Enamorada de la docencia, Jacqueline Peschard (1947) imparte clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM desde 1989 y ha combinado la cátedra con los cargos públicos: consejera electoral, comisionada presidenta del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública y en el Comité Ciudadano del sistema anticorrupción.
Cuenta que ser joven en los años 60 y 70 implicaba muchos retos a la libertad de expresión y agrega que una de las cosas más contestatarias que ha hecho fue manifestarse en aquellos años.
Considera que la política anticorrupción de López Obrador es muy ingenua porque está basada en la visión personal del ejercicio del poder: “El problema es que hay estructuras creadas con huecos y se puedan colar desvíos de recursos o abusos de autoridad. Muchas veces la persona es honesta, pero en el sistema hay incentivos para ser corrupto, se debe trabajar en sanciones y procedimientos para cerrarle la puerta a la corrupción”.
¿Por qué estudiar sociología?
Tiene que ver a la generación a la que pertenezco, cuando hice la preparatoria originalmente quería hacer matemáticas, pero fue en el último año cuando tuve un curso de sociología y dije “esto es lo que a mí me gusta”, que es entender los contextos sociales en los que se dan ciertos problemas y contribuir al análisis de ellos.
¿Qué hace cuando no da clase?
Le dedico tiempo a una columna periodística, me gusta el cine y las novelas; el ejercicio físico es algo que necesito para mantener cierta capacidad de trabajo. También me gusta estar con amigos y compartir algunas lecturas.
Si su vida fuera una novela, ¿cuál sería el título?
No sé cómo se llamaría, pero me considero muy afortunada por los momentos políticos que viví.
¿Nunca le ofrecieron algo con aroma a corrupción?
No, nunca tuve que probarme.
¿Ni la presionaron?
No, tampoco es que tenga muchos nexos con grupos políticos, tal vez quienes tengan más sí se sientan condicionados.
¿La han invitado a ocupar algún cargo que no sea autónomo?
Alguna vez sí, pero más bien como sondeo, pero dije que no, también me ofrecieron ser candidata, pero me negué.
¿El amor es democrático?
No, no tiene nada que ver el amor con la democracia, ni la pluralidad ni construcción de mayorías.
¿Cómo la enamoraron?
Tengo un marido desde hace 40 años, diría que como cualquier chica. Aprecio en una persona la integridad y el compromiso.
¿Va a fiestas?
Me encantan y también bailar, aunque cada vez menos. Me gusta la samba, los boleros y música romántica.
¿Alguna canción favorita?
Me gusta mucho “Delirio”, que es de tríos.
¿Es feminista?
Sí, pero no militante. Lo soy por naturaleza, soy defensora de los derechos de las mujeres, pero tengo mis reservas en la militancia, creo que es necesaria la cuota de género.
¿Qué fracaso la impulsó a no rendirse?
Fue al revés. No me rendía cuando encontraba posibilidades de ganar o avanzar.
¿Qué la hace feliz?
Mi vida familiar y la academia, el contacto con los chicos nos llena de vida a los profesores.
¿Su lugar favorito de CU?
El Centro Cultural Universitario y el salón de clases.
¿Platillo favorito?
La comida tailandesa y el curri, también me gusta el mole
¿Consejo que la haya marcado?
Sí, los de mis padres, muy ceñidos a lo que era cumplir las reglas, pero soy muy cerrada en ese sentido, por ejemplo, no me gusta tener deudas.
¿Ha roto reglas?
Sí, he roto muchas. En la juventud probé la mariguana, era una generación de exploración.
¿Ya no le da curiosidad?
No, ya no. Tal vez si en alguna fiesta alguien saca un poco pues la probamos, pero es algo muy esporádico. Ahora necesito otras drogas, como para dormir.