Un hombre cargado de drogas sintéticas se mueve por el Valle del Mezquital. Los reportes de la Secretaría de Seguridad Pública de Hidalgo lo ubican con el alias de Rambito, un narcomenudista independiente y escurridizo a quien se le ha visto en la cabecera municipal de Francisco I. Madero. Su lugar de operaciones son las tres canchas de básquetbol y los escalones de la plaza principal del pueblo, donde por las noches vende dosis de cristal por 100 o 150 pesos, según la temporada.
Como muchos, este dealer está bajo el radar de la policía. Genérico e indistinguible. Lo único especial es que el lugar de operaciones de Rambito está a unos 100 metros de un local que vende refacciones de bicicletas, un dato que no tendría importancia si no fuera por el nombre del negocio: Gálvez, el apellido más famoso de la comunidad Tepatepec, donde hace 60 años nació Xóchitl, la aspirante favorita de la oposición para convertirse en presidenta de México.
En Tepatepec es fácil encontrar a entusiastas de la candidatura presidencial de la niña que creció en sus calles. También es fácil comprar y vender cristal. Tal vez demasiado para una comunidad que apenas tiene 11 mil 400 habitantes. Acá se encuentra “cristal” —sin problemas— atrás de la secundaria 14, frente a la primaria Ignacio Allende, en el botanero Lady’s Bar y junto a los abarrotes y licores Xóchitl, el nombre que todos repiten en la comunidad como la hija pródiga que, si gana la elección presidencial, los liberará del narcomenudeo.
“Esta droga es un problema porque es muy barata”, cuenta un comerciante del Mercado 31 de Mayo que trabaja como informante para la Policía Estatal. “Quita el hambre de los que más pobres y vuelve loca a la gente. Te lo digo por experiencia propia: hacen lo que sea por una piedra del tamaño de la goma de un lápiz”.
Un informe de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo en poder de MILENIO detalla que en Tepatepec los delitos de mayor recurrencia son violencia familiar (41%), lesiones dolosas (21%) y robo de vehículo (14%), tres males impulsados por la adicción y la violencia que provoca esa metanfetamina con aspecto de vidrio estrellado.
Un problema que se gestó en la cuna de Xóchitl Gálvez hace 22 años, cuando la droga comenzó a circular con una marca registrada que inspiraba terror: Los Zetas.
2001: Y llegó El Lazca
Xóchitl Gálvez brincó hacia adelante al pasar de empresaria a alta funcionaria del gobierno federal al mismo tiempo que su natal Hidalgo dio un salto hacia atrás: de entidad tranquila pasó a ser guarida de Los Zetas.
Era 2001 y los engendros del Cártel del Golfobuscaban nuevas tierras. Así llegaron al estado donde nació la panista y se anidaron en las comunidades originarias, a las que ella debía supervisar como jefa de la Oficina para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de la Presidencia de la República, el nombramiento que le dio Vicente Fox. Esos pueblos terminaron infectados con la droga que Los Zetas les llevaron desde el norte del país.
La averiguación previa PGR/SIEDO/UEIS/150/2009 narra esa historia negra en voz de un testigo protegido nombrado “Rufino”, quien contó a la entonces que Osiel Cárdenas Guillén ordenó en aquel año a Heriberto Lazcano Lazcano, el temible Z-3, que se apoderara de Hidalgo con un grupo de militares desertores. El sueño de Cárdenas Guillén era conquistar la entidad para usarla como punta de lanza para dominar el Estado de México y Ciudad de México, lo que consolidaría a Los Zetas como cártel nacional desplazando a sus rivales del Cártel de Sinaloa.
El Z-3 inició su expansión desde su natal Apan, Hidalgo, y luego se extendió a Pachuca, donde construyó una casa en una colina con la estatua de un caballo reparando que se veía desde las planicies y edificó una iglesia en la comunidad Tezontle, donde aún se observa el espacio de la placa con su apellido.
Un ex secretario de Seguridad Pública en Hidalgo —quien pidió que su nombre se omitiera por su relación con priistas que respaldan las aspiraciones presidenciales de Xóchitl Gálvez— aseguró que una vez que El Lazca se instaló en Pachuca comenzó a desplegar a gente de su confianza por todo el estado y encargó a su primo Humberto Canales Lazcano, El Comandante Chivo, que se adueñara del Valle del Mezquital, incluyendo Tepatepec, en los años en que Xóchitl Gálvez rondaba los 38 años y ya era una influyente funcionaria federal.
“(El Comandante Chivo) Hizo lo que todos los zetas de esos años: se hizo pasar por empresario respetable y dio trabajo, hizo obra pública, repartió dinero. Muchas familias se beneficiaron y decidieron mirar para otro lado, incluso a protegerlo”, recuerda el ex funcionario. “Pero era sanguinario igual que su primo”.
Aprovechando la aparente calma de la región, El Comandante Chivo se instaló como un residente incómodo, pero conveniente. El primero de muchos que repartieron drogas como si fueran dulces: primero mariguana, luego metanfetaminas económicas en comunidades rurales como Tepatepec y sus aledañas San Juan Tepa, El Rosario, El Mexe, Bocamiño y más.
De poco sirvió a los vecinos que Xóchitl Gálvez se convirtiera en una servidora pública con derecho de picaporte en el despacho presidencial: El Comandante Chivo fue, por años, el poblador más poderoso de Tepatepec que condenó una generación de jóvenes a drogarse para mejorar su rendimiento en el campo.
Consumo crece 500%
“Tepatepec tiene un problema de narcomenudeo”, reconoce tajante el encargado de la procuraduría local, Santiago Nieto, mientras ojea las estadísticas de incidencia criminal en el estado sobre una mesa de trabajo. “No es un problema ligado a los grandes grupos criminales nacionales —como el Cártel Jalisco Nueva Generación o el Cártel de Sinaloa—, sino grupos locales, bandas de narcomenudeo de la zona”.
Ya no hay evidencia de que Los Zetas, o sus escisiones como el Cártel del Noreste o Los Zetas Sangre Nueva, sigan en Hidalgo, asegura el ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF). Lo que sí quedó es su herencia: los Centros de Integración Juvenil en el estado reportan que han aumentado exponencialmente las consultas por adicción al cristal, lo que lleva a calcular que sólo en los últimos tres años el consumo de esta metanfetamina creció 500 por ciento.
Su comercialización es tan extendida que la droga ya no llega desde otras regiones del país, sino que se elabora en narcolaboratorios hidalguenses, como el que se halló en Alcholoya, Acatlán, donde agentes de la Fiscalía General de la República aseguraron 178 kilogramos de clorhidrato de metanfetamina y 614 litros de metanfetamina.
De instalaciones como esas salen dos tipos de cristales: el más puro —con un valor cercano a 350 pesos por dosis— que suele venderse en las zonas urbanas, residenciales y universidades y el “cristal caballo” o rebajado —cuyo precio cae hasta 100 pesos— que se reparte en regiones rurales e indígenas, donde se fuma, inhala o inyecta
Un dato explica el arrastre del cristal en el lugar de nacimiento de la senadora panista: entre septiembre del año pasado y julio de 2023, en Tepatepec se han realizado tres cateos por venta de narcóticos, un hecho inédito en los recuerdos de los habitantes más longevos del pueblo.
El último operativo ocurrió en la localidad de San Juan Tepa, donde se aseguró un inmueble en la calle Margarita Maza de Juárez en el que se encontraron bolsas con “cristal”, un arma de fuego y cartuchos de distintos calibres.
Para sorpresa de los policías, entre las cinco personas detenidas había una mujer que les dio una idea de la penetración de la droga en la comunidad: una indígena adulta mayor cuyas huellas dactilares coincidían con la cacha de un arma corta que recientemente había sido utilizada.
“Robos, asaltos, amenazas… todo cambió acá en Tepatepec cuando el ‘cristal’ empezó a crecer en oleadas y nadie nos ayudó a frenarlo”, cuenta resignado el comerciante del Mercado 31 de Mayo, quien en un arrebato de honestidad me cuenta que su hijo mayor ha intentado, sin éxito, desintoxicarse de esa piedra que lo transforma de un buen hijo a un furioso ambulante callejero con varilla en mano para asaltar a quien se deje.
“Por cierto, ¿quieres un dato curioso?”, pregunta con una mueca que quiere parecer sonrisa. “Ahí donde hoy opera El Rambito es donde Xóchitl vendía gelatinas, las mismas escaleras, ¿a poco no es rara la vida?”
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