La vocación de servicio del obispo de Saltillo, Raúl Vera López (Acámbaro, 1945), viene desde su infancia, pues creció con el campesinado y le tocó ver los cambios sociales que marginaron a diversos sectores de la población.
“Nosotros vivíamos en el último sector de la ciudad de Acámbaro, que estaba muy ligado al campo; entre mis vecinos había campesinos y familias que trabajaban en el ferrocarril”, recordó.
Sin embargo, el activista guanajuatense también tiene un lado de científico que pocos conocen y que le ayudó en su formación como sacerdote.
Es ingeniero químico por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y desde que empezó a estudiar su visión era convertirse en docente e investigador, con el fin de abonar algo para el bien común.
“La iba a ejercer por el bien de la patria, pero vi la necesidad de mover mecanismos más cercanos a la formación de una sociedad mucho más justa. Si me fui de fraile fue pensando en los pobres y en un país ordenado con justicia que le diera vida digna a todos”, comentó.
El obispo se declara fan de la música de Silvio Rodríguez y, aunque no tiene memorizadas sus canciones, le basta escuchar la letra para identificarla.
“Lo escucho y lo reconozco. En su tiempo también escuchaba a españoles como Rafael y argentinas como Mercedes Sosa, quien tiene un vozarrón”.
En cuanto a literatura, entre sus autores favoritos están los uruguayos Eduardo Galeano y Mario Benedetti.
¿Por qué estudiar para ingeniero químico?
Veía en mí una facilidad para las matemáticas y las ciencias positivas. Creo que era algo que venía de familia, porque fuimos tres químicos y una física.
Como ingeniero, había decidido dedicarme a la docencia y la investigación, quería trabajar dentro de la universidad y no en la industria de la transformación, porque desde entonces eran empresas extranjeras que engañaban con evasiones fiscales y no contribuían al desarrollo del país.
¿Algún científico que admire?
Por supuesto que a Albert Einstein, es mi pensador favorito, sobre todo por la innovación que le dio a la ciencia. Era uno de mis héroes, puedo decir.
¿Qué rescata de su carrera como ingeniero para su labor como sacerdote?
El orden mental que me dieron las matemáticas me sirve para leer con lógica un libro teológico o para ordenar una predicación.
Lo que me quedó muy claro desde que recibí mi formación cristiana en la parroquia universitaria fue el bienestar que podría ofrecer a la población en general, de hecho hice una tesis que sirviera en la educación y el manejo de la formación de los muchachos en el laboratorio de ingeniería química.
¿De dónde vino esa personalidad crítica que tiene?
Mi papá fue corresponsal de uno de los periódicos nacionales que tenían una muy buena influencia en ese entonces (El Universal), y era un trabajador de oficina que llegó del sector obrero, entró a trabajar a Ferrocarriles por la preparación que tenía en cuestiones administrativas.
La señora Vera tenía una afición muy loable, que era el radio de onda corta, en donde escuchaba todos los noticieros en la lengua española que tenían las cadenas extranjeras: Radio Pekín, Radio Moscú, Deutsche Welle y la Voz de América.
Mi mamá tenía un cuadro de la visión del mundo que comentaba sirviéndonos la sopa, el ambiente ya era para tener un pensamiento crítico. Hoy las reuniones con mis hermanos es hablar de la situación del país, de América Latina y todo lo que se discute en las corrientes políticas.
¿Qué le gusta hacer más allá de su labor como obispo y activista?
Me encanta la trova porque traslada la poesía a la música. Eso me hace descansar, pero también leo artículos científicos sobre los nuevos hallazgos y sobre mi formación teológica.
¿Alguna canción o cantante favorito?
Una de mis canciones favoritas es Alfonsina y el mar, de Mercedes Sosa.
Me gusta porque conocí la vida de Alfonsina Storni y su poesía, ella pensaba mucho en el mar y acabó lanzándose.
Se me enchina el cuerpo porque estando en Guerrero conocí a una persona que vivía en la costa que quedó viuda muy joven y sacó adelante a sus hijos. En un momento dado que empezó este ambiente de corrupción, se echaron encima de unas propiedades que le había dejado su esposo y tenía todo en contra, me pidió ayuda, y yo decía: “Con todos estos problemas esta mujer se va suicidar un día”.