"Estoy considerando modificar la forma de evaluación de mi curso. Más de 15 de mis estudiantes han perdido un familiar cercano (casi el 40%) durante el semestre… Lo consultaré con el grupo. Vivimos una tragedia". Como Mauricio, otros maestros se muestran preocupados por la evaluación de aquellos alumnos que atraviesan por el fallecimiento de un ser querido a causa del covid-19.
A estos "ídolos de la formación académica" también les afecta la carga emocional que representa acompañar a un estudiante durante el duelo y procurar que su situación familiar no repercuta en su promedio final u ocasione la pérdida de materias.
Los días que un alumno se ausenta de clases para atender a su familia, impiden que se mantenga al corriente con el temario y las tareas, aunado a la dolorosa pérdida que reduce su desempeño escolar. A pesar de las clases online que demandan horas extra de trabajo para los maestros, hay quienes se tientan el corazón para diseñar estrategias individuales con tal de apoyar al alumno, aunque esto implique dedicarle más tiempo a su trabajo.
Jésica Ortiz, profesora de física y matemáticas en la Preparatoria Oficial n° 30 del Estado de México, compartió a MILENIO su experiencia en la evaluación y acompañamiento de alumnos que han perdido a sus padres por el coronavirus. Resaltó que su matrícula alcanza los 300 estudiantes, y aproximadamente a 50 de ellos les aplicará una evaluación personalizada, ya que se encuentran en una situación similar.
“Hay personas que están sufriendo mucho esta parte de la pandemia porque la pérdida no la logran procesar, no la logran comprender”, destacó, “un alumno me dijo: ni tiempo tuve de llorarle a mi papá porque no había nada de comer en la casa y el único que puede trabajar soy yo”.
Si bien las clases en línea a veces son un obstáculo para el aprendizaje, porque el hecho de que el alumno se conecte no garantiza la retención de conocimiento, comenta la docente, ahora sacar buenas calificaciones se complica conforme el número de muertes aumenta en el país, pues esos decesos significan la pérdida de hermanos, abuelos, padres o madres de familia, cuyos hijos se enfrentan a los obstáculos que la escuela virtual entraña.
“Los chavos con los que yo tengo clases están en situación de pobreza o de carencias, no tienen muy buena señal o recepción, entonces no siempre puedo conocer a mis alumnos… se me ha complicado porque me doy cuenta de las deficiencias que estamos teniendo para aprender”, comenta la también Doctora en Educación.
El estudiante, a quien llamaremos Carlos por cuestión de anonimato, perdió a su padre a mitad del semestre, ante esta situación, relata Jésica, el joven solicitó una prórroga para ser evaluado: “Maestra, mi papá acaba de fallecer y ahora yo soy el hombre de la casa, necesito ayudar a mi mamá y definitivamente no voy a poder entrar a clase ni hacer nada, pero no quiero que me regale la calificación. Deme 15 días y yo me conecto con usted después para hacer el examen”, citó la docente.
“Faltaban unos días para que terminara el semestre y me contactó, me dijo ‘ya terminé de arreglar los papeles de mi papá y yo le pido que me haga el examen, no he estudiado mucho, pero si me explica, yo lo resuelvo’, y así le hicimos, nos conectamos en una videoconferencia para explicarle, él iba tomando sus notas, yo le iba haciendo preguntas y él me las respondía…”.
Carlos resolvió el examen oral que la profesora le aplicó un día domingo, con ello acreditó el curso. “Él me platicó que había prometido a su papá antes de que enfermara de covid, regalarle el certificado de la preparatoria, que cuando su papá murió eso le quedó grabado con más fuerza, y le iba a llevar al panteón o a donde fuera, el certificado de su prepa”, resaltó la docente. El papá seguía siendo una motivación para Carlos.
Contrario a lo que sucedió con Carlos, Ana perdió a su mamá cuando recién iniciaba la pandemia, el golpe de ese deceso provocó que se desconectara totalmente de su vida académica. Jésica intentó contactarla a través de amigos para hacerle saber que estaba en la disposición de apoyarla a fin de no reprobar la materia; sin embargo, Ana no tenía el ánimo suficiente para continuar con sus estudios.
“Una de sus amigas me mandó captura de pantalla de lo que le había contestado en donde la chica me decía: ‘todavía no me acostumbro a estar sin mi mamá, la extraño y no tengo cabeza para otra cosa, si voy a reprobar, repruebo’, ahí me la puso difícil porque ¿cómo puedo ayudar a alguien si no tiene el interés?”
Eventualmente, los compañeros de grupo se enteran de estos casos y requieren un acompañamiento para digerir la situación, alguien que les motive ante la tensión que viven las familias. “Les mandaba el mensaje del abrazo, un poco de empatía, el cuentas conmigo en lo que yo te pueda ayudar, aquí estoy, pero como no conozco tu situación, te propongo que seas tú quien me diga cómo te gustaría que te evaluara”, es la dinámica que aplica Jésica en sus grupos.
“Más allá de la situación del trabajo extremo, emocionalmente me estresa saber que tengo que entregar y diseñar otras cosas al mismo tiempo, también la impotencia que tengo de querer escuchar al alumno y decirle algunas palabras que pudieran ser motivadoras, pero cuando te cierran la puerta, uno como maestro también lo siente: mi alumno está sufriendo y no lo puedo ayudar”.
La doctora resaltó lo complicado del ambiente escolar al escuchar que no solo los estudiantes pierden a sus familiares, sino también los compañeros de trabajo. Luego de una pérdida, tampoco los maestros tienen tiempo de reponerse, sobre todo en periodos para entregar calificaciones.
“Hemos tenido juntas virtuales y no ha habido una en la que no se sepa que hay un familiar fallecido, los maestros en la misma junta rompen en llanto compartiendo sus pérdidas, y lo que hacemos nosotros es una avalancha en la misma conferencia extendiendo la solidaridad y el abrazo. Estos mensajes se me han hecho muy comunes”, detalló.
RLO