La llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos abrió una nueva esperanza para los migrantes centroamericanos, quienes realizan una difícil travesía para llegar a esa nación en busca de mejores oportunidades de vida.
Desde hace unas semanas el flujo de migrantes que buscan el llamado “sueño americano” incrementó, según estima el personal que labora en la casa del migrante El Samaritano, ubicada en la comunidad Bojay, en Atitalaquia, Hidalgo.
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Jóvenes centroamericanos, en su mayoría, realizan la travesía en medio de la pandemia de covid-19; y es que, como si no fuera ya complicado su recorrido desde Centroamérica, por el abuso de las autoridades policiales y civiles, se enfrentan también a un enemigo invisible: la pandemia.
En su mayoría procedentes de Honduras, viajan con cubrebocas, atendiendo el mayor tiempo posible las indicaciones sanitarias de México, a fin de evitar un contagio, lo cual en su condición viajera les resultaría una complicación mayor. Destacan que buscan a toda costa trasladarse sanos, sin contagios, así se las ingenian sin recursos y sin mucho apoyo.
Admiten que ni el coronavirus los frena, pues es mejor arriesgarse con una travesía en este momento, que aguardar en Honduras, un país en el que las condiciones de vida son inhumanas por la pobreza, la violencia, y ahora por si fuera poco, una pandemia.
A El Samaritano llegó la noche del jueves un grupo de migrantes procedentes de Siguatepeque, Honduras; ha pasado un mes de andar por brechas, vías férreas y carretera, evadiendo los controles policiales para evitar su detención por parte de las autoridades guatemaltecas y mexicanas.
No ha sido fácil, reconocen. El maltrato de parte de las autoridades hacía ellos es una constante tanto en Honduras como en Guatemala y México. Abusos y robos de parte de las propias autoridades es una de las adversidades que enfrentan estos jóvenes que viajan en grupos.
Tienen entre 18 y 30 años, todos de género masculino. En Siguatepeque, municipio perteneciente al departamento de Comayagua, tenían oficios mal pagados, como por ejemplo motorista (conductor) de camiones, taxistas, mototaxistas, laborando con tablaroca, etcétera. Los salarios son bajos, no les permiten subsistir, y si desean emprender se enfrentan a las pandillas y su cobro de piso.
“Allá si quieres salir a vender naranjas en una carretilla enseguida llegan los pandilleros y te cobran impuesto, impuesto de guerra, un cobro de piso acostumbrado por la mafia”, dice uno de los miembros del grupo, su vocero, le dicen. El vocero es un muchacho que era motorista de camiones, y quien dejó su pueblo por el hartazgo. Un día tomó su mochila y emprendió el viaje hacia Estados Unidos con un grupo de jóvenes.
Y es que la juventud allá no tiene otra opción, pues dicen que emprender en Honduras es prácticamente imposible porque gran parte de las ganancias van a las pandillas que tienen el control total, pues han rebasado a las autoridades constitucionales.
Ese escenario de pobreza y violencia los obliga a dejar atrás a sus familias y migrar para buscarles un mejor futuro. No están exentos de un camino tortuoso para llegar hasta el país que ahora gobierna Joe Biden, quien de tajo y en unas horas, derrumbó el legado de Donald Trump, el presidente que pretendió construir un muro físico en la frontera sur de su nación, pero que terminó sometiendo al gobierno mexicano y convirtió a este país en el verdadero muro.
Agresiones
Apenas este jueves un guardia de seguridad privado del ferrocarril, dicen, les apuntó con un arma de fuego para intimidarlos y evitar que subieran al tren, esto cerca del basurero de Huehuetoca, estado de México.
Confrontaron al guardia armado, para recriminarle que les apuntara con un arma larga sin motivo, pues no pretendían abordar el tren. En el camino además no han encontrado todas las casas de asistencia a migrantes abiertas, y las que lo están mantienen restricciones por la pandemia.
Sufren caídas, viajan con poco alimento, se exponen a constantes robos de delincuentes y de autoridades, por lo que al llegar a la frontera buscarán entrar clandestinamente a Estados Unidos, pues no confían en la vía del asilo que puede terminar en deportación, aún en la era Biden.