La recta final de las campañas ha visto a dos Claudia Sheinbaum hablando ante públicos muy diferentes, pero agrupables en sendos sectores: los entusiastas que empezaron a disfrutar la victoria y los resignados que ya están pasando el trago amargo. Frente a un tercer ámbito, el de la ciencia y la cultura, la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México lució mesurada.
Para cualquiera de las opciones políticas en competencia, los grandes mítines electorales son despliegues de logística y estructura, con apenas espacio para el ciudadano interesado en conocer propuestas que lo ayuden a decidir.
En bastiones de partido, como la morenista Iztapalapa, la panista Benito Juárez o la priista Saltillo (por la tragedia de San Pedro Garza García, se canceló el evento en la emecista Monterrey), Sheinbaum solo ajustó su discurso para incluir asuntos y figuras locales, sin variar el amable tono didáctico e interactivo que ha desarrollado en estas semanas, pues el público siempre es de convencidos organizados. Para ellos, es Claudia.
En ámbitos de esperable confrontación, Sheinbaum se trasladó a la postura de experta que domina los temas mejor que sus críticos, controlando además ritmo y rumbo de la conversación, auxiliada porque quienes la cuestionan lo hicieron con tersura, revelando la conciencia del que cree que le habla a la ya casi inevitable próxima presidenta del país.
Con los periodistas del programa televisivo Tercer Grado o con la usualmente avasalladora cúpula del sector empresarial regiomontano, que esta vez se mostró amigable e incluso tímidamente satisfecha, es la doctora Sheinbaum.
Doctora presidencial
La coalición político-económica que apoya a Xóchitl Gálvez no perdona lo que considera disidencias y las castiga sin consideraciones.
Lo hizo con la mesa de análisis de Latinus cuando mostró su insatisfacción con el desempeño de su candidata en el primer debate y ahora, con los panelistas de Tercer Grado tras la entrevista que sostuvieron con Sheinbaum el lunes 20, tras el encuentro final de aspirantes. Reclamaron que no hubieran sido tan duros como con Xóchitl. En sus propias mesas de La Hora de Opinar, el anfitrión Leo Zuckermann osciló entre reconocer y justificarse ante la irritación de sus invitados.
Más que poner contra las cuerdas a una candidata, los periodistas parecían ponerle el podio a una mandataria, que usó las preguntas para profundizar en sus propuestas, modulando además el foco sobre “lo que el público quiere escuchar”.
El jueves 23 en Monterrey, casi un millar de personas –por el cálculo de sillas y la estimación de las que estaban de pie– en tres salones unidos del Centro Internacional de Negocios (Cintermex), con una primera línea de asistentes formada por las cabezas de las organizaciones empresariales estatales y todos los ex presidentes de la Cámara de la Industria de Transformación de Nuevo León (Caintra), que organizaba el evento, Sheinbaum tomó su tiempo para explicar a profundidad, con una presentación audiovisual, tanto los logros de su gobierno en la Ciudad de México y los del federal de López Obrador, como su visión de los problemas del país y sus propuestas para enfrentarlos.
Hizo énfasis en cosas que importan a las compañías nacionales y extranjeras, principalmente, cómo “aprovechar al máximo la relocalización” (‘nearshoring’) mediante la multiplicación de “polos de bienestar” en los que las empresas que llegan al país puedan encontrar satisfacción para todas sus necesidades.
Habló de simplificación y digitalización administrativa, de incrementar la recaudación mediante la eficiencia y no el aumento de impuestos, de una “república conectada” con sistemas de transporte y comunicaciones, de favorecer la competitividad y de algo que angustia al noreste, el agua, cuyo reto debe ser atendido con esquemas regionales y un plan nacional hídrico.
Si alguien llegó esperando ver a Hugo Chávez en mujer, se decepcionó. “Tenemos muchas coincidencias”, dijo la candidata en tono incluyente y presidencial. “Compartimos muchas ideas”, reconoció su anfitrión, Máximo Vedoya, director general de la acerera Ternium y presidente actual de Caintra, siempre cortés y afable con quien ya no tiene caso cuestionar. Y además ella les dijo lo que querían oír. “Fue muy honesta con nosotros”, confesó más tarde a los periodistas, mostrándose contento.
Los aplausos, cuando Sheinbaum entró al recinto, fueron espacialmente limitados y más bien breves. Cuando terminó, y luego al salir, no fueron fervorosos, pero tampoco avaros, y se extendieron por todo el lugar.
Claudia popular
Ese mismo día, el auditorio del Parque de las Maravillas de Saltillo –a 38 grados de temperatura– estaba a reventar, escandaloso de música, consignas y matracas. “Los priistas presumían que solo ellos podían llenarlo”, compartió un morenista coahuilense.
