Fui desde mesera hasta directora de kínder: Verónica Delgadillo

Entrevista

La senadora se describe como una mujer que “lucha como niña”, ama al rapero Residente, la naturaleza, meditar y dormir escuchando mantras, así como una buena charla acompañada de una comida.

“Reprobé fotografía, pero ahora es uno de mis ‘hobbies’”. (Jesús Quintanar)
Silvia Arellano
Ciudad de México /

La senadora por Movimiento Ciudadano Verónica Delgadillo (Guadalajara, 1982) se caracteriza por vestir playeras con leyendas de protestas que van desde el tema de las abejas hasta los derechos de los niños.

La tapatía recuerda que cuando reprobó la materia de fotografía se molestó tanto que regaló su cámara; sin embargo, años después captar imágenes, principalmente de rostros, se convirtió en uno de sus hobbies.

Delgadillo se describe como una mujer que “lucha como niña”, que ama la naturaleza, a los animales, que le gusta meditar, dormir escuchando mantras y que disfruta de una buena charla; también fue directora de un kínder, propiedad de su mamá.

Cuando terminó la universidad, agarró una mochila, un par de tenis, un pantalón, cinco camisetas, al igual que libros, así como muchos sueños para darle la vuelta al mundo en 210 días, travesía por la cual tuvo que trabajar de mesera y recepcionista en el extranjero, oficios lejanos al que definiría su futuro: la política.

¿Quién es Verónica Delgadillo?

Soy una mujer que capta momentos de felicidad cada que puede.

¿Cómo colecciona esos momentos?

Haciendo las cosas que me gustan, la magia de la vida está en los momentos que te dan felicidad y yo trato de encontrarlos en mi espacio personal y con las personas que quiero.

¿A través de la fotografía?

Los mejores recuerdos se llevan adentro, no hay nada que los pueda sustituir, y la fotografía es clave para recordarlos.

¿Qué significa para usted la fotografía?

Es un puente del presente con el pasado que nos permite evocar un montón de emociones. Para mí, se ha convertido en una forma de comunicar quién soy, pero también una forma de descubrir el mundo.

¿Cómo llega la foto a su vida?

Reprobé el examen final en la universidad y fui a discutirle al maestro porque me puso ¡cero! En el Tecnológico de Monterrey pasas con 70 y él me puso ¡cero! Me rompió el corazón... regalé mi cámara. Pasaron los años, veía fotos y sentía atracción, y cuando viajaba decía: “Esa imagen está bonita, vale la pena mantenerla”. Me compré otra cámara hace tres años y medio y un amigo me ayudó, se convirtió en mi hobby favorito.

¿Qué le gusta retratar?

Me fascinan los rostros, cuando logro captar una sonrisa siento mucha paz y alegría, porque de eso se trata, de encontrar esos pequeños momentos de felicidad en mí y en las demás personas.

Si pudiera plasmar su vida en una fotografía, ¿cómo sería?

Con una sonrisa. Tengo una foto muy bonita que me tomaron al final de mi campaña para el Senado, fue una lucha muy fuerte que demandó mucho de mí. Llegar a ese punto sintiéndome plena y contenta de haber dado lo mejor y de haber tocado muchos corazones, me hizo sentir realizada.

¿Cuántas fotos ha tomado?

Miles, tengo una memoria llena de carpetas; otro de mis pasatiempos favoritos es viajar, y la cámara va muy de la mano con eso.

¿Nunca le han reclamado por captar los rostros?

Lo que hago es que sonrió, y cuando me sonríen, tomó la foto. Creo que la risa es el lenguaje universal y la llave para abrir puertas. Si alguien te sonríe, ¿a poco no sientes que te desarma?

¿Quién conforma su familia?

Soy de una colonia humilde de Guadalajara. Soy la más pequeña de una familia de cuatro hijos, tres hombres y una mujer. Mis papás se encargaron de hacerme una soñadora, especialmente mi mamá; mi papá se encargó de hacerme una mujer libre. Crecí creyendo que podía cambiar al mundo, que mi existencia tenía una razón.

¿Cuesta trabajo ser soñadora?

Lo más bonito es cuando esos sueños te motivan, te hacen luchar por lo que crees y alcanzas tus proyectos. No ha sido sencillo, han sido años difíciles en la política, pero no he dejado que borren mis sueños. Ya entendí que no puedo cambiar el mundo, pero sí puedo incidir en la vida de alguien.

¿Ha vivido violencia política?

Claro, desde que fui diputada local. Decían que era una edecán, o la mujer de alguien... muchos se han expresado sobre mí sin conocerme.

¿Cómo se describe?

Cómo una mujer que “lucha como niña”, pero consciente de que los sueños se trabajan. Una mujer que anhela que este país sea un lugar donde todas y todos podamos alcanzar momentos de felicidad de manera más fácil.

¿Escucha música?

Todas las noches duermo con mantras, me relaja. Durante el día me gusta el rap, Calle 13, que ahora es Residente, es mi grupo favorito, si alguien conoce a René Pérez, ¡por favor! díganle que lo amo.

¿Cuál sería su legado?

Una mujer que lucha como niña.

¿Cómo nace esa frase?

La construimos con mi equipo al darnos cuenta de la violencia que hay en el lenguaje. Los niños se ofenden cuando se dice: “corres como niña”. La palabra niña termina siendo una ofensa y ejercer una violencia hacia las mujeres.

¿Tu familia te apoyó cuando decidiste ser política?

Mi mamá pensó que iba a ser maestra de preescolar, porque tengo también esa licenciatura, además de la de Comunicación, y tiene un jardín de niños.

¿Dio clases de preescolar?

Sí, fui maestra, incluso directora del jardín de niños de mi mamá, estuve dos años.

¿Qué está leyendo?

Becoming, de Michelle Obama.

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