Con 290 de los 270 votos requeridos para ganar los colegios electorales y, por ende, la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden se proclamó ayer como “presidente electo virtual”. Si bien es cierto que aún faltan pasos a seguir para confirmarlo oficialmente como presidente electo, estas elecciones presidenciales en Estados Unidos nos dejan algunas lecciones que podemos comenzar a implementar en México de cara al proceso electoral del 2024 pasando por las elecciones intermedias de 2021.
Analicemos algunos puntos importantes de este proceso, primero, la diferencia de votos para la mayoría de electores en los colegios por estado entre Biden y Trump fue grande: 290 para Biden, 214 para Trump al día de ayer 7 de noviembre del 2020. Esto no significa tanto considerando el sistema electoral estadounidense donde cada estado cuenta con una representatividad mayor o menor dependiendo de la densidad poblacional del mismo. Sin embargo, el dato en el que hay que fiar la mirada es la cantidad de votos obtenida para uno o para otro: 75,200,000 para el candidato demócrata y 70,800,000 para el republicano, lo que se traduce como un proceso electoral donde aproximadamente 145,000,000 de personas salieron a emitir su voto participando directamente del futuro de su país.
Es cierto que esta cantidad tampoco representa, al menos hasta el conteo del día de ayer, la mitad de los posibles sufragantes pero sí constituye una gran lección que vale la pena retomar.
Gran cantidad de personas que fueron blanco de críticas, amenazas, insultos y descalificaciones por parte de Trump comenzaron a sufrir los estragos de su política extremista desde el inicio de 2016 pero no pudieron manifestar su rechazo de manera tajante y efectiva si no hasta 2020 con la emisión de su voto, pudiendo ser éste más el resultado de años de acumulación de ira y deseos de venganza que una elección ponderada desde la luz de la inteligencia pero lo valioso fue que tuvieron una oportunidad de emitir su más contundente rechazo a años de haber sido dejados al margen.
De igual modo, la creciente división social ya no en clases ni en condiciones de oportunidades si no en apegos y emociones a favor o en contra del presidente Trump encontró su cauce de expresión en las papeletas electorales y el hartazgo de una sociedad que no quiere ser dividida fundamentándose en los lemas de “America: the land of opportunities” y del “American dream” y finalmente logró posicionarse aún en contra de un presidente cuyo objetivo era el contrario.
Ciertamente los resultados en votos de los ciudadanos estadounidenses representa una cercanía estrecha entre uno y otro que confirma la división cosechada durante los cuatro años anteriores, pero el deseo de un líder que no la siga fomentando y que comience acciones para unificar y gobernar para todos y no sólo para unos cuantos se impuso en esta semana.
Si la división parece ser una estrategia políticamente correcta en los gobiernos populistas que se han encumbrado en los últimos años en varios países sin un modelo específico en donde germinar sino más bien ejerciendo como trampolines para el posicionamiento de candidatos y no de proyectos, hoy y con el ejemplo de las elecciones de Estados Unidos, la sociedad comienza a darse cuenta de que la rivalidad conduce al deterioro de las grandes ideas que dieron lugar a los estados nación y sugiere un cambio de rumbo.
La sociedad y los ciudadanos de hoy y en muchos países, ya no queremos seguir siendo dos Estados Unidos o dos Méxicos distintos, rechazamos la división y erradicamos la polarización y los fanatismos, desterramos los odios infundados y deseamos transitar hacia la reconciliación y la unidad. Las elecciones de Estados Unidos nos deben hacer pensar en que, más que votar por un candidato, debemos votar por un proyecto de nación, hasta ahora y por años ausente en nuestra política mexicana pero urgente y necesario.
El secreto del éxito para Biden no fue su favoritismo entre la población si no la cantidad de personas que salieron a emitir su voto en las urnas: la participación ciudadana fue clave en estas elecciones y es la única manera en que el deseo de la población se manifieste de forma clara y eficaz.
Si en México en 2018 el triunfo hacia López Obrador se lo dio 30,000 000 de personas y somos más de 120,000,000 no fuimos ni la mitad los que lo legitimaron como presidente. El daño de no haber salido a votar lo arrastraremos por cuatro años más y la indiferencia en el sufragio y en la participación en la vida pública del país han costado muy alto para muchos sectores de nuestra democracia. López Obrador no ganó por mayoría si no por la indiferencia de un pueblo que no sale a expresarse, que no considera importante su voto y que no cree que las cosas pueden cambiar con su voz. Ganar una elección por el silencio de los opositores y no por la voz de los seguidores no lo legitima como representante del pueblo y en eso radica su debilidad.
Si en 2021 y en 2024 los que no votaron, los que fueron indiferentes frente al proceso, los que no creyeron en nuestras instituciones que están para hacer respetar la voz del pueblo, salen ahora y emiten su voto, salen ahora y hablan, salen ahora y manifiestan el rechazo contundente a la política divisoria de nuestra presidente, quizá, el voto de 30,000,000 se convierta, al menos, en el 50% más uno del voto de todos los mexicanos y entonces sí, López o cualquier otro, podrá ejercer su autoridad con la confianza de haber sido electo por el pueblo y de estar ocupando el puesto porque hay una sociedad que lo respalda y no una minoría que lo alaba.
Estemos o no a favor de Biden, su triunfo tiene por base la expresión mayoritaria de la población que lo legitima como presidente electo. No será un presidente proclamado por una mayoría ausente si no por una mayoría que tomó la valiente decisión de tomar en sus manos el rumbo del país que quieren y en el que sueñan y creen.
Ojalá que en México, antes de las elecciones de 2021 y especialmente para 2024, logremos pasar de la indiferencia a la acción sostenida y tomemos el timón del país en nuestras manos porque México no es del presidente en turno si no de todas y todos los que en él nacimos y al que amamos profundamente.