Los organizadores vallaron un pasillo más largo que lo usual, que Sheinbaum y las candidatas y candidatos locales tardaron 15 minutos en recorrer, entre saludos, peticiones y selfis.
Coahuila es el último baluarte del PRI (el vecino Durango, que también gobierna, fue una cesión del PAN) y arrebatárselo, después de 95 años de hegemonía tricolor, es un hito inaplazable para los cuatroteístas locales y sería un éxito sobre el éxito para la campaña guinda. “Claudia va adelante en el estado”, continuó el activista. “Pero [el gobernador Miguel] Riquelme está operando con todo lo que tiene para no perder las demás posiciones”.
Las dos áreas más cercanas al escenario fueron asignadas a los miembros del magisterio, la de la izquierda, todos con playeras blancas; y a los de la sección 23 de la Confederación de Trabajadores de México, la de la derecha, uniformados de rojo y negro y dándoles vuelta con enjundia a las matracas, como en los tiempos de Fidel Velázquez.
Los del PT no eran muchos, pero se hacían destacar con grandes banderas, mientras que los verdes las trajeron chiquitas, en un triste matiz deslavado.
“Este es el estado más priísta y corrupto de la república, ¡pero ya somos más!”, arengó la joven aspirante a presidenta municipal de Saltillo, Alejandra Salazar. “Si vencimos el desierto, estoy segura de que vamos a vencer al PRI más corrupto de México”, coincidió Cecilia Guadiana, quien pretende ocupar el escaño senatorial que dejó su padre Armando al fallecer.
Para que lo consigan, deben lograr que la fuerza de la candidatura presidencial se reproduzca en todas las demás. En 2018, a nivel nacional, López Obrador obtuvo el 53 por ciento de los votos pero su coalición bajó al 46 por ciento en la lista de diputados. Ese día, Claudia Sheinbaum se concentró en la consigna llamada “voto 6 de 6”, que los ciudadanos marquen sus emblemas en todas las elecciones (presidencial, de senadores y diputados federales, y en donde las haya, de gobernadores y Jefatura de Gobierno, de legisladores estatales y presidencias municipales y alcaldías).
Para llevar a Coahuila programas sociales como los que estableció en la Ciudad de México, “¡hay que ganar los ocho distritos y los 38 municipios!”.
En esta fase final de campaña, una de sus prioridades es reforzar las candidaturas locales para extender el control territorial de su coalición y sobre todo para acercarse al objetivo señalado por el presidente López Obrador, el llamado Plan C, un conjunto de reformas constitucionales cuya aprobación requiere construir una mayoría calificada en el Congreso de la Unión, lo que implica las dos terceras partes de los asientos.
Por eso, Sheinbaum les da protagonismo a los aspirantes de cada lugar: el discurso no varía en los mítines dependiendo de las predominancias políticas del sitio. Se basa en recuperar asuntos que motivan a los habitantes de cada lugar y en darles exposición a las candidatas y candidatos para fortalecer su liderazgo y su capacidad de movilizar al voto cuatroteísta.
En Iztapalapa, el domingo 12, donde presumió los logros de la gestión de Clara Brugada y entre las dos presentaron a Aleida Alavez como próxima alcaldesa, usó la misma técnica de preguntas cómplices al público que empleó en Benito Juárez el miércoles 22, donde ambas abrazaron a Lety Varela en su difícil tarea de calcificarle las arterias al panismo chilango en su mismísimo corazón (en berrinche, la alcaldía blanquiazul dejó el mitin sin electricidad: “¡Cómo quitan la luz! Se la robaron. ¡Pero la luz está en el corazón de Benito Juárez!”, elevó Sheinbaum).
Tampoco cambió en Coahuila. Solo en el encuentro “con intelectuales, académicos, científicos y artistas” del viernes 24, habló una Claudia mesurada: no tenía un público mitinero qué arengar ni a críticos de oficio en vías de aclimatación.
Se dirigía a los más próximos de un sector con agravios, a los que podrían transmitir la oferta de la reconciliación. A pesar de que el discurso fue leído, lo cual hace pocas veces, el contenido fue generalista: que México siga siendo una potencia científica y cultural. No dio detalles de qué se creará, corregirá o cambiará. No ahí.
Importaba más, parece, potenciar la respuesta cuatroteísta a un manifiesto de apoyo a Xóchitl Gálvez organizado por los grupos ‘Nexos’ y ‘Letras Libres’. Reunieron cuatro veces más firmantes.
Pero eso se mantiene en la pelea por un nicho de privilegio, por el que López Obrador, bajo la consigna de “primero los pobres”, no ha mostrado gran afecto. Y al que Sheinbaum no le dedicó el carisma y la técnica que reserva para otras audiencias.
EDD