Tenía un compañero que era ciego y llevaba un lazarillo, que un día se separó de él y corrió hacia una muchacha a olerla porque tenía un perro en su casa. Ahí la vi. Empecé a saludarla, después la invité a una fiesta y así comenzamos a salir. Me llamó mucho la atención su seguridad —nunca he conocido a una mujer más segura—, su contundencia y su ternura hacia otras personas y desde luego hacia mí.

Pronto cumplirán 34 años de casados. ¿Cómo lo han logrado?

Creo que ha sido importante la comunicación entre ambos y también entender los propios defectos y aceptar que no tienes la última palabra. Ella tiene, además de una inteligencia muy grande, un carácter fuerte, entonces he comprendido que debo aceptar muchas de las cosas que dice.

“Cuando hay un momento de molestia, trato de no contestarle; ella tampoco lo hace cuando me ve molesto. Hemos aprendido a respetarnos, creo que también a perdonar nuestros defectos. Creo que esa ha sido la clave del éxito”.

¿Cómo llegó a la política?

Por razones circunstanciales. Cuando estudiaba otro doctorado en España, conocí a Luis Martínez Fernández del Campo, quien en ese entonces era senador. Cuando regresé a México me presentó a Manuel Camacho, con quien trabajé del año 1990 a 1993.

“Camacho me mandó a estudiar las transiciones democráticas a EU; de ahí le preparé un ensayo sobre cómo podía darse el cambio democrático en el país, pero no se convirtió en candidato presidencial y yo ingresé luego al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, donde publican ese texto. De casualidad ese escrito llegó a manos de los miembros del PRD y Los Chuchos me invitan después a participar en el proceso para ser consejero del IFE.

“Un ala de ese partido me vetó porque me vinculaban con el PRI. En el último día de inscripción me armé de valor y fui a hablar con Andrés Manuel López Obrador, quien en ese momento era dirigente del partido; le dije que quería participar, no me dio muchas esperanzas pero lo logré; ese lugar era para Jorge Alcocer, pero él renunció, ya que quería dirigir el IFE y esa posición ya estaba dada para José Woldenberg. Después regresé a la UNAM y en 2009 me convertí en diputado externo del PT.”

¿Cómo es su relación con el presidente López Obrador?

Le tengo aprecio, un gran afecto, creo que él también me tiene aprecio. Desde luego respeta a las personas que somos leales a él.

¿Cuál es su gusto culposo?

Me gusta mucho comer y a veces haraganear; después de ver por dos horas una serie o película me siento mal y creo que debo volver a trabajar.

¿Qué desea en el futuro?

Me gustaría ser senador o ministro de la Corte, aunque eso lo veo bastante lejano, y ver a mis hijos consolidados profesionalmente; desde luego me gustaría conocer a mis nietos, si es que voy a tenerlos.

¿Libro favorito?

Los episodios nacionales, de Benito Pérez Galdós.

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