Los males económicos de China no son incurables

Las autoridades se han negado a reconocer la naturaleza de la enfermedad y con el tiempo la han empeorado al recurrir a paliativos temporales

Bandera de China (Reuters)
Martin Wolf
Londres /

Las autoridades se han negado a reconocer la naturaleza de la enfermedad y con el tiempo la han empeorado al recurrir a paliativos temporales; lo que la nación necesita es un mayor consumo

¿

China 

necesita convertirse en

Japón

? No. ¿Puede convertirse en Japón? Sí. Mientras más espere para abordar sus malestares, más probabilidades hay de que enferme gravemente, con un

crecimiento lento

y una

presión deflacionaria crónica

. Algunos analistas creen que esto es inevitable, pero querer creer algo no lo convierte en verdad. La enfermedad de

China

no es incurable, pero es grave.

Es vital distinguir las causas de los síntomas antes de buscar la cura. Como los responsables de la formulación de políticas de China se han negado a reconocer la naturaleza de la enfermedad, no la curan. Con el tiempo, la empeoraron al recurrir a paliativos temporales. Eso le ocurrió a Japón en las décadas de 1980 y 1990, y a China eso es lo que le está ocurriendo en las últimas dos décadas, pero el país conserva importantes puntos fuertes. Todavía puede evitar el estancamiento.

El gobierno chino anunció un estímulo monetario y fiscal, algo que era previsible. Es lo que Japón necesitaba hacer. También es la razón por la que Japón ha tenido tasas de interés cercanas a cero durante tres décadas y su deuda pública neta es de 159 por ciento del PIB. Tal como sucede con las políticas de China ahora, esto fue el resultado de una condición subyacente de “subconsumo”, o demanda deficiente. Ahora es necesario estimular la demanda. Las enormes burbujas inmobiliarias son una característica de esas economías, no un defecto, como la necesidad de intervenir de manera irreflexiva cuando estallan.

Entre 2000 y 2024, el ahorro nacional bruto de China tuvo un promedio de 45 por ciento del PIB y el de Japón 28 por ciento. Mientras, el de Estados Unidos promedió solo 18 por ciento. Cuando las oportunidades de inversión son excelentes, estas altas tasas de ahorro pueden financiar un crecimiento superrápido. En China, las altas tasas de ahorro financiaron un crecimiento rápido hasta principios de los 2000. Sin embargo, después de un largo periodo con un crecimiento de ese tipo, la oferta de inversiones de alto rendimiento inevitablemente disminuye. Así que la inversión se debilita, al igual que la demanda. Lo que era una fortaleza se convierte en una debilidad.

Una solución fue mantener un enorme superávit de cuenta corriente, junto con una elevada inversión. Pero, en ambos casos, esto encontró resistencia externa, en particular de EU, en la década de 1980 en Japón y en la de 2010, en China. En ambos la política monetaria se relajó, el crédito se disparó y se desató un enorme auge inmobiliario. Este rápido crecimiento de la inversión inmobiliaria se convirtió en el nuevo motor de la demanda. De acuerdo con un artículo reciente para China Leadership Monitor de Logan Wright: “La construcción de propiedades representó alrededor de 23 a 27 por ciento del PIB entre 2011 y 2021”. De ser así, absorbió alrededor de la mitad de los ahorros de China.

El gran defecto de la solución de “crear una burbuja inmobiliaria” para el exceso de ahorro es que su estallido deja como secuela una caída de los precios de los activos, una deuda impagable, una situación financiera dañada y una población descontenta, además de una demanda todavía más débil, ya que el impacto del colapso socava aún más la inversión y, por tanto, exacerba el exceso de ahorro. Si no se adoptan medidas políticas enérgicas, es casi seguro que esto último genere una profunda depresión.

Las soluciones son tres: estímulos temporales a la demanda para evitar la depresión; limpieza del sistema financiero (que en el caso de China incluye a los gobiernos locales), y, sobre todo, una fuente nueva, potente y de largo plazo de demanda. Las autoridades chinas harán las dos primeras, al final, aunque eso signifique estacionar una gran cantidad de deuda en el balance del gobierno (cosa que van a odiar). Por desgracia, están equivocados en la tercera.

Minxin Pei, editor del China Leadership Monitor, argumenta que los dirigentes creen que la solución de largo plazo está en nuevas “fuerzas productivas de alta calidad”. Es cierto que la modernización tecnológica es una condición necesaria para un crecimiento rápido. También es cierto que, como China sigue siendo un país relativamente pobre, con un PIB real per cápita de alrededor de un tercio de los niveles de Estados Unidos, tiene un buen potencial para un crecimiento de recuperación. Además, aunque su población está envejeciendo, la calidad de su fuerza laboral mejorará y también seguirá la reserva de mano de obra rural. También se puede elevar la edad de jubilación. Una vez más, los recientes ataques al sector privado pueden revertirse. En conjunto, hay razones para creer que el potencial de la economía en el lado de la oferta seguirá siendo decente con las políticas adecuadas.

Sin embargo, el gran problema no es el potencial del lado de la oferta, sino la debilidad del lado de la demanda. Una economía cuya tasa de crecimiento potencial es de 5 por ciento como máximo no invertirá más de 40 por ciento del PIB de manera productiva. Ya se derrumbó el crecimiento generado por un nivel dado de inversión, o expansión del crédito. China es demasiado grande para esperar que la inversión en manufacturas nuevas, una parte significativa de las cuales luego se volcaría a los mercados mundiales, pueda —o se le permita— reemplazar las gigantescas inversiones en bienes raíces de la década pasada. En este punto, el análisis de Wright es convincente.

El auge inmobiliario fue la última oportunidad de la economía de ahorro ultraalto. Ahora generará una demanda crónicamente débil. Según Wright, la proporción del ingreso de los hogares en el PIB es de 61 por ciento. La baja proporción resultante del consumo es muy pequeña para absorber la producción potencial de China. Pero el resto del mundo no compensará la diferencia. Tratar, en su lugar, de invertir el 40 por ciento del PIB conducirá a un despilfarro y a montañas aún mayores de deuda incobrable.

China necesita un mayor consumo, pero esa realidad plantea un reto para los líderes chinos, que parecen creer que la inversión y la producción son virtuosas, mientras que el consumo y la redistribución del ingreso son frívolos. Sin embargo, como escribió Adam Smith, “el consumo es el único fin y propósito de toda producción”. Xi Jinping necesita aceptar esta verdad.

Financial Times Limited. Declaimer 2021

